Pregunta
Tía Julia:
Espero que se encuentre bien y respirando para que continúe aconsejándonos en este mundo turbulento donde reina la ignominia y las cosas están más confundidas que las cajas con documentos que hurtó desde la Casa Blanca el malhechor un día 21 de enero del 2021. Como tuvo que irse después que le falló el autogolpe, se llevó todo lo que pudo, incluso a la Melania a la que, según él, los agentes del FBI le revolvieron los pantis buscando cuerpos del delito.
Entrando al tema, le diré que con mi esposo nos casamos hace unos doce años y no me puedo quejar ya que provee bien el hogar, me atiende, es cariñoso, sabe cocinar los cuyes y hace unos ceviches tan sabrosos que le han pedido que haga demostraciones en el Taste of Hartford, pero tiene que sacar licencia con el Departamento de Salud por lo de la viruela del monito. ¡Ay, Dios!
Yendo al tema de hoy día, como dice la doctora Polo a quien se le está gastando el martillo, quisiera compartir con usted y sus lectoras un problema que me mortifica.
Mi esposo cuando se bebe dos vasos de vino se pone gracioso y le da por contar chistes, chirigotas, chuscadas y chascarros a veces muy sobrepasados.
Lo malo de esto es que esta comicidad no la despliega en el seno sagrado del hogar, como decía mi abuelita; sino que escoge situaciones sociales tales como novenas, matrimonios, bautizos, velorios o reuniones familiares donde se ha servido alcohol.
En la casa es más seco que una gárgara de momia ya que no se ríe ni con un documental de Steve Bannon hablando de democracia. Usualmente tiene la cara muy pareja y lisa por lo que me he enterado de que sus vecinos en Huailas le decían Cara de Concreto.
Sin embargo, una vez que haya audiencia y beba, este hombre se toma libertades infinitas e impredecibles. El otro día fuimos a un programita en la casa de unos devotos de la Virgencita del Sagrado Nombre, y como Dixon, que es el nombre de mi cónyuge se había ya bebido dos vasos de chicha en la casa de un amigo; de partida le preguntó al dueño de casa que es un abuelito serio y uno de los capataces de una hermandad, “mire Don Raymond, ¿sabe usted lo que le dijo un gato a una gata?,” el pobre señor no sabía y entonces el mequetrefe de mi esposo le dijo, “Meaowww.”
Yo creo que don Raymond no sabía que decir y varias señoras se pusieron más calladas que un martillo de goma. Dixon entonces se paró en el medio de la sala y les contó la historia del español que se había ido a confesar y que le dijo al cura, “Padre, puez me confiezo de que he andado con mujerez malaz,” a lo que el sacerdote le habría respondido, “pués buey, consíguete de las buenaz.”
Después contó el chascarro fresco de la puñalada de carne, el de la novia consentida que era enana y que en la noche de la bosa se quedó bajo la cama, el tatuaje nalgal permanente y por allí me lo tuve que llevar a la casa ya que la gente puso caras.
La semana pasada y cuando fuimos a una cuyada, mi esposo que se había metido la mitad de una botella de pisco marca “Uva de Oro,” se fue a molestar al cocinero y le preguntó si sabía también preparar estofado de gatos por lo cual el señor se ofendió. Después de la cena que estuvo deliciosa, Dixon fue a felicitarlo y le dijo, “bueno mi hermano, espero que se haya lavado las manos, ja-ja-ja.”
Tía, ya el rumor de las cosas extrañas que hace mi esposo se ha esparcido por la comunidad, especialmente el hecho de que se ha comprado unos juegos con bromas como “el cigarro terrorista,” “el chicle eterno,” y un dedo falso ensangrentado con el que espanta a los niños. Lo último que hizo fue en circunstancias que se despedía de la dueña de una casa le dijo, “bueno señora, gracias por todo y que se lo pasen bien,” ¿se imagina?
Por favor aconséjeme que nuestra vida social se arruina y a mí, después de la Pandemia, me encanta ver gente, sonreír y reír.
Catherine
Respuesta
Querida Catherine:
Fíjate que leyendo tu e-mail me acordé de un problema mental que se llama la fobia social y que sufren algunas personas que se ponen muy ansiosas cuando tienen que confrontar reuniones, novenas, actividades de recaudación de fondos, izamientos de banderas en los municipios o en procesiones.
Por razones que aún están en estudio, estas gentes sufren un grado atípico de ansiedad y para eso, deben darse el palo. No me estoy refiriendo a los sinvergüenzas que se lo dan sin que haya un motivo especial ya que de esos hay muchos en todas las comunidades; sino que de personas que deben compensar esa timidez con la euforia transitoria que provoca el alcohol en todas sus variedades, sea esta chicha, pisco, vino, ron, o alambique.
Por la forma como describes a tu esposo que realmente se pone bastante pesado con los chistecitos, me parece que este es su problema ya que en estado sobrio dices que es más serio que anfitrión de funerales y tan callado como un gato de yeso.
Algún colega quizás esté pensando que el hombre tiene doble personalidad, pero no lo creo ya que los que beben alcohol se transforman de todos modos y algunas muchachas de esas que van a los clubes se desinhiben y se ponen a bailar el perreo y el merengue de espaldas.
El humor, las sonrisas y las risas en estos tiempos, son algo positivo y bueno para alegrar esta vida con tantas amenazas putinescas y de los locos terroristas que apoyan al que te dije, pero hay chistes u ocurrencias aceptables y otros que no lo son. Ese mal llamado chiste del gato está muy pasado de moda, al igual que el de la mujer de goma, y el del ataque por la retaguardia.
Tu esposo querida Cathy, no puede ni siquiera mirar un trago porque está haciendo el ridículo y poniendo mal a su pueblo de origen donde la gente dice que es seria.
Ahora me pregunto acerca de eso de la “cara de concreto,” que a mi modo de ver y después de hablar con expertos de nuestro semanario indica seriedad o inexpresividad.
Un chiste puede hacer reír en una cultura y no en otras. En círculos profesionales es famoso el chiste de un gato que observa a su hijito que permanece por horas esperando que salga a través de una rendija un ratoncito al que amenaza maullándole. El padre gato lo llama a un lado y le aconseja que en vez de maullar emita los guau-guau de los caninos. El gatito practica y sigue las instrucciones. Después de un rato ladrando, salió el ratoncito y lo cazó. El gato padre le felicita y le dice, “hijo ¿te das cuenta? Esta es la ventaja de ser bilingüe y hablar varios idiomas.”
Para círculos más privados como son las hermandades, hay ocurrencias mucho menos ofensivas como las que aparecen en la nueva edición del Condorito, avecita conocida internacionalmente y cuyos chistes son medios sosos como este en el que dos amigos se encuentran con un tipo que le pregunta a uno de ellos la hora. “Oye sarnoso dime la hora,” uno de los amigos responde que son las cuatro y cuarto. El otro amigo se indigna y le dice “¡pero brother, dijo sarnoso y le respondes! A lo cual el tipo replica, ¡qué va, yo siempre hubiese querido ser un Zar! (¡Plop!)
No son recomendables los chistes en los que se compara a países o que hacen mofa de otros a los que injustamente se califica de lentos para pensar. Un ejemplo. A un piloto le llaman cuando está en pleno vuelo y le dicen “vuelva a la base.” El tipo regreso al aeropuerto a tomar una ducha y jabonarse.
Como ves hay ocurrencias aceptables y otras no tantas, pero con tu esposo la clave es que deje de contar chirigotas desabridas, se declare abstemio, y ayude mejor a rezar las novenas.
Saludos y continúa visitando eventos para ver rostros sin máscaras y alegrarte la existencia.
Tu Tía que te compadece, Julia.
Comentario a los Sabios Consejos de la Tía Julia.
A raíz de lo ocurrido a los hermanos ecuatorianos, yo creo que se debe exigir respeto hacia nuestras comunidades y distintos grupos étnicos que residimos y pagamos impuestos en Hartford y en Connecticut. El racismo se manifiesta de maneras y a menudo somos objetos de una negligencia mala leche o groserías como esto de llamar al Mes de la Herencia Hispana como el “Mes Latinex.” Yo no hablo latín porque no soy vaticano y esta palabrita la inventaron en California unos que no quieren que les digan mexicanos, sino que se hacen llamar “Chicanos.” ¿Es que son mexicanas chicas, híjole?