POR ROGER SENSERRICH
Communications Director
Working Families Party, Connecticut
Este martes pasado fue uno de mis días favoritos del calendario político en Connecticut. No era un día de discursos televisados, ni de debates legislativos inacabables, ni con la pompa y circunstancia de un mitin de campaña. El martes era el día de las elecciones más modestas del estado, las primarias a las elecciones locales.
Cuando se piensa en elecciones, la imagen que casi siempre nos viene a la cabeza son las presidenciales. Dos candidatos, grandes mítines, miles de cámaras de televisión, discursos rimbombantes todas las televisiones retransmitiendo en directo. Esas elecciones son, sin duda, importantes (y las sigo con devoción), pero son casi abstractas. Hablamos de millones de votantes, cientos o miles de millones de presupuesto, cincuenta estados, todo un continente acudiendo a las urnas. Su mero gigantismo las hace casi incomprensibles.
Las elecciones primarias en nuestras ciudades son exactamente lo contrario. Estamos hablando de votaciones en distritos donde viven quizás 4.000 personas, siendo generoso, con quizás un millar votantes de cada partido. Los candidatos no son augustos senadores o titanes de la industria que sólo conoces por la prensa, sino un maestro de escuela, el propietario de un pequeño restaurante, jubilados, activistas, gente que vive allí, en tu barrio, al lado de casa. Las campañas no son espectáculos multimedia con presupuestos millonarios, sino pacientes visitas puerta a puerta, llamadas de teléfono, activistas, voluntarios, amigos y conocidos hablando con otros votantes.
Lo que realmente me fascina, sin embargo, no es tanto la escala, sino de qué se habla, y quién está hablando de ello. Son gente de nuestra calle, del barrio, hablando de colegios, de calles con baches, de arreglar aceras, discutiendo sobre cómo debe funcionar la policía, qué debemos hacer con ese solar vacío al final de Main Street, o si debemos contratar más maestros para nuestra escuela.
Son elecciones concretas, presentes, sobre nuestro propio mundo.
Durante las últimas semanas, en el Partido de las Familias Trabajadoras hemos estado con candidatos en pueblos y ciudades de todo el estado, ayudando en lo que podíamos. Coordinando voluntarios, contactando votantes, hablando con la prensa, organizando actos, desarrollando su mensaje, o cualquiera de los miles de pequeños detalles de una campaña electoral. Hay algo, sin embargo, donde no hace falta ayudarles: en la pasión, el interés, la voluntad de servir y ayudar a su comunidad.
Este pasado martes muchos de estos candidatos, tras meses en campaña, finalmente tuvieron su día en las urnas. En Bridgeport, tres de nuestros candidatos (Wanda Simmons, Aikeem Boyd y Tyler Mack), activistas brillantes, despiertos, honestos, y con unas ganas locas de luchar por su ciudad, ganaron, contra todo pronóstico, las primarias al consejo municipal. Lo hicieron pateando las calles de su barrio, hablando con sus vecinos, explicándoles cómo querían hacer que Bridgeport fuera un sitio más luminoso, más acogedor, con mejores escuelas, más oportunidades, y mejor gobierno.
En Hamden, Laurie Sweet, alguien que lleva años moviéndose, agitando, trabajando para mejorar las cosas fue elegida para el legislativo local. Su promesa es que va a luchar por un gobierno abierto, que haga de las familias trabajadoras su prioridad.
En New Britain, Bobby Sánchez, un maestro de escuela y activista que lleva años representando a sus vecinos en Hartford, fue escogido candidato a la alcaldía. Habló, durante toda la campaña, de cómo se crio en New Britain, y como quiere que las escuelas de la ciudad sean las mejores del estado.
Los políticos locales no son profesionales; cobran entre poco y nada. Simplemente, son gente que ha decidido que lo mejor que pueden hacer durante su tiempo libre es trabajar por la comunidad, intentando que sea un poquito mejor.
Es fácil mirar al mundo y llevarse las manos a la cabeza, quejándose de políticos y como todo va mal. Es mucho más difícil mirar al mundo y levantarnos del sofá para intentar mejorar las cosas. El hecho de que ahí fuera hay gente como Wanda, Aikeem, Tyler, Lorie o Bobby que se preocupan, que trabajan, que hablan, que se desviven por hacer que nuestros ciudades y pueblos sean más lugares más vibrantes, más justos, y más acogedores siempre me llena de esperanza.
Podemos cambiar las cosas. Y hay gente dispuesta a luchar por ello.