“Casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación”
“La desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad. Los obedientes deben ser esclavos”
H.D.Thoreau
Las noticias que nos inundan todos los días proyectan imágenes de que la humanidad está al borde de una crisis mayor que la existente. Hay sobradas razones para pensar de esta manera ya que esas informaciones provienen de personas con probada reputación internacional en los diferentes campos del saber.
La humanidad está enfrentándose a retos inimaginables que han surgido a la misma vez.
Esto sin embargo no debe sorprender a nadie. Se habían hecho múltiples advertencias mucho tiempo atrás, pero los llamados líderes mundiales hicieron caso omiso a los avisos. No escuchaban, ya fuese por conveniencia o estupidez, escoja usted amigo lector.
Entonces un buen día se juntaron todas las calamidades y tocaron a nuestras puertas. Abrimos y nos encontramos con muchos rostros; unos eran familiares (nos habían visitado antes) y otros eran desconocidos y no sabíamos que esperar de ellos. Pero todos venían a cobrar cuentas. La mayoría de esa población mundial no comprende el porqué de esas extraordinarias exigencias de ese conjunto de rostros que arribaron a nuestros hogares. Pero sí había irresponsables que estaban enterados de este grave asunto que nos competía a todos. Era una pandilla de negligentes y corruptos, con una mínima capacidad intelectual (que les permitía balbucear algo a sus incondicionales), que habían tomado la decisión de seguir sus viles instintos, de aprovecharse del caos y explotar la existencia de la gigantesca debacle para su propio lucro. Eso ocurrió en el pasado y ocurre en el presente. Hoy la humanidad está pagando las deudas de ese puñado de infames.
Es necesario crear conciencia de la relación entre los problemas del presente y nuestro pasado histórico. Se ha descubierto con amargura que nuestras naciones se tienen que enfrentar hoy al engaño al que hemos sido sometidos. La incompetencia, la corrupción y la explotación de nuestros recursos por los que ostentan el poder nos ha llevado a este atolladero. Desgraciadamente vivimos en un ambiente de duda y de miedo, dándole paso a la ineptitud y sometiéndonos a la obediencia. Hay razones para preocuparse porque tenemos un compromiso con las generaciones venideras y tenemos que responder a aquellos con quien compartimos el mundo en que vivimos.
En Puerto Rico hemos mimado y venerado la ambición desmedida, la mediocridad, la injusticia. No nos hemos atrevido a confrontar la mentira. Convirtiéndose esta última en el peor estupefaciente que encontramos al salir a la calle o en los escalones de cualquier agencia gubernamental. Esta otra pandemia la llevamos bien arraigada en nuestro espíritu. Todos somos víctimas de este mal, pero los vulnerables y abusados siguen siendo los pobres, los incapacitados, los viejos, las mujeres, los niñ@os. Hemos permitido el abuso, siempre oculto en tentadora y fraudulenta envoltura. Sabemos que el ser humano se acostumbra a ser abusado y que la educación y los medios noticiosos son y han sido instrumentos para mantener a los pueblos en un estado de bochornosa ignorancia y sumisión extrema. Lo hemos permitido, pero ¿estamos dispuestos a seguir permitiéndolo o le pondremos fin a esto? ¿Sera que no tenemos suficiente espina dorsal o quizás nunca se nos ha desarrollado una?
Exigimos soluciones a la crisis presente. Nos preguntamos por qué ocurre el desangre de nuestros valores. Nos preguntamos una y otra vez por qué los sistemas educativos no producen la excelencia proclamada. Nos preguntamos por qué la mediocridad se ha apoderado de nuestra capacidad de ejercer un pensamiento crítico y constructivo.
Nos preguntamos más de mil veces lo mismo. No respondemos porque tenemos miedo.
Esto es fácil de entender. Los menos siempre han querido mantener a los más sin ese tipo de información. Y esos menos son los dueños de los medios de comunicación o los dueños de los “negocios educativos” que propagan la mentira y la mediocridad. No podemos seguir ignorando lo que ocurre a nuestro derredor.
Se trata de proteger nuestro ambiente. Se trata de señalar con valentía las injusticias y luchar por la verdad. Se trata de defender los derechos del necesitado. Es erradicar los engaños, las mentiras, los fraudes que asfixian nuestra propia existencia. Es crear alternativas válidas que no nos lleven al desastre de todos. Se trata de recordar que los gobiernos fueron creados por la gente para servirle a la gente, no para que la gente les rinda pleitesía a los que gobiernan. No es ser cómplice de los miserables, es hacer por los desamparados. Es divorciarnos de lo trivial. Tenemos que hacer de este mundo uno sin distinciones de raza, de credo o de nacionalidad.
La libertad y la justicia no se compran en un bien pulido centro comercial. El ser libre es algo con lo cual naces, un instinto natural que tu reprimes o liberas y que ningún tirano te lo puede arrebatar.
Por último, pero no menos importante es recordarles a mis herma@s latinoamericanos que resulta indignante cuando leo o escucho que puedan existir latinoamericanos que piensen darle al voto a Trump en las próximas elecciones. No es que ese individuo sea racista, inescrupuloso, mentiroso, tergiversador, xenofóbico, misógino, homofóbico, abusivo o sencillamente estúpido. Es que puedan existir personas que lo aplaudan. Reconozco el derecho de cada cual a pensar como le dicte la conciencia, pero si a un latino se le han olvidado los abusos, los insultos racistas y las actitudes contra los nuestros o no tiene conciencia o es un ignorante. Hay que respetarse a sí mismo o ser condenado a no tener el respeto de ningún ser humano.
¿Cuándo comenzaremos a romper las cadenas de la esclavitud?