Por: Waldemar Gracia
Mejor conocido como la enfermedad número uno del siglo XXI, el estrés se ha convertido en el enemigo público número uno. Todos los mensajes nos alertan de los peligros que encierra. Se conoce que la exposición al estrés precipita la aparición de diferentes trastornos psicológicos, desde la ansiedad y los ataques de pánico hasta la depresión.
Sin embargo, existen diferentes tipos de estrés y todos no son necesariamente negativos. De hecho, eventos positivos de la vida que nos hagan particular ilusión, como puede ser una mudanza, la llegada de un hijo o un nuevo proyecto de trabajo, también pueden generar estrés.
¿El estrés; es algo nuevo o algo antiguo?
En la Antigua Grecia, Hipócrates ya se refería a una “enfermedad” como el estrés que combinaba elementos de patetismo (sufrimiento) y ponos (trabajo incesante e implacable). Sin embargo, el concepto de estrés tal y como lo conocemos en la actualidad surgió en 1956, de la mano del Hans Selye. Este endocrinólogo estableció la diferenciación entre el concepto de estrés y el factor estresante, para distinguir entre el estímulo y nuestra respuesta.
¿Qué hace el estrés?
De hecho, se trata de un mecanismo evolutivo que nos activa para afrontar mejor un peligro potencial. La activación del estrés suele seguir un patrón que se repite:
- Se produce un evento estresante y el sistema nervioso autónomo desencadena una respuesta inmediata.
- La respuesta al estrés activa el sistema nervioso simpático, inundando el cuerpo con hormonas como el cortisol y la noradrenalina.
- Esos cambios hormonales agudizan los sentidos, aumentan la frecuencia cardíaca y la presión arterial, aceleran la respiración y sumen el cerebro en un estado de hiperconciencia.
- La parte del cerebro responsable de la calma emocional y la relajación física, el sistema nervioso parasimpático, está sobrepasada.
Cuando nos enfrentamos a un peligro real, esta reacción es muy útil porque nos permite sobrevivir, en especial en entornos particularmente peligrosos como los que existían en el pasado. Sin embargo, nuestra química cerebral de “lucha o huida” se ha mantenido como una característica básica de los procesos psicológicos y se activa incluso cuando no la necesitamos.
¿Hay varios tipos de estrés?
A grandes rasgos, existen dos tipos de estrés: el distrés y el eustrés. El distrés es el estrés negativo que experimentamos cuando nos sentimos desbordados, angustiados y tensos debido a situaciones que percibimos como negativas y amenazantes.
En cambio, el eustrés es un estrés positivo que nos permite reaccionar rápidamente y adaptarnos a los cambios. El problema es que la línea entre el eustrés y el distrés es muy final y fácil de cruzar. De hecho, si las situaciones de eustrés se mantienen a lo largo del tiempo pueden dar lugar al distrés.
1. Estrés basal
La vida cotidiana puede ser estresante. Lidiar con los problemas del trabajo, las obligaciones en el hogar, los compromisos sociales y los conflictos familiares suele producir cierto nivel de activación sostenido a lo largo del tiempo. Se trata de un estrés basal o subyacente con el que nos acostumbramos a lidiar y cuyo nivel varía de una cultura a otra según los retos que presente y de persona a persona según su capacidad para lidiar con esos desafíos.
2. Eustrés
La palabra eustrés está formada por el prefijo griego eu, que significa bueno. Por eso, se utiliza para referirse a un nivel de “estrés bueno”. Este tipo de estrés se caracteriza por durar poco, apenas unas horas o un par de días, de manera que no desencadenaría respuestas psicofisiológicas dañinas a medio y largo plazo.
3. Distrés
El estrés agudo es una reacción intensa del cuerpo ante una amenaza, ya sea real o imaginada, que puede poner en riesgo nuestro bienestar físico o psicológico. Este tipo de estrés suele producirse de repente y su nivel aumenta rápidamente ya que su principal misión es prepararnos para la lucha o la huida.
El estrés agudo es común tras experimentar una situación crítica e inesperada, como puede ser un desastre natural, una agresión, pero también la muerte de una persona significativa o la pérdida del trabajo. Este tipo de estrés consume una enorme cantidad de recursos fisiológicos y emocionales, de manera que, si no se desactiva a tiempo, puede llegar a provocar síntomas físicos en poco tiempo.
Cuando el nivel de estrés es alto y se mantiene a lo largo del tiempo, se hace referencia a un estrés acumulativo o crónico. Cuando nos exponemos constantemente a situaciones que generan tensión y no somos capaces de liberarnos de la angustia que generan, el estrés termina acumulándose y desencadena una serie de reacciones a nivel físico, como la inflamación, que pueden provocar diferentes enfermedades.
Así queda de nuestra parte saber identificar cuando cierta forma de estrés es dañina y cuando puede ser un recurso de utilidad a nuestra disposición.
Referencias:
- Bienertova-Vasku, J. et. Al. (2020) Eustress and Distress: Neither Good Nor Bad, but Rather the Same? BioEssays; 42(7): 1900238.
- Henckens, M. et. Al. (2016) Interindividual differences in stress sensitivity: basal and stress-induced cortisol levels differentially predict neural vigilance processing under stress; 11(4): 663–673.
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Las opiniones vertidas por Waldemar Gracia no reflejan la posición de la Voz Hispana. Nombres, lugares y circunstancias han sido alterados para proteger la identidad de los personajes citados en la historia.
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