Por Juan Brito
El asesinato de seis mujeres de origen asiático y una de la raza blanca perpetrados este martes pasado en Atlanta por un sujeto anglosajón llamado Robert Aaron Long de 21 años, trae de nuevo a la conciencia ciudadana de los Estados Unidos el peligro de cobardes atentados que se suman a seis episodios de asesinatos masivos en el 2021.
El sospechoso planeaba también viajar a Florida para continuar su “misión” de exterminar a personas involucradas en el industria porno, y los investigadores todavía trabajan para crear un perfil psicológico y psiquiátrico del individuos que contaba con armas mortales. Elegir mujeres como sus víctimas la mayoría de ellas de origen asiático, hablan de por si de las motivaciones del asesino, su odio a las mujeres y el aborrecimiento racial.
Este tipo de crímenes que en el 2019 costaron la vida de 39 inocentes en cinco ataques, incluyó el asalto armado de un sujeto creyente en la supremacía de la raza blanca que cobró la vida de 22 personas y un saldo de 24 heridos en una gigantesca tienda Walmart localizada en El Paso, Texas con una gran clientela de origen latino.
Ahora en marzo de 2021, el cobarde ataque del sospechoso Robert Aaron Long es parte de una creciente ola de odio racial en contra de la población asiática que sufrió el irresponsable ataque el expresidente, el insano y racista Donald Trump, quien en medio de la Pandemia Covis-19, reiteraba que el virus provenía de China e incluso se atrevió con una costumbre usual en los bajos fondos de la criminalidad, apodar a la enfermedad la “Influenza Kung-Fu.”
Estas afirmaciones proveniente de la primera autoridad de un país que también acusó a los inmigrantes latinos de traficantes de drogas, violadores, ladrones e ilegales, fueron escuchadas con atención por sujetos enfermos de odio racial para quienes Estados Unidos debiera ser una nación predominantemente blanca donde miembros de otras razas no debieran contar ni siquiera con el derecho a voto.
Aunque Connecticut es uno de los estados del Noreste de los Estados Unidos con una actitud mucho mas progresista y que envió a miles de sus ciudadanos a luchar en contra el ejército de los estados del sur que se sublevaron en contra del gobierno federal durante la guerra civil de los años 1856-1860; no podemos olvidar que aquellos y aquellas que trataban de imponer la mentira de que a Donald Trump le habían “robado” la elección presidencial, no trepidaban el sábado 7 de noviembre del 2020 en insultar frente al Capitolio Estatal a los latinos y afroamericanos que llegamos pacíficamente a reafirmar el triunfo de Joe Biden, el candidato demócrata.
Estos matones trataron de interrumpir este evento pacifico llamándonos a los latinos “speaks,” “Ilegales,” y otros apelativos en inglés.
En una experiencia personal a la que puedo denominar sorpresiva, llegué hace algunas semanas a comprar el periódico a una tienda CVS situada en West Hartford. Ya me había llamado la presencia de un sujeto de la raza blanca, joven, vestido de una manera inusual con una chaqueta roja, pantalones amarillos y botas color plateadas. Durante los meses de invierno uso un sombrero manufacturado en china con piel de conejo para protegerme de las bajas temperaturas y llevaba mi mascarilla que solo permitían ver mis ojos y cejas. El sujeto se acercó a mi en un tono inusualmente amistoso y me preguntó que opinaba acerca de cómo los asiáticos habían transportado el virus Covis-19 a los Estados Unidos lo cual consideraba lamentable.
Rechacé su afirmación y le di por ejemplo el caso de la mal denominada Influenza Española que de hecho se originó en los Estados Unidos y fue transportada a Europa por los soldados que lucharían en la primera guerra mundial en contra de Alemania. Después de un breve debate, abandoné el lugar, pero me quedé pensando en porque este individuo se dirigió a mí y allí me di cuenta de que quizás mi apariencia con un sombrero de apariencia rusa pero hecho en China y mis ojos que no son europeos, le habrían hecho creer que era yo chino o asiático.
Después del cobarde atentado del pasado martes perpetrado por Robert Aaron Long, me encontré nuevamente con el mismo tipo quien me saludó con cordialidad pero que estaba sumamente pendiente de la forma como yo usaba el sistema de compra automático. Quizás molesto por esta intromisión le dije que me preocupaba su idea de que el Covis-19 había llegado desde china y que los asiáticos eran culpables de su transmisión a los Estados Unidos. “Hay personas que creyeron lo que dijo el expresidente de una forma irresponsable y lo acaecido en Atlanta donde un criminal asesinó a seis mujeres asiáticas y a una de la raza blanca puede ser la consecuencia de esa predica típica de un imbécil,” dije.
El individuo reaccionó enseguida diciendo que el presidente no había implicado eso y que la motivación de Robert Aaron Long no había sido racial. Tratando de terminar el desagradable debate que escuchaban otros clientes la mayoría de la raza blanca, le dije que yo no era asiático, sino que sudamericano y que si había semejanzas físicas con los nacionales asiáticos, no eran para mi motivo de vergüenza. El tipo no pareció irritado ni sorprendido y afirmó que estaba alegre de que en este país pudiera haber un diálogo acerca de estas materias a lo que yo replique sarcásticamente con un; ¡Oh, eres partidario de la democracia!
Mi encuentro con racistas no ha sido frecuente en las metrópolis urbanas de Connecticut, aunque si he experimentado actitudes del personal que trabaja en tiendas de gasolineras o restaurantes localizadas en áreas rurales donde abundó la propaganda de Donald John Trump.
Es que el racismo está y lamentablemente existe en Connecticut y es cuestión de enterarse de una experiencia en una escuela magneto de Hartford donde un racista que se escudaba en ideas paganas hizo su arribo como principal. De partida, eliminó en el 2010 las celebraciones de fin de año, la conmemoración del mes de la Herencia Hispana y animó a mujeres blancas de los suburbios a tomar el control de la organización de Padres y Maestros. El tipo quien ahora trabaja para el sistema escolar de Mansfield acosó a una maestra que rechazó la acción del “principal” de sacar todos los libros que tenían que ver con Navidad o la herencia latino-afroamericana. Estos actos fueron objetos de una demanda y todo no termino allí porque el “principal” se encargó sistemáticamente a obligar a renunciar a maestras de color.
La valiente maestra que renunció al sistema moriría a los pocos años y aun joven de un cáncer sorpresivo y yo me pregunto si estos ataques raciales no afectan seriamente la salud emocional y física de las víctimas del odio. Esta víctima inspiraba a sus estudiantes con bailes y danzas dejando sus ojos para quienes los necesitaran.
Es que el asunto racial está a flor de piel y bastó la acción irresponsable de un racista en la presidencia de los Estados Unidos desde el 2017 al 2020 para despertar este engendro diabólico. No está de más recordar cuando después de los ataques a las torres gemelas de Nueva York en el 2001, comentábamos con el legislador puertorriqueño Juan Figueroa, las miradas de sospecha de la población blanca que recibíamos los puertorriqueños y latinoamericanos a los que quizás confundían con los nacionales iraníes o iraquíes a los cuales nos asemejamos. En esos tiempos los sospechosos fueron los musulmanes y los descendientes de razas que desde la Mesopotamia y Asia llegaron al continente mal denominado por los invasores europeos como el “Nuevo Mundo.”
Nuestras comunidades deben estar vigilantes ante estos ataques sorpresivos llevados a cabo por enfermos de odio que ven injustamente en nosotros sus enemigos, confrontarlos y denunciarlos. Recuerden que Donald John Trump y sus seguidores continúan agitando la idea de una segunda guerra civil. En la primera murieron más de 600,000 soldados y una experiencia bélica semejante provocada por odio racial, no debiera jamás repetirse.
Afortunadamente el gobierno actual del presidente Joe Biden esta desmoronando las pólizas racistas del expresidente y tratando de reconstruir la unidad nacional.