“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”
George Orwell
Los puertorriqueños estamos viviendo tiempos de angustia, de ansiedad y frustración. Por momentos pasan por mi mente los horrores de un colapso total. De muchas de las circunstancias adversas que nos rodean hoy podríamos responsabilizar a la madre naturaleza, pero la gran mayoría de estas adversidades han sido creadas por la obsesión del ser humano a su propia destrucción. La aparente inevitabilidad de esa “circunstancia adversa” ha sido en buena parte responsabilidad del mismo hombre que en su desbocada ambición de explotar inmisericordemente su propio hogar está amenazando a los mismos cimientos que la sostienen. El ser humano en su voraz deseo de explotar su medio ambiente ha demostrado que está dispuesto a exponer y mercadear el mundo que lo rodea; a su nación, inclusive a su propia familia. Sin pestañear o que le tiemble el pulso. La insensatez que vivimos no tiene límites. Las esperanzas se desvanecen, porque ese ser humano, en aparente desdén o ignorancia de su propia historia, continúa amenazando a la humanidad.
No darse cuenta de lo que sucede alrededor de uno, es para algunos un escape inconsciente de la realidad en que vive. Para otros, que viven en un limbo existencial, se le podría atribuir a un limitado cociente intelectual o negligencia en su formación educativa que explique su inacción.
Siempre han existido individuos que se aprovechan de la ignorancia de unos y el silencio de otros. Estos explotadores, con una epidermis de acero, huérfanos de dignidad y como habilidosos carteristas utilizan sus miles de artimañas para despojar del patrimonio a los que supuestamente dicen servir. Estos personajes los conocemos como políticos. Muchos de estos se merecen atención especial, no solamente por sus “cualidades” antes descritas, sino por sus repetidos intentos de querer atosigar a todos las “bienandanzas” creadas para satisfacer su propia avaricia e imperdonable prepotencia. Dicen que la vida es como es, pero nos mienten, porque no tenemos que vivir con lo intolerable, ni vivir secuestrados por el silencio, ni justificar lo injustificable.
No tengo el monopolio de lo pragmático o de lo real, pero tampoco soy un iluso. Hoy en Puerto Rico los hechos golpean duramente nuestras ilusiones. No podemos estar sujetos a medias verdades porque la propia información que nos brindan los que controlan el circo político nos indican que estas existieron en el pasado y que continúan existentes en el presente.
Hoy nuestro pueblo decente y dócil tiene que desenmarañar nuevas mentiras y engaños que continúan amenazando a nuestra nación. Tenemos que defender ese fino hilo que nos ata a la cordura, a la dignidad y la decencia.
Ya no se trata de revivir el ya sepultado estadolibrismo. Tampoco se trata de esconderse de los miedos fantasmales del independentismo ni del espejismo de una estadidad que asfixia el entendimiento. Tampoco se trata de la maltratada democracia que le han robado su significado los personeros de esas gangas políticas.
Ahora se trata de defender lo puertorriqueño, ese yo interno, esa dignidad que nos han robado. Tenemos esa obligación con nuestras pasadas y futuras generaciones. Es imprescindible reconocer y combatir los viejos y nuevos engaños que nos han traído a la situación actual. Hoy tenemos un pueblo agotado, cansado, pero no derrotado.
Hemos sido impactados por huracanes, terremotos, sequías y una pandemia que no parece tener fin, pero lastimosamente, dentro de toda esta tragedia hemos continuado permitiendo que inescrupulosos políticos y sus infames secuaces continúen el saqueo del que todavía somos víctimas.
Hemos estado expuestos a la voracidad de explotadores que nos han querido arrancar el último suspiro llevándonos a la ruina, siempre beneficiando a los poderes financieros locales y extranjeros.
Esta semana en Puerto Rico se intentó llevar a cabo unas primarias de los partidos colonialistas de máxima exposición. En el momento que se escriben estas palabras no han podido decidir cuál será el desenlace de esta elección parcial. Lo que se reafirmo es que el liderato de esos dos partidos coloniales no tiene el más mínimo respeto para su pueblo, claramente evidenciando una crasa incompetencia y/o el más burdo intento de robarse unas elecciones. Hasta este momento se ha revelado que se han cometido violaciones a la constitución y a las leyes electorales sin descartar fraude electoral. Este momento marca la primera vez que unas primarias electorales no se pudieron terminar por la incompetencia o por el deliberado intento de robarse dichas elecciones.
Ante un cuadro tan desolador la nación puertorriqueña tiene que optar por un cambio profundo de lo que tiene ahora. Es insostenible la situación actual y las soluciones que ofrecen los partidos políticos colonialistas que lo único que prometen es la entrega y destrucción de nuestro patrimonio para satisfacer las necesidades de ese pequeño grupo que controla el país. Es notable ese desprecio por la gran mayoría del pueblo, que es el que lleva la carga de los desmanes de los gobiernos pasados y presentes. El fracaso de los gobiernos coloniales se hace sentir a diario en el Puerto Rico de hoy. Los modelos estadounidenses han fracasado estrepitosamente en la isla. Las agencias federales estadounidenses que han controlado todo en la isla por los últimos 122 años han servido de perros guardianes a los grandes intereses económicos y son cómplices de la devastación de Puerto Rico.
No existe otra opción sino recuperar a nuestra nación y llevarla al sitial que se merece.
No será fácil, pero no podemos continuar viviendo acorralados.