Estamos inmersos en una cultura, en la que se nos cambiado el agua de la pecera, sin que los peces se enteren. A 17 meses de que la entonces vicepresidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Karla Yuritzi Almazán Burgos (Morena), decretara que el 10 de Octubre de 2021, que la actual legislatura se denominara: “LXV, Legislatura de la Paridad, la Inclusión y la Diversidad”-según- a solicitud de diversas diputadas y diputados sin que hubiera una votación que la avale, como es el procedimiento legislativo de consulta, parlamentaria; no es exclusivo de México, sino de una agenda globalista que impone su visión antropológica, de lo que es el ser humano.
A diferencias de las ideologías del siglo XVlll, bajo diferentes paradigmas trataban de explicar la realidad. La actual ideología del deseo en boga, no pretende conocer la realidad; sino cambiarla. Utilizando un símil para ejemplificar esta ideología en términos deportivos; el mundo sería una cancha de futbol; en lugar de que estén dos equipos de 12 jugadores – 12 ideologías, que eran también filosofías-. Hoy, no son propiamente filosofías, sino ideologías revolucionarios porque hay muchos equipos, y además no sabemos exactamente a que deporte están jugando, porque toman el balón con la mano y juegan sin reglas. Lo que está claro es que todos están contra todos.
La pregunta es que buscan y disputan en el partido, en la cancha del mundo. Fundamentalmente es conseguir una parte del poder político, social, económico y cultural. Esos equipos son las ideologías revolucionarias. Este es el signo contemporáneo de la modernidad.
Asistimos a la era más violenta en la historia de la humanidad, porque el método revolucionario exige violencia, heredera del marxismo, como también de las dos guerras mundiales, producto del nacionalismo.
Una doctrina no tiene por qué provocar una violencia, porque no tiene por qué imponerse, sino proponerse.
La doctrina social de la Iglesia, que es el pensamiento social de una fe encarnada en obras, se propone y ofrece libremente. Cuenta con su propio sistema de valores, anclados en el bien común -que es la caridad- en las obras, y quien la recibe, la asume en libertad.
La pregunta es porque, este nuevo credo ideológico, no ha sido categóricamente condenado por el Magisterio de la Iglesia, para advertir, los riesgos del cambio antropológico. A manera de autocrítica, hay que reconocer que dichas ideologías, son financiadas por empresas meta capitalistas.
El magisterio de la Iglesia, tradicionalmente se abstiene de pronunciarse a favor o en contra de tal o cual modelo económico. Al condenar al socialismo no lo hace por su sustrato de los bienes de producción sino por su errónea visión de lucha de clases.
Siendo autocríticos, el Magisterio de la Iglesia, aunque propone un diálogo amoroso propositivo entre la Iglesia y el Mundo, en una sociedad post- cristiana al adoptar el lenguaje propio de esta cultura, se aleja de la condena. Da la impresión de que se pliega ante las exigencias del mundo y no logra refutar el marco teórico del capitalismo salvaje que financia las iniciativas individualistas, hedonistas, consumistas que están detrás de las falacias de la ideología del deseo hecha cultura.
En la siguiente edición daremos respuesta a esta interrogante.
Como católico periodista, asumo la responsabilidad que me corresponde a la luz del Magisterio y la Doctrina Social de la Iglesia, de no abdicar, de la responsabilidad de confrontar nuestra fe con los principios de responsabilidad compartida, en la construcción del bien común, bajo los principios de subsidiariedad, basados en la premisa de que – tanta ciudadanía como sea posible, tanto Estado como sea necesario.