Cierto día, mientras Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea, vio a dos hermanos. Simón, también llamado Pedro, y Andrés, ambos echaban la red al agua, porque vivían de la pesca. Y Jesús les dijo: “Vengan en pos de Mí, y Yo los haré pescadores de hombres”. Enseguida dejaron las redes y lo siguieron (Mt.4:19).
Un poco más adelante por la orilla del mar, Jesús vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca con su padre remendando las redes. Y también los llamó para que lo siguieran. Y dejando atrás la barca y a su padre, lo siguieron de inmediato” (Mt. 4:22).
Cuando los primeros discípulos siguieron a Jesús no consideraron el costo de su decisión. En un principio, los cautivó la autoridad con la que enseñaba y sus poderes milagrosos. Con el transcurrir del tiempo descubrieron el elevado costo de seguir a Cristo. Sin embargo, Jesús fue sincero con ellos desde el inicio. No los engañó ni los manipuló para que lo siguieran. No les prometió fama ni riquezas vanas. Tampoco les aseguró que seguirlo sería fácil. La Biblia dice: “Llamando Jesús a la multitud y a Sus discípulos, les dijo: «Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame” (Mr. 8:34).
Jesús les advirtió a sus discípulos que iban a padecer aflicciones por su causa, y que debían estar dispuestos a morir. De la manera más clara posible les aseguró que para alcanzar la gloria celestial les era necesario padecer. “Si alguien viene a Mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser Mi discípulo. El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser Mi discípulo” (Lc. 14:25).
Cristo no quiso decir que tenemos que despreciar a nuestros seres queridos para poder seguirlo. Él enseñó que ningún amor terrenal debe ser mayor que el amor que le debemos a Dios. Por esa razón, instó a sus seguidores a calcular el costo de seguirlo. “Porque, ¿quién de ustedes, deseando edificar una torre, no se sienta primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla? No sea que cuando haya echado los cimientos y no pueda terminar, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo: “Este hombre comenzó a edificar y no pudo terminar” (Lc. 14:28).
Jesús exige obediencia. “Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en práctica, les mostraré a quién es semejante: es semejante a un hombre que al edificar una casa, cavó hondo y echó cimiento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el torrente dio con fuerza contra aquella casa, pero no pudo moverla porque había sido bien construida” (Lc. 6:47-48).
Jesús es el Salvador que murió en agonía para satisfacer la ira de un Dios santo y perdonar los pecados de la humanidad. Cuando alguien toma la decisión de seguirlo debe estar dispuesto a dejar atrás su vieja manera de ser, sus posesiones, ambiciones personales, placeres y familia. Debe arrepentirse genuinamente de sus pecados para seguir sus pisadas y obedecerlo fielmente.
Si te estás preguntando si vale la pena ser cristiano. La absoluta verdad del evangelio es que el costo es alto, pero la recompensa es incalculable: salvación y vida eterna.
Si quieres leer más artículos, sígueme en mis redes sociales:
Facebook: Reflexiones Cristianas Vive la Palabra
Instagram: @lilivivelapalabra
Blog: Vivelapalabra.com