“¿Por qué mi dolor nunca termina? ¿Por qué mi herida es incurable, rebelde a toda curación?
Te has vuelto para mí como el agua engañosa de un espejismo.”
Cada día trae sus propios desafíos, y muchas veces es difícil sonreír por más que quisiéramos, mientras los pensamientos negativos invaden nuestra mente, nos enfocamos en la dura situación de nuestro diario vivir, que parece nunca terminar.
Hay muchos caminos en la vida que nosotros escogemos libremente, hay que tomar decisiones en medio de tantas opciones; es por ellos que muchas veces nos equivocamos, cometemos tantos errores, que se van incrustando como espinas en el alma.
Hay días que tan solo tenemos el deseo de sentir un abrazo, otras veces, quizá quedarnos inmóviles en medio de la noche silente. Desesperados por encontrar una respuesta a todas las cuestiones que resuenan en nuestra cabeza, o quizá armar el rompecabezas de nuestra vida con piezas que encajen a la perfección, pero que, en realidad, no lo logramos.
Muchas veces el alma se siente ha desboronar, y parece que se escapa en cada suspiro, mientras la vista se nubla, se siente como las lágrimas resbalan, en ese mismo momento cuando las preguntas se acaban, ya que ni siquiera hay fuerzas para cuestionar, mucho menos para encontrar una solución a lo que pasa.
“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?” Exclamó el salmista David en cierta ocasión. Estar en conexión con tu interior implica ser consciente de tu propia esencia y actuar en sintonía con ella. Significa aceptar tu propio ser, tal cual es y cómo se presenta, dedicando tiempo y espacio para comprender lo que sientes y cómo lo sientes.
Conectar con nuestro interior es alcanzar la ecuanimidad, la coherencia y la honestidad entre lo que pensamos, sentimos y hacemos. Para ello, es vital aprender a escucharnos e identificar con objetividad lo que realmente somos.
La duda y la incredulidad son un gran problema para todos; estas son negativas y desalentadoras, nos hacen tomar pobres decisiones que hacen la vida más difícil, nos hacen desear cosas que no poseemos en el momento; se olvida de disfrutar el presente y se lamenta del pasando, y de esta manera, se vive dentro de un futuro incierto.
Necesitamos dejar de desear cosas y decidir cambiar nuestras mentes, tomar decisiones con sabiduría y cautela, de tal forma que podamos superar nuestras pruebas y tribulaciones; subir la escalera del éxito paso a paso, y no querer saltar al último escalón sin haber dado el primer paso.
Cuando el tiempo pasa y no vemos los resultados que deseamos, comenzamos a cuestionarnos cosas que en otro tiempo eran incuestionables, empezamos a dudar de aquello que hasta ayer eran certezas, y dejamos de lado todo aquello que en el pasado prometimos nunca abandonar.
Leí una historia de un hombre que fue llamado a conquistar naciones. En un momento determinado de su vida, él se da cuenta que las cosas no estaban saliendo como esperaba, y a raíz de esa situación, entra en un período depresivo. De pronto, se olvidó de todo lo bueno, se centró demasiado en lo que estaba viviendo y en aquello que el pueblo mismo le proponía, y de esa forma, llega al punto de preguntarse si acaso sea una realidad todas las victorias que ya había ganado.
En primer lugar, la duda se produce por la ausencia de resultados positivos en aquello que hacemos. Cuando las cosas no salen como esperamos dudamos de todo, aun de nuestra existencia en esta tierra. ¡Nunca hay que permitir que eso pase! Es muy fácil dejarse llevar por lo que vemos, pero es justamente ahí donde hay que comprender la magnitud de nuestra existencia y de nuestro propósito.
En segundo lugar, la duda produce que las cosas se vean mucho más grandes de lo que en realidad son, un problema circunstancial o pasajero se ve como algo eterno, de difícil resolución. Las cosas no son fáciles, y el éxito no lo conseguiremos de la noche a la mañana, pero con mucha perseverancia, dedicación, fe y amor, conquistaremos los anhelos de nuestro corazón.
En tercer lugar, la duda provoca un cambio en los pensamientos, las personas se vuelven tan negativas que ni siquiera permiten que se les ayude. La duda provoca un cambio en nuestro lenguaje; dejamos de hablar de cosas positivas y de esperanza, para comenzar a cuestionarlo todo.
Por último, la queja provocada por la duda nunca ha cambiado nada, al contrario, solo suele agravar el cuadro de quien está inmerso en ella.
Hay que cuidar que la incertidumbre no se vuelva nuestra compañera, y cerrarle la puerta tan pronto ande rondando, porque esta apuntará a dominarnos, y una vez que lo logre, toda la vida se tornará en un monumento a la queja.
Tienes que estar seguro de ti mismo antes de intentar ganar un premio. La batalla de la vida no siempre la gana la persona más fuerte o la más ligera, porque tarde o temprano quien gana es aquél que cree que puede hacerlo.