Por Juan D. Brito
La cuestión de denominaciones adecuadas para la infinidad de etnias de los habitantes de los Estados Unidos es ahora en la temporada de elecciones y en el Censo 2020 un tema que mueve nuevamente a la controversia ya que cada uno de nosotros quisiera ser llamado de un modo correcto y justo.
Personalmente en las opciones estadísticas no me agrada ser denominado como “others” que me parece altamente ofensivo en la data demográfica y estadísticas vitales del Estado de Connecticut. Necesitamos ser de algún modo individualizados para no caer en el simplismo maniqueísta del presidente Trump para el cual todos los que tenemos ancestro español, caribeño, centroamericano o latinoamericano somos “mexicanos.”
Lo interesante de esta forma en la que nos cataloga un racista supremacista no nos divide ya que la gran mayoría de hispano hablantes con raíces de habla hispana, etnias aztecas, quechuas, mapuches, incas, o guaraníes; solidarizamos con aquellos vilmente insultados por el presidente.
Pero el problema persiste y ha persistido no solamente para nosotros, sino que para la misma población negra de los Estados Unidos cuya gran mayoría tiene su origen en los africanos secuestrados en el continente de África y transportados de un modo brutal en galeones como meras mercancías a las colonias de este país o a los virreinatos españoles o portugueses.
En una oportunidad fui confrontado por una estudiante universitaria negra quien me dijo que no era afroamericana, sino que negra americana. Ya la palabra “negro” había sido denunciada por los activistas de esta raza por sus connotaciones racistas utilizadas en los estados del sur de este país. Se había iniciado el periodo en que la comunidad de esta raza rescataba sus orígenes en Africa y por lo tanto comenzaba una controversia que aún persiste.
Para mi sorpresa en la universidad le preguntaba a un estudiante si era mexicano ante lo cual me respondió con vehemencia, no, yo soy “chicano.” Después, a través de lecturas me enteraba de que la amplia región del suroeste de los Estados Unidos pertenecía antes de 1846 a México. La guerra entre ambos países que se extendió entre 1846 y 1848 tuvo consecuencias nefastas para este país hispano hablante porque en el tratado Guadalupe-Hidalgo, México vende a los Estados Unidos dos tercios de su territorio. Automáticamente y al igual como los Estados Unidos exigieron a Puerto Rico como botín de guerra después de la contienda en contra del ya frágil imperio español, a los puertorriqueños se les comienza a imponer el idioma ingles y la religión protestante cuestión que en este último caso nunca se ha logrado.
¿Es que, como una nación con ancestros peninsulares españoles por cinco siglos puede asimilarse a un país que se establece como independiente en un poco más de dos siglos?
En el caso de México, la población de este origen y que permanece en lo que fue su territorio, se ven forzados a un proceso de asimilación cultural y lingüística que unido en la década de los sesenta a los trabajadores inmigrantes llamados Braceros, forjan y reafirman el término “chicanos,” grupo que habla inglés y asume las costumbres y cultura de este país.
En el caso de México, fenómenos históricos y demográficos establecen una denominación para una gran proporción de mexicanos del sur oeste de los Estados Unidos que encuentran una categoría que les interpreta y unifica.
Durante la lucha por los derechos civiles, pero referida a la región Este del continente, la así llamada minoría incluía a mexicanos, puertorriqueños y cubanos como lo demuestran las estadísticas demográficas de ese tiempo. Sin embargo y esto todavía sigue en discusión y porque el idioma español describe a sus usuarios por cuestión de genero y los sustantivos son femeninos o masculinos; el debate prosigue con el uso de las palabras latinos o latinas, hispanos o hispanas, hispanos hablantes o hispanas hablantes buscando una esperada unidad frente a la población de la raza blanca que también se describe de acuerdo a su nacionalidad tales como italianos, polacos, rusos, alemanes, irlandeses, o escoceses, por mencionar a algunos de estos grupos inmigrantes a USA. Recordemos que los Estados Unidos es una aleación todavía en proceso de múltiples nacionalidades de inmigrantes
Pero el tema con nosotros los hispanos parlantes todavía sigue porque muchos preferirían ser llamados por su país de procedencia sea puertorriqueño, cubano, boliviano, peruano, chileno, mexicano dominicano, hondureños, colombiano, venezolano, uruguayo, paraguayo, o salvadoreño, entre otras nacionalidades.
Los cuestionarios de encuestas no dan la opción de latinos o hispanos porque nuestra lengua es una de raíces romances provenientes del latín, o porque el idioma que hablamos proviene del castellano que en las últimas décadas se ha descrito más bien como el español.
Para complicar todavía más el asunto, hace algunos años y mientras discutíamos como denominar lo que se denominaba la Noche Latina, un estadounidense propuso una palabra nueva para denominar el evento: “Latinex.” Esto creo malestar entre los componentes de ese comité asesor y según se supo, la palabrita a la que bautizamos como anglosomething, se había comenzado a utilizar en el seno de universidades que deseaban imponer un término mediático para esta minoría con tantos orígenes y disimiles trayectorias en la historia de inmigraciones de los Estados Unidos.
La principal crítica al calificativo de Latinex fue de tipo lingüístico ya que la consonante “x” no se pronuncia como “ek” en español, aunque ya en el sector de California se ha tratado de implementar la palabra “Chicanx.” Esta se usó en una revista llamada Artnews que destaca con un gran encabezamiento un artículo denominado “Pacific Satandard Time La/La por el arte Latinoamericano y ya las exas latinixs son el centro de la historia del arte.” ¿Qué es eso de exas y latinixs?
Para nuestra tranquilidad, esta nueva palabra que intenta reducirnos a una minoría Latinx no ha sido aceptada en el Diccionario enciclopédico de Oxford ni en el Merriam. Sin embargo, recibí una saludable critica cuando utilicé la palabra “latinoamericanos” para referirme a hombres y mujeres. Según la amigable censura me aconsejaron escribir la palabra “latinoameric@nos” para incluir al sexo femenino.
Es que estamos aprendiendo, pero en Connecticut es importante rechazar la denominación “others” para referirse a nosotros con ancestros indoamericanos.