La democracia es un sistema de gobierno extraordinario que merece ser defendido. Esta es la clase de líneas que uno espera escribir en un editorial en mi Venezuela natal o en algún otro país de América Latina con inflación de tres dígitos, generales inquietos y guerrillas ocasionales, pero estos días es necesario decir esta clase de cosas aquí, en Estados Unidos, porque esta es una idea que uno de los dos grandes partidos políticos del país parece no querer defender.
Tras la derrota electoral del 2020, el presidente saliente Donald Trump intentó dar un autogolpe de estado. Esta es la única forma de describirlo, me temo; no sé si será por pudor o falta de costumbre, pero los medios americanos parecen incapaces de llamar a las cosas por su nombre. Trump se inventó que había fraude electoral, intentó toda clase de maniobras legales para invalidar el resultado de las urnas, y en vista de su fracaso, envió una turba enfurecida al legislativo para evitar que nombraran a su sucesor.
Los hechos son claros. Cualquier político que crea en la democracia debería repudiar y condenar las acciones de este individuo y declarar, firmemente, que aceptará el resultado que indiquen las urnas. Por desgracia, el partido republicano en Connecticut acaba de nominar en sus elecciones primarias a dos candidatos que se declaran abiertamente admirados del ex- presidente Trump – y que incluso repiten su retórica antidemocrática.
Empecemos por Dominic Rapini, el que será candidato del GOP este noviembre para el cargo de secretario del estado, y, por ende, quien se encargaría de gestionar las elecciones en Connecticut si gana las elecciones. Rapini lleva, desde el 2020, cuestionando el resultado de las elecciones presidenciales, negándose a responder en múltiples ocasiones si Biden fue escogido de manera legítima. Durante años, Rapini dirigió una organización que “investigaba el fraude electoral” en Connecticut. Lo único que consiguió, tras denunciar decenas de conspiraciones absurdas, es que la comisión electoral del estado le echara bronca por pelma y que les dejara de enviar fantasías.
Rapini, obviamente, se presenta con un programa electoral donde su principal objetivo es hacer que votar sea tan difícil como sea posible, creando toda clase de restricciones y requisitos para poder votar con tal de combatir ese “fraude” inexistente. Como a Trump, a Rapini no le importa la democracia demasiado; sólo quiere que los suyos ganen las elecciones.
La otra ganadora en estas primarias fue Leora Levy, que será la candidata republicana al senado. Levy es una trumpista entusiasta que ha abrazado todas las ideas de Trump, desde un anti- abortismo radical a una completa oposición a limitar el acceso a armas de fuego. Durante la campaña, Levy no solo alabó a Trump sino que trabajó activamente para que este le apoyara. Es alguien que ha disculpado el asalto al Capitolio, por descontado, como algo irrelevante que no merece ser investigado.
Levy y Rapini no son personajes inusuales dentro del partido republicano en Connecticut. Es más, son tolerados y aceptados sin problema, ya que llevan años en el centro del partido. Levy fue la directora de finanzas del candidato a gobernador Bob Stefanowski, que está tan encantado con ella como para donar miles de dólares a su campaña. El GOP en Connecticut es indudablemente un partido trumpista que va a acudir a las urnas con un negacionista electoral y alguien que se ha pasado la campaña alabando a Trump y tomando las posiciones más extremas posibles en cualquier tema imaginable.
Creo que vale la pena repetir lo evidente, pero la democracia es algo bueno. En noviembre Connecticut necesita escoger a un secretario del estado que quiera defenderla, no negar la voz de las urnas. Necesitamos expandir la participación, no restringirla. Y desde luego, no podemos permitirnos tener a nuestras instituciones llenas de admiradores de alguien que intentó dar un golpe de estado en este bendito país.
Connecticut merece gobernantes que quieren crear oportunidades para todos, que los trabajadores sean tratados con respeto, hacer nuestros barrios y ciudades más seguros, proteger nuestros derechos, mejorar el acceso a la vivienda, hacer que ir al médico no cueste una fortuna. Flirtear con golpistas y expresidentes aficionados a robar documentos secretos no es el camino – y debemos hacer todo lo posible para derrotarles en noviembre en las urnas.
_____________________
*Roger Senserrich, Communications Director Working Families Party, Connecticut