Una de las cosas que más escasea en nuestro tiempo es el uso de la inteligencia y la sabiduría. Vivimos tan acostumbrados y tan dependientes de la tecnología que a muchos se les ha olvidado pensar. Mientras revisaba unas notas encontré unos pequeños pensamientos que me pusieron a pensar. A la verdad es que el ser humano está hecho para ser un ser pensante y actuar con la sabiduría dada por el Creador. Espero que estos cortos pensamientos anónimos te ayuden a descubrir que si aprendemos a vivir aplicando la sabiduría podremos conocer mejor a los demás y ser mejores como persona.
Entre más vacío, más ruidoso
Caminaba con mi padre, cuando se detuvo en una curva y, después de un pequeño silencio, me preguntó:
– ¿Oyes algo más, que el cantar de los pájaros?
Agudicé mis oídos y algunos segundos después, le respondí:
– Sí, es el ruido de una carreta.
– Eso es, – me dijo. – Es una carreta vacía.
Pregunté a mi padre:
– ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la hemos visto?
Entonces, otra vez mas, me mostró su sabiduría:
– Es muy fácil darse cuenta: “Cuánto mas vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace”
“Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y tratando con superioridad a los demás. Mucha gente habla mucho por que no sabe nada. Y hay aquellos, que no pueden estar, sin el estímulo de parlantes o de un televisor, que impiden todo tipo de diálogo, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:
– “Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace” Y a la vez : “cuánto se regocija el corazón, cuando vemos pasar una carreta repleta de carga preciosa… Silenciosa… Plena.
El verdadero poder
Cuenta la historia que Omizaka Sumaria, el más odiado y temido de los guerreros de todo el ancho mundo, sabiéndose inigualable en ferocidad y destreza en el combate quiso ser el más poderoso de todos los hombres. Por lo tanto buscó, indagó y viajó demasiado hasta comprobar que sólo uno era más poderoso que él sobre la tierra. Ese era Buda, así que partió a buscarlo. No tardó mucho en hallarlo en su templo de la montaña. Allí entró sin previo aviso, rompiendo puertas y pasando sin miramientos sobre todo obstáculo que lo alejara de su contendor; pero cuando estuvo frente a Buda no supo que hacer; aquel ser pequeño, escuálido, enjuto, no podía ser aquel hombre poderoso del que se hablaba tanto. – Vienes a demostrar de qué eres capaz, ¿Cierto? – Preguntó Buda.
– Vengo a demostrar que soy más poderoso que todo, mucho más que tú, mucho más que cualquier fiera de la tierra, bajo ella; del mar o del cielo. – Respondió el otro, confundido aún pero firme.
– Bueno, dijo el primero. Ya que eso es lo que buscas te daré algo que te puede ayudar. Abajo, en la ribera del río existe una pequeña población de labriegos, hombres de paz, que ha sido asolada en los últimos días por un tigre hambriento. ¿Crees ser capaz de demostrar qué tan poderoso eres?…
El guerrero partió sin mediar más palabras, y unas horas después ya regresaba con la sangrante cabeza del animal en sus manos. – Ahí tienes. ¿Necesitas, acaso, otra demostración de mi poder?. – ¡Claro!. Dijo Buda. – No has demostrado nada hasta ahora. Devuelve, por favor, la vida a la criatura. – No puedo… no es posible eso que me pides. Respondió el hombre, visiblemente afectado. – Entonces no eres tan fuerte como crees serlo, no ves acaso que cuando se trata de quitar la vida, puede hacerlo cualquiera, con un poco de suerte o empeño; pero cuando el asunto es dar vida o restaurar una reputación… a muy pocos les es dado. Se requiere demasiado poder y sabiduría.
La solución está en tus manos
Había una vez un rey que respondía con sabiduría todas las preguntas que le hacían; cada súbdito que se presentaba ante él salía con la respuesta justa a su pregunta.
Cierto día un joven celoso de su sabiduría se propuso tenderle una trampa, iría donde el rey y con pequeño pájaro en su mano le preguntaría si éste estaba vivo o muerto, si el rey decía que estaba vivo, él apretaría al pájaro en sus manos y al abrirlas éste abría muerto… y el rey se habrá equivocado; si contestaba que estaba muerto éste lo dejaría volar… y el rey se habrá equivocado, se sentía orgulloso su plan no podía fallar.
Fue así que llegó ante el rey y expuso su pregunta:
– “Dime si éste pájaro que tengo en mis manos está vivo o está muerto”
El rey luego de mirar al joven a los ojos le respondió:
– “Querido amigo porqué me preguntas eso a mí si la respuesta está en tus manos”.
Las opiniones vertidas por Waldemar Gracia no reflejan la posición de la Voz Hispana. Nombres, lugares y circunstancias han sido alterados para proteger la identidad de los personajes citados en la historia.
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