Desesperado por ofrecer buenas noticias antes de las elecciones de noviembre, en septiembre el presidente Joe Biden se atribuyó poderes divinos, declaró “el fin” de la pandemia.
El aumento en los casos de Covid19 lo desmintieron. El alcalde neoyorquino, Eric Adams, llamó a retornar a las mascarillas, para prevenir el Covid19 y otros virus.
Quienes usamos mascarillas iniciando la pandemia, evitamos el Covid19 y el virus de la influenza, que ahora establecieron una alianza estratégica y atacan juntos a sus víctimas.
Hay un trío viral atacando a la humanidad, el SarsCov2, del Covid19, el nuevo Virus Respiratorio Sincitial (RSV por sus siglas en inglés) y el viejo H1N1.
De todos los medios que hay para prevenir ser infectado por uno o los tres virus, la mascarilla se levanta como la mejor primera línea de defensa. Situaciones complejas tienen soluciones simples, la mascarilla nos salvará.
La otra opción es ponernos una vacuna para cada virus, que se encargará de mutar, como todo virus que se respete, obligándonos entonces a ponernos más vacunas.
Cuando Biden decidió “terminar la pandemia” por decreto, solo aumentó las sospechas de que la cuestión tiene un fuerte componente humano y manipulativo, de hecho se comprobó.
Un reciente informe de una comisión del Senado estadounidense concluyó que la pandemia no inició en un mercado, que vino de un “incidente” relacionado con un laboratorio.
La palabra “incidente” resulta inquietante, los “accidentes” son frutos de errores, los “incidentes” son provocados con objetivos claros.
La industria farmacéutica tuvo ganancias astronómicas vendiendo vacunas, imagínese que el laboratorio Moderna, fue creado exclusivamente para producir vacunas contra el Covid19, ese es su único producto.
Y el Foro Económico Mundial llama a “aprovechar” la pandemia para “reiniciar” el sistema político y económico planetario. Entonces, quien no acepte todo esto como fruto del azar, es un fiel creyente de las “teorías conspirativas”.