No hay demasiadas palabras más sobre utilizadas en la política americana que “libertad”. No ayuda demasiado que Estados Unidos se llame a sí mismo “the land of the free”, y que el término esté emplastado por todas partes en la constitución, declaración de independencia, edificios cívicos y demás parafernalia patriótica. La libertad es una de las bases, de los cimientos de esta nación, y vaya si te van a recordártelo a todas horas.
Es una lástima que de tanto utilizarla, la palabra ha sido a la vez politizada y vaciada de contenido, haciendo que pierda gran parte de su poder real.
Sobre la politización, basta escuchar a políticos republicanos o Fox News durante cinco minutos para percatarse que los conservadores americanos no sólo creen que la palabra es exclusivamente suya, sin que todo lo que no les gusta va contra la libertad, así, en abstracto. La definición que utilizan, sin embargo, es extraordinariamente cerrada, y se refiere únicamente a llevar armas de fuego donde les plazca, bajar impuestos, y permitir que las empresas y los ricos hagan lo que les apetezca, sin mirar a las consecuencias. Nada más que eso.
La libertad, sin embargo, es algo más que dejar que las empresas contaminen todo lo que quieran y no paguen impuestos. La libertad debe ser una idea mucho más profunda, más extensa, y más humana; algo que permita la realización plena de cada uno de nosotros.
La izquierda, años atrás, solía hablar de libertad a menudo. Mi definición favorita es antigua, de 1941, de cuando Franklin Delano Roosevelt preparaba a Estados Unidos a entrar en la segunda guerra mundial. Roosevelt, en un discurso ante el congreso, habló sobre cómo el conflicto al que se enfrentaba el mundo entonces era para preservar y expandir la libertad, y que era el deber de Estados Unidos, como cuna de esta, de defenderla incluso en el campo de batalla, si fuera necesario.
Roosevelt habló entonces de cuatro libertades, las Four Freedoms que definían los valores del país y su legado en el mundo. Estas eran la libertad de expresión, libertad religiosa, libertad ante las necesidades, y libertad ante el miedo (freedom of religion, freedom of speech, freedom from want, freedom from fear).
La libertad de expresión es libertad de decir lo que pensamos, de expresarnos; de ser lo que queremos ser, de respeto a nuestra consciencia y acciones. La libertad religiosa es poder creer en el Dios que queremos, o poder no creer, sin imposición alguna. Implica tanto respetar nuestra fe, como que nadie intente imponer sus creencias religiosas ni morales sobre nosotros. La libertad ante las necesidades es entender que no podemos ser libres viviendo en privación; es ser libres ante el hambre, la enfermedad, el desempleo. Es poder tener un trabajo que sirva para cuidar de nuestra familia y tener la oportunidad de prosperar, de crecer, de que se nos trate con respeto.
Roosevelt, al hablar de libertad ante el miedo, se refería al conflicto que venía; a la opresión del fascismo, a las agresiones militares, a la guerra que asolaba Europa. La libertad ante el miedo es también poder vivir seguro en tu barrio, en tu casa. Es no andar con el temor de que una enfermedad imprevista te arruine a ti a tu familia. Es no tener miedo a que tu país te deje a la estacada. Es no temer que alguien, cuando pierde las elecciones, intente mantenerse en el poder a toda costa, recurriendo a la violencia si es preciso.
Soy de la opinión de que la izquierda, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, debe recuperar la libertad como una de sus enseñas. La libertad no debe ser esta idea de mínimos, esta caricatura egoísta del movimiento conservador. La libertad es construir una sociedad donde todos y cada uno de nosotros es respetado, donde podemos aspirar a ser lo que realmente queremos ser sin miedo al futuro. El objetivo de la izquierda debe ser construir una sociedad donde podemos ser más libres, vivir en plenitud.
Esta no es una idea conservadora, ni mucho menos. Liberarnos de privaciones, del miedo, darnos la posibilidad de ser quienes queremos ser es una idea profundamente revolucionaria. Es también el ideal de la revolución americana, y algo que deberíamos recuperar para la izquierda cuanto antes.
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Por Roger Senserrich
Communications Director Working Families Party, Connecticut