“He sentido exasperación, odio hacia la necedad y la mala fe, y he tenido tanta sed de verdad y de justicia que he comprendido hasta qué punto los más generosos impulsos pueden llevar a un pacifico ciudadano al martirio. Porque en verdad, el espectáculo ha sido inaudito, ha superado en brutalidad, en desfachatez, en declaraciones indignas, los peores instintos, las mayores bajezas jamás confesadas por la bestia humana.”
Emile Zola -Intelectual francés. Fragmento de su crítica en el caso Dreyfus- 1897.
Sí, son simplemente dos palabras. Nuestro idioma que nos enriquece y expande nuestro conocimiento, nos ofrece palabras como las subrayadas arriba que tienen el mismo sentido, ya sea en la Patagonia o en la frontera que colinda con los Estados Unidos de América (EEUUAA). Quizás el acento es diferente, pero el significado despreciativo y degradante con que se han utilizado estas dos palabras en nuestra América han sido una realidad histórica. Las etnias indígenas, asiáticas, negras y blancas, además de personas de diferente género la han escuchado mil veces. Algunos les gusta pretender definir con esas dos palabras la relación social – económica en que les gustaría estar. Otros sencillamente, con la arrogancia y la garra que acompaña a los que controlan el mundo económico – político, desprecian con poca sutileza a: “¡Esa Gente!”. Pero la mayoría reconoce la hiriente referencia por su alto contenido ofensivo.
Esta pasada semana, en los EEUUAA, “¡Esa Gente!”, hartos de las injusticias, degradaciones e injurias de las que por siglos han sido víctimas, están enviando un mensaje claro en donde a la teoría se le añade su nefasta experiencia, confirmando una vez más las diferencias entre “Esa Gente” y los “Otros”, esa minoría que se creen ser los dueños del mundo.
Como la pandemia que afecta al mundo entero, este otro virus también es global. Puerto Rico no es una excepción. El racismo, el clasismo y todos esos elementos que ponen al desnudo una angustiosa y dolorosa discriminación contra aquellos que no llenan los requisitos de una minoría hueca y sin valores, parece llevarnos a la inevitable confrontación. En Puerto Rico se vivió, en el verano del 2019, lo que fue una muestra del coraje acumulado por siglos en una sociedad reprimida y silenciada.
Los puertorriqueños a pesar de nuestra aletargada condición de colonizados y con gobernantes de escasa verticalidad ejerciendo todas sus corruptas mañas, tratando de impedir ese estallido que estremeció a la nación ese verano.
No lo lograron, porque lo impredecible ocurrió.
Todavía hay muchos que piensan que todo fue en vano. ¡Cuidado!
“Esa Gente”, los indignados, los sufridos, los marginados, los que son víctimas de un sistema político -económico que no satisface las necesidades básicas de ellos y donde el virus de la codicia corporativa amenaza con eliminar los más elementales rasgos de humanismo y dignidad, demostraron por un breve momento la capacidad de grandes transformaciones.
“Esa Gente” no son producto de la imaginación de un niño privilegiado.
“Esa Gente” existe, vive en las grandes ciudades y en los más recónditos lugares del universo. Son los desempleados, son las víctimas de una violencia aterradora, son los que sufren por las deficiencias de unos comercializados servicios médicos, son los que no tienen una educación transformadora, son los que reconocen que están perdiendo su patrimonio nacional, son los que se enajenan ante el dolor de sus circunstancias, son los que sufren hambre.
Son “Esa Gente”, esa mayoría de la población mundial. Los que se indignan. Los que se lanzan a la calle.
Sí, los “Otros” también existen. Son los que, como realeza antigua, creen que por sus venas corre la sangre del privilegiado, se creen que hay que rendirle pleitesía como a los antiguos soberanos. Los pueblos ya conocen a los del nuevo cuño, como los Rosello y los Trump, para mencionar un par. Ven a los aspirantes a mediocre, que nunca llegan. Han visto a los calcos de los delincuentes del pasado, esos políticos de poca monta que están dispuestos a cualquier cosa. No hay duda de que se podrían seguir añadiendo nombres locales, nacionales o internacionales. No hace falta, son harto conocidos.
A esos poco les importa “Esa Gente”. Excepto cuando quieren coronarse como los reyezuelos de la comarca, entonces adulan, saludan y escuchan hasta que regresan a sus seguros y prístinos vecindarios donde apresuradamente se desvinculan de cualquier contacto con “Esa Gente”.
En Puerto Rico nadie se equivoca cuando le escriben el libreto a cualquiera de esos malandrines. El lapso lingüístico de no haber dicho lo correcto políticamente no fue intencional, es natural. Son así. Poco le importa los de abajo. Son los que se creen tener la exclusividad de sustentar el poder.
Juan Carlos de España, todavía creía que los dioses le otorgaron permiso para mandar a callar al que él le diera la gana. Se equivoco.
Al Trump estadounidense en complicidad con sus ambiciosos secuaces le susurraron en la noche ponerle freno a los indignados en las calles, mientras él se escondía, lleno de pavor en el fortalecido sótano de su residencia.
Elocuente conducta de un “hombre de estado”, de un bravucón, torpe y engreído.
El número es interminable de esos y esas que su única ilusión es ser poderosos.
La historia los condenara.
No estoy seguro lo que “Esa Gente” va a hacer y mucho menos me atrevería adivinar lo que la mayoría finalmente logre. Sabemos que estamos en un mundo cambiante. Igualmente sabemos que los niveles de desesperación están llegando a su límite.
“Esa Gente”, esa gran mayoría de la población mundial tiene una gran responsabilidad con las generaciones presentes y futuras y la violencia por más sutil que sea engendra violencia. Tengamos eso siempre en cuenta.
Hagamos justicia.