Son las diez de la mañana y la reportera Lucia Betarriga espera las noticias en un salón de la Casa Blanca donde los reporteros se reúnen diariamente bajo la mirada torva de docenas de individuos blancos que les vigilan.
Es un sábado 18 de septiembre y al salón oval de la presidencia ha comenzado a llegar una muchedumbre de sopla potes, cargabates, leguleyos, cabilderos y asesores del presidente Donald John Trump. Ninguno de los presentes en medio del alboroto y la expectación, notan al Hombre Invisible quien, con la ayuda de Dick Tracy y Batman, ha logrado superar de un modo subrepticio y furtivo los estrictos cordones de seguridad de acceso a la Casa Blanca.
El día preotoñal es tibio y nadie en el exterior se imagina lo que está sucediendo.
Repentinamente el presidente ingresa al salón que le recibe con aplausos y las exclamaciones de entusiasmo típica de los sirvientes del monarca quien empuña la mano derecha y sonríe complacido a sus acólitos de un modo semejante al que usaba el fascista Benito Mussolini en la Italia previa a la segunda guerra.
Trump grita con el rostro contorsionado por la alegría, “Murió la vieja y ya son nuestros!”
De este modo vulgar típico del energúmeno blanco, se refiere al sensible fallecimiento de una de las reservas morales y éticas de la Corte Suprema de los Estados Unidos, Ruth Baden Ginsburg.
Es que el fallecimiento de este pilar de la democracia USA ahora en peligro, abre de par en par las puertas para que Donald John Trump inicie una embestida final en contra de los demócratas para el caso de que pierda la elección; ¿pero habrá elección el martes tres de noviembre?
Al presidente le han preparado en un salón contiguo a la Oval un sillón real, una corona y una capa de armiño, acto circense aconsejado por el Giuliani y el nazi Miller. Sin embargo, el hombre invisible se entera de la llegada de otros invitados que harán uso de la palabra y cuyos nombres producen escalofríos por sus malas artes y triquiñuelas.
El acto comienza con las palabras de Jared/Joder, yerno de su majestad caracterizado por Michael Cohen en su libro “Disloyal,” como el ser más arrogante, frio, soberbio y pagado de si mismo que ha conocido y a quien le encanta ser el perro faldero del presidente.
“Señoras y señores, amigos todos de plena confianza que antes de ingresar a este acto se han comprometido a no escribir ningún libro acerca de mi suegrito o comunicar lo que aquí suceda a los espías de la prensa que deseo un rayo les parta…”
Las palabras del flaco lame ojo arrancan una ovación de la pandilla y hato de fanáticos que caracterizan al infame grupo.
“¡Que los quemen, que los quemen! ¡No a la prensa mentirosa! ¡Vivan los tabloides! ¡No más fake News! Con un gesto, Jader/Joder solicita el silencio a la jauría.
“Deseo distinguidos contertulios y fieles a mi suegrito, que demos la bienvenida al super estratega actualmente perseguido por las ratas del FBI y a quien debemos una estatuita al lado de la gigantesca de mi suegro que se construirá a partir del cinco de noviembre frente a la Casa Blanca. Demos un gran aplauso a esta víctima de la persecución, acecho y acoso de los demócratas y de la Pelosi, me refiero al gran, ¡Steven Bannon! ¡Por su olor le reconoceréis!
El ideólogo del Movimiento Nuevo Orden Mundial también incondicional del reptil Vladimir Putin, luce una camisa verde de camuflaje y se sitúa cerca de Trump dedicándole una profunda reverencia. Desde su cabello hirsuto y sucio cae una cascada de caspa e insectos. El hombre invisible a través de un chip también incorpóreo, graba el discurso del criminal bajo fianza que se ha apropiado con unos cómplices de los 25 millones que muchos idiotas supremacistas habían donado para construir la ridícula muralla de la infamia.
“Lo que ha dicho el presidente quien exuda sabiduría y testosterona por los poros es cierto. La merecida muerte de la Ginsburg va a provocar una cadena de acontecimientos y va a afectar todo el podrido concepto de estado y democracia de este país. Todo va a caer como una línea de piezas de domino o como castillos de arena con marea alta. Los demócratas y algunos republicanos confundidos e infiltrados en el partido que en vez de llamarse Republicano debiera rebautizarse como partido Trumpiano 2020, no pueden impedir que nuestro presidente nombre a una jueza cuya presencia en la Corte Suprema será capaz de suspender las elecciones presidenciales culpando a la pandemia, al fraude electoral que han organizado los demócratas y las acciones de los marxistas-leninistas-maoístas, feministas, anarquistas y ácratas que contaminan algunos estados de esta nación tales como Nueva York y Washington. La misma Corte Suprema con el nuevo voto de una jueza de nuestra completa confianza que reemplace a la vieja, podrá decidir lo siguiente: Debido a la emergencia nacional, se extendería la permanencia del presidente Donald John Trump en el poder, no hasta el año 2004, sino que como lo ha hecho nuestro camarada Vladimir Putin, hasta el 2024…”
Un griterío, batahola de madre, bramido y chillidos se elevan desde la audiencia que interrumpen a Bannon también apodado El Hediondo. Este ha levantado su brazo izquierdo extendido saludando a Donald John Trump quien satisfecho, se ha levantado del trono y devuelve los saludos. Ahora, tiene en su mano un bastón de poder y mando semejante al que usaban los monarcas ingleses.
Al hombre invisible no le sorprenden las noticias y sabe que apenas la nueva Corte Suprema suspenda las elecciones del tres de noviembre, Trump arremeterá contra el partido demócrata, va a clausurar el Congreso como lo hizo Adolfo Hitler en Alemania y establecerá un gobierno de facto.
Una vez en la Bati Cueva, el hombre invisible se reúne con los Super héroes que tienen delante de si una tarea gigantesca y colosal: detener las maniobras diabólicas del insano y autócrata Donald John Trump.
Lucia Betarraga despierta cuando uno de los matones la despierta de un empujón y la invita a salir y regresar el lunes a una hora que no se ha determinado.
¡Que pesadilla señores y señoras, que pesadilla!