Jasmine Camacho Quinn, nos devolvió, en forma espectacular, esa dignidad que cada día se nos escapa de nuestras manos. Este regalo vino en envoltura olímpica al conseguir una medalla de oro en su evento de los 100 metros con vallas, estableciendo récord olímpico en esa competencia. Todo, en el lejano Japón, donde se celebraron los recientes Juegos Olímpicos.
Jasmine, la segunda puertorriqueña, que conquista una medalla de oro. Jasmine, la joven nacida en Carolina del Sur (EUA), de madre puertorriqueña y de padre afroamericano y que en honor a su progenitora invirtió el orden de sus apellidos a temprana edad, porque ella desde jovencita “quería representar a Puerto Rico”. Jasmine, la que en el mundo del deporte era poco conocida porque el atletismo no tiene el reconocimiento noticioso que tiene el béisbol, el basquetbol o el volibol. Jasmine la que tiene lo que muy pocos tienen: perseverancia, determinación y dignidad. La que estableció unas metas y las alcanzo. La joven que sobresalió en su carrera atlética y universitaria compitiendo en uno de los eventos más difíciles, no solamente porque requiere una fuerza física extraordinaria, sino que domino la técnica y coordinación correcta para saltar vallas (10 de estas) en una corta distancia y en escasos segundos, hazaña extremadamente compleja.
Jasmine le demostró al mundo que se puede. Jasmine, una joven humilde que nos regaló con su hazaña las alegres lagrimas que rodaron en Puerto Rico la noche del evento. Jasmine, la que se arropo con la bandera de Puerto Rico paseándose por el estadio olímpico y al día siguiente al subir al podio para recibir su medalla de oro, lucia en su cabellera y para nuestro orgullo, una bella flor de maga, símbolo nacional de nuestra puertorriqueñidad. Jasmine, “que presentía su victoria” había encargado de antemano el símbolo, porque quería demostrarle al mundo “que ella era boricua, pa’ que tú lo sepas”, haciéndole eco a nuestra otra olímpica de oro, nuestra tenista Mónica Puig.
Pero la victoria de Jasmine y de Puerto Rico también revive lo que es una absurda controversia.
Es obvio, para el que quiera entender o el que tenga la capacidad de hacerlo que Puerto Rico es indudablemente una nación. Mantenemos (a pesar de los intentos brutales y sutiles de los EUA de destruir nuestra cultura, nuestro idioma, nuestras tradiciones y costumbres) todos los elementos que nos define como tal. Si no fuera por esta definición no se podría decir, por ejemplo, que México o los EUA son naciones. Conocer un poco de nuestra historia facilitaría el entendimiento.
Luego del triunfo de Jasmine surgieron voces retrogradas que trataron de cuestionar su nacionalidad, especialmente la de una ex atleta del equipo Olímpico estadounidense. Hay quienes tienen muy poca memoria, pero hay que recordarles a nuestros lectores las palabras de Pedro Albizu Campos que “la nación la representan quienes la afirman, no quienes la niegan”.
Ya es tiempo que exijamos la verdad no envolviéndonos en la corrupción moral que nos quieren atosigar los detractores de nuestra nación.
EXILIO
Miles de nosotros tuvimos que salir del Puerto Rico que amamos. Pocos lo hicimos con clara conciencia de lo que nos deparaba. Sabíamos que las posibilidades de regreso eran mínimas, tanto para nosotros como la de nuestros descendientes. Sabía que nuestra familia se iba a enfrentar a la discriminación, al racismo, a la ignorancia. Conocíamos que las alternativas que teníamos en nuestra Isla eran indignas, de extremas limitaciones económicas, educativas y de servicios de salud. La persecución política y las pocas oportunidades de crecimiento eran obvias. Sabíamos que ninguna de esas condiciones las habíamos creado nosotros. Sabíamos quiénes eran responsables de este crimen. Entendíamos a cabalidad las consecuencias de irnos al exilio político. Son muchos los que insisten que tuvimos que” emigrar” por razones económicas, esto aparenta ser cierto, si se ignoran las razones de vivir en una colonia y estar sujeto a los abusos y explotación de los caprichos de la nación invasora y de los serviles y corruptos entreguistas locales. Nos convertimos en exiliados políticos, desterrados de nuestra nación para trata de encontrar una mejor y digna calidad de vida. Esta historia es similar a la mayoría que salen de sus respectivos países. huyéndole a la avaricia de esos traficantes del dolor humano nos fuimos al exilio. Esas decisiones son cuestionables, no hay duda, pero lo que no se puede dudar es que ante la extrema ausencia de oportunidades uno tiene que tomar decisiones dolorosas.
Hoy se calcula que hay alrededor de cinco millones de puertorriqueños dispersos en los EUA. La llamada “diáspora” boricua la identifican como tal los llamados expertos en la materia.! Cuidado ¡No todos los que viven dispersos en los EUA se identifican como puertorriqueños! Variadas razones podrán tener para sentirse de esa manera, pero sería extremadamente injusto condenarlos por esto.
Hay generaciones enteras que no hablan español, desconocen el lugar de origen de sus ancestros y no podrían señalar en un mapa donde está localizada la Isla. Hay cientos de miles que por generaciones se han unido con descendientes de otras etnias. Los procesos de aculturación y/o transculturación son inevitables en el mundo. No podemos exigir a cientos de miles de seres humanos que conserven su identidad cultural original, ni menos permitir que se les exija lo que no son. Tenemos que entender que el mundo es cambiante y que el barrio en que nos criamos ya no es el mismo.
LA FLOR DE MAGA
Jasmine y su flor de maga, se convirtieron en ese momento histórico no solamente en un símbolo del valor para todos, sino uno de esperanza. Su gesto espontaneo fue uno de amor hacia su madre que le enseño ser boricua y lo fue también para su pueblo, que prácticamente no conocía, pero lo sentía, lo valorizaba. Jasmine y su flor de maga nos devolvieron, aunque fuera por un instante la dignidad que se desvanece.
¡Jasmine! ¡gracias por ser tan puertorriqueña!