Dios nos llama a tener un tiempo a solas con Él. Quiere que oremos infatigablemente, que estudiemos y meditemos en las Escrituras para que Su Palabra penetre en lo más profundo de nuestras almas y espíritus, de modo que podamos crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
La oración debe ser para los creyentes tan vital como el aire que respiramos. Pablo le dijo a Timoteo, su hijo en la fe: “Disciplínate a ti mismo para la piedad” (1 Ti: 4:7). Si no nos disciplinamos y reservamos un tiempo del día para dedicarnos a la oración y al estudio de la Palabra de Dios, jamás podremos llevar una vida cristiana victoriosa.
Con eso en mente, te voy a enseñar a hacer un devocional. Estudiaremos los cinco primeros versos del Salmo 103.
1. Antes de comenzar tu devocional, ruega a Dios para que te dé sabiduría y puedas comprender Su Palabra. Pídele que te ayude a discernir cómo aplicarla diligentemente a tu vida.
2. Familiarízate con el Salmo que estamos estudiando. Haz una lectura completa del texto. Después, reléelo varias veces haciendo pausas en cada uno de los versículos que lo componen. Subraya las palabras que se repiten y reflexiona en lo que el salmista está diciendo. Puedes ayudarte con un comentario bíblico.
3. Determina quién escribió el Salmo. Todo el salterio apunta a Dios como autor. Él fue quien inspiró a varios compositores a escribir estos himnos. El Salmo 103 fue escrito por el rey David. En la primera estrofa, él se habla a sí mismo: “Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser Su santo nombre” (v.1). David había entendido que la verdadera adoración no consiste solamente en una expresión externa, sino que es una alabanza que viene de las profundidades del alma. Por eso exhortó a todo su ser a adorar a Dios. “Bendice, alma mía, al Señor” es un clamor que aparece tres veces en este salmo. Solo un hombre santo puede deleitarse en la santidad de Dios.
4. Detente y medita. ¿Estás adorando a Dios con toda tu mente, con toda tu alma y con todas tus fuerzas? Generalmente, nosotros adoramos a Dios con la mitad de nuestro corazón y la mitad de nuestras fuerzas. ¡Incluso menos! Nuestras mentes están tan cargadas de preocupaciones que no pueden adorar plenamente a Dios. Pero, cuando quitamos los ojos de nosotros mismos, de nuestras angustias y necesidades, y los ponemos en la santidad de Dios, podemos alabarlo con sincera devoción.
David continúa hablando consigo mismo: “Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de Sus beneficios” (v.2). ¿Qué te está enseñando Dios en este versículo? ¿Cómo ha favorecido el Señor a la humanidad? ¿Qué beneficios ha hecho en tu propia vida? ¿De qué manera ha obrado Dios en ti y en las personas que te rodean? ¿Cómo respondes a lo que Dios hizo y hace continuamente en tu vida?
Los hijos de Dios hemos recibido grandes y preciosas bendiciones espirituales que jamás deberíamos olvidar. En este salmo, David hace memoria de las bondades del Señor y lo alaba por cada una de ellas. La gratitud y la alabanza sincera provienen de enumerar y agradecer los beneficios que Dios nos ha dado por medio de Su amado Hijo Jesucristo.
“Él es el que perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus enfermedades; el que rescata de la fosa tu vida, el que te corona de bondad y compasión; el que colma de bienes tus años, para que tu juventud se renueve como el águila” (v. 3-5).
5. Ora. Confiesa tus pecados ante el trono del Señor. Arrepiéntete por los pecados de duda, preocupación y queja. Pon toda tu confianza en el Señor y dale gracias. Antes de terminar tu devocional, comprométete con Dios a aplicar todo lo que has aprendido.
Hacer un devocional diario te ayudará a crecer en santidad y en el conocimiento de Dios. Aprenderás a atesorar Su Palabra en tu corazón y a vivir para dar gloria a Su nombre.
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