NUEVA YORK (AP) — Johanna Valle conoce bien el temor que se refleja en los rostros de los inmigrantes que acuden a las cortes de migración. Ahora ocupa un asiento cerca del juez, pero durante años vivió en carne propia el proceso judicial tras haber cruzado el Río Bravo en un neumático y sufrir una deportación que la devolvió a su natal Nicaragua en 1997.
Valle es una intérprete de español que es enviada a las cortes migratorias de todo Estados Unidos para que los jueces puedan entender a los migrantes de habla hispana.
Sin embargo, antes de ser intérprete esta mujer de 50 años pasó más de dos décadas como inmigrante sin autorización para residir en el país, con miedo a trabajar o ser separada de sus hijos, nacidos en Estados Unidos.
“Yo les veo el miedo, yo les veo la necesidad de querer entender qué les está pasando, de entender lo que se les está diciendo, porque a veces se les ve en las caras que no entienden, aunque se lo estamos diciendo en español”, dijo Valle a The Associated Press. “Yo conozco esas caras porque yo la tenía antes”.
Últimamente Valle trabaja mucho. La intérprete sospecha que se debe al fuerte aumento en la llegada de familias latinoamericanas a la frontera entre México y Estados Unidos que se ha registrado desde que el presidente Joe Biden llegó a la Casa Blanca. Y las cifras de menores no acompañados han batido récords.
El gobierno estadounidense anunció recientemente que, aunque se opone, por una orden judicial reinstaurará el plan “Permanecer en México” por medio del cual familias y adultos que piden asilo deben esperar en territorio mexicano sus audiencias en las cortes migratorias estadounidenses. A los menores no acompañados no se les aplica ese programa.
Valle salió de Nicaragua con su madre, una hermana y dos sobrinos en 1988, cuando el país vivía una guerra civil entre los contras y los sandinistas. Su madre había sido interrogada por las autoridades debido a que había sacado a un hijo del país para evitar que hiciera el servicio militar obligatorio.
Tras llegar a México, otro de los hermanos de Valle, que vivía en California, fue a recoger a la familia a la frontera con Estados Unidos en el Río Bravo, en Texas.
Los Valle cruzaron el río en neumáticos. Cuando ya en territorio estadounidense el hermano los llevaba en su automóvil, fueron parados por la patrulla fronteriza en la carretera. Permanecieron detenidos unos días y luego iniciaron una nueva vida en California, donde Valle y su familia tenían que presentarse a las citas en la corte de migración.
Su madre logró obtener el asilo, pero la abogada de la familia le dijo a Valle que ella probablemente no lo conseguiría: la persecución por parte de las autoridades nicaragüenses la había sufrido su madre, no ella, y Violeta Chamorro, una aliada de Estados Unidos, era entonces presidenta de Nicaragua. Justificar su asilo resultaba más difícil, le dijo la abogada.