Por Lucy Gellman
NEWHAVENARTS.ORG
Marcos Sánchez llegó al liceo de su barrio cuando soñaba con incursionar en la industria de la música. Diecinueve años y un premio Grammy Latino después, está devolviendo algo a sus estudiantes.
El martes, el productor y músico ganador de un Grammy, visitó a los estudiantes de teoría musical y al profesor Patrick Smith, en la Escuela Secundaria Cooperative Arts & Humanities High School (Co-Op), donde las clases han sido a distancia desde el comienzo del año, debido al COVID-19.
En una conversación de una hora de duración, que abarcó temas como New Haven, Puerto Rico, el trabajo de producción, el racismo estructural y la teoría musical, alentó a los estudiantes a intensificar sus estudios, incluso mientras estudian en sus casas. Marcos se integró a la clase, desde su estudio casero, que construyó hace siete años en Puerto Rico.
“Ha pasado mucho tiempo”, dijo alegre mientras saludaba a sus antiguos profesores Smith y Harriet Alfred, que aún están en la escuela. “La escuela Co-Op es parte importante de lo que hago cada día. Pasar por allá, me ayudó a definir lo que quiero hacer en el futuro”.
Esa disposición proviene de su propia experiencia en New Haven, donde nació hace 36 años. Sánchez creció en la Avenida del Congreso, hijo de un ministro pentecostal en un hogar orgullosamente puertorriqueño.
La iglesia le puso la música en la sangre antes de que la educación formal lo hiciera: su primera experiencia con la batería y el piano fue antes de su quinto cumpleaños. Pasaría una década antes de que escuchara a alguien usar las palabras “teoría musical”.
De niño, Sánchez asistió a la Escuela Truman, un gran edificio de ladrillos que se levanta en la Washington Avenue, justo antes del Bulevar Ella T. Grasso. Fue allí donde conoció a Alfred, quien trabajaba en las escuelas primarias de la ciudad antes de ser transferido a Co-Op a finales de los 90. Durante semanas, Marcos suplicó que ella le permitiera usar el piano que estaba en su clase.
Cuando finalmente accedió, Harriet se dio cuenta de que Sánchez podía tocar y quería tener una vida alrededor del instrumento. Este martes, antes de sonreír ampliamente, ella elogió su ética de trabajo.
“Marcos, no has cambiado”, dijo, mientras miraba atentamente a los estudiantes llegando”.
Mientras los estudiantes entraban, Sánchez recordaba su pasado para hablar de su presente. De la escuela Truman, el joven músico fue a la escuela Roberto Clemente Leadership Academy y luego a la Co-Op.
Conoció a Smith en su segundo año, cuando empezaba a producir cintas musicales de prueba y Smith era una cara nueva en los pasillos. Recordó que pasaba las tardes en la Escuela de Música del barrio, donde era estudiante con Jesse Hameen.
“Sabía que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida”, dijo de sus días en la Co-Op. “No hay excusa. Tienes que hacer que ocurra, [y] creer en lo que estás haciendo”.
Smith le dijo a Sánchez, que los artistas no pueden saber cuándo recibirán una llamada que podría cambiar sus vidas, sus carreras. El martes, Smith añadió un segundo refrán: “No es la escuela a la que vas a ir. Es la persona que llevas a la escuela contigo”.
Los Grammy Latinos comenzaron en septiembre de 2000, en el otoño del año escolar final de Sánchez y a sólo dos meses de su 16º cumpleaños. Antes de graduarse en 2001, Sánchez le dijo a Smith que pensaba que iba a ganar uno de los premios. Smith escuchó atentamente lo que decía el muchacho: y creyó en las palabras del joven músico.
Smith fue testigo de cómo Sánchez firmó un contrato con Sony y realizó eventos a gran escala, incluyendo American Idol en Puerto Rico. Cuando el músico ganó ese Grammy en 2018, llevó a su profesor de teoría musical a la ceremonia.
Mientras hablaba, Sánchez destacó que la música no es en ningún caso un acto solitario: siempre se trabaja con un equipo, ya sea en el estudio o en un escenario.
Es un estilo que aprendió en la Co-Op, algo entre “ tratar de ser el mejor pianista” que pudiera ser y refinar sus habilidades con la trompeta, el saxofón, la guitarra y la batería.
Aconsejó a los estudiantes que siguieran haciendo y grabando música desde sus casas, aunque fuera contando únicamente con un equipo mínimo y sistemas de grabación improvisados. Smith señaló que los estudiantes se han orientado por ese método mientras ensayan con una grabación de varias partes de “Oye Como Va” que él ahora está monitoreando y combinando.
Esas mismas aptitudes han ayudado a Sánchez durante la pandemia. Cuando COVID-19 llegó a los Estados Unidos a finales de febrero y principios de marzo, andaba de gira por México. A los pocos días, voló a su casa de Puerto Rico.
Por primera vez en años, en su estudio reinaba la tranquilidad. Su agenda de trabajo se desinfló. Él considera que perdió 15.000 dólares en una sola semana por las actuaciones canceladas.
En medio de la rara tranquilidad, Marcos se dio cuenta de que disponía de más tiempo de lo común y poco apropiado para practicar. Sacó libros de teoría musical. Comenzó a estudiar a Johann Sebastian Bach, una relativa novedad que compartió con la sala de clases con el mismo tono desenvuelto que se usa para comer Wheaties…
También continuó con un ritual diario: salir a correr y escuchar las 40 canciones más populares, sólo para analizarlas.
En lugar de dejarse caer en depresión por el COVID-19, se esforzó por practicar sus técnicas todos los días. Instó a los estudiantes a hacer lo mismo.
Cuando los productores de discos empezaron a salir de la etapa de hibernación, él estaba listo, esperando. Desde su casa en Puerto Rico, trabajó con artistas que habían pasado los últimos ocho meses encerrados grabando.
Consiguió un importante contrato discográfico para grabar un álbum en español, que aún no ha sido estrenado (los estudiantes de coproducción tienen la exclusiva, bromeó; el resto del mundo tendrá que esperar su turno).
Mientras hablaba, las preguntas fluían durante el conversatorio. Entre las preguntas sobre el equipo de grabación y su plan de emergencia (realmente no había ninguno, dijo), la estudiante de último año, Kiana Flores, virtualmente se entusiasmó. Flores vive en el barrio de Fair Haven de la ciudad, donde participa activamente en el Movimiento Climático de New Haven.
“Los estudiantes de las escuelas públicas, especialmente en el NHPS (sistema escolar de New Haven), quizá sientan que asistiendo a estas escuelas pueden quedar en una situación de desventaja”, escribió. “ ¿Pasaste por estos momentos y, si es así, ¿cómo los superaste?”
Sánchez se quedó callado durante una fracción de segundo, reflexionando sobre la pregunta. Luego agarró un brillante gramófono de oro, del tamaño de una botella. Fue el Latin Grammy que ganó hace dos años, por el 25/7 de Victor Manuelle.
“La razón por la que hago esto es porque vengo del distrito escolar público de New Haven”, dijo. “Crecí en la Congress Avenue. Vengo directamente del Hill. Nunca me he considerado como estando en desventaja. Siento que, si realmente lo quieres, lo lograrás. Tienes que mantener la concentración. No dejes que nada obstruya tu perspectiva”.
Pero admitió, que también se ha encontrado con colegas productores y ejecutivos, que lo subestiman porque es puertorriqueño.
Smith relató a la clase, una historia del 2018, la misma noche en que Sánchez ganó su primer Grammy Latino. Estaba con Sánchez en Las Vegas, y era el único blanco en un grupo de ocho a diez personas.
Fueron a un restaurante a comer, pero estaba abarrotado. Cuando vieron una silla vacía, al lado de un cliente blanco, sin dudarlo, Smith la pidió.
Dijo que más nadie en el grupo se sentía cómodo solicitando aquella mesa. Para Smith, esto es lo que llamó, representación del racismo generalizado y las microagresiones endémicas, no sólo dentro del país, sino también dentro de la industria musical.
“Pero no puedo comparar eso con lo que está pasando la comunidad afroamericana”, dijo Sánchez, observando que se ha mantenido muy cerca de su compañero de estudios, Aaron Mitchell, un ejecutivo negro de Netflix.
Su respuesta, dijo, está en su música. “Si alguien no puede respetarme, entonces con todo el respeto, me voy”, dijo. Una vez dicho esto, retornó a la clase y los estudiantes. Dijo que quería escuchar algo de Bossa Nova, las notas listas bajo la punta de sus dedos. Les instó a que siguieran con sus estudios.
“Se necesita mucha disciplina”, dijo antes de salir de la clase. “Si ustedes no desarrollan eso en la escuela secundaria, no lo van a conseguir”.