Hace unos días conversaba con un amigo acerca de la situación financiera en que se encuentra nuestra nación. Dependiendo con quien uno hable o a quien uno pregunte las cosas van a estar o “mejorando” o “empeorando”. Y es que en este mundo tenemos a la gente que siempre ve lo malo o defectuoso de las cosas, pero por el otro lado, también hay personas que no importando como se pinte el panorama siempre van a ver algo positivo en todo.
Supe de un joven aventurero que se lanzó en un pequeño bote de velas a navegar las aguas del Caribe. Su filosofía de vida era una muy positiva. El creía que las cosas son del color del cristal con que se miran. Y él prefería mirarlas con un cristal muy claro. Al proponerse dicha aventura en encontró con todo tipo de persona. Los que lo animaban y los que lo trataban de desanimar. Para su sorpresa fueron mas los de pensamiento negativo y pesimista que aquellos que creyeron en él.
“Mira que el mar es traicionero”,… “El viento está en la popa pero la marea está subiendo”,… “Mira que si esto”,… “Mira que si aquello”. A lo cual el trataba de apaciguar sus ánimos con expresiones de pensamientos positivos. Uno de sus pensamientos era el siguiente: “Tal vez no puedo controlar la fuerza o la dirección del viento, ni lo alto o bajo de la marea, pero si puedo ajustar las velas de mi bote para llegar a mi destino”.
Finalmente, el joven se decidió partir con unas pocas provisiones, muy confiado en que su travesía sería sin mucha novedad. Cuando ya no podía divisar la costa, la marea se puso muy alta. Las olas del mar comenzaban a golpear con ímpetu su pequeña embarcación. Ya caía la tarde y se iba haciendo de noche, y la repentina tempestad parecía no tener fin. El, siempre mantuvo una actitud muy positiva y en ningún momento dio muestras de temor o de ansiedad.
En su mente trataba de razonar y pensaba que tal vez Dios deseaba añadirle un poco de emoción a una travesía que de otro modo podría ser muy aburrida. Pero las olas golpeaban cada vez más y más fuerte. La pequeña embarcación comenzó a llenarse de aguas. A lo lejos pudo avistar un arrecife y muy cerca una pequeña Isla. Más bien era un pequeño “cayo” que sobresalía en alta mar.
Mientras trataba de controlar las velas un fuerte rayo cayó de repente y partió el mástil en dos. Ya no tenía forma de controlar las velas y poco a poco su pequeña embarcación comenzó a irse al garete. Aunque ya no podía controlar el bote, él seguía confiado en que todo iba a terminar muy bien.
Hubo una gran ola que viró su nave, y poco a poco las olas y el viento la fueron arrastrando hasta el “cayo” o pequeña Isla. Con el agua al cuello pudo allegarse al “cayo” y jalar su pequeño bote con una soga. Inmediatamente la aseguró junto a una gran roca. Poco a poco el viento fue cediendo y pudo volcar el bote boca abajo y hacer como una improvisada guarida para pasar la noche.
La noche era muy fría y con mucha lluvia. El estaba confiado en que alguna buena enseñanza iba a sacar de todo esto. Entre sus provisiones tenía fósforos y algunas latas de comida. Hizo una pequeña fogata debajo del bote a fin de poder guarecerse de la lluvia y para que el fuego no se apagara tan fácilmente. Con un poco de dificultad pudo calentar algunas salchichas de una lata y tomar un poco de agua. Finalmente, el sol comenzaba a asomarse por el oriente. Lo cual le permitió ubicarse con respecto a su localización.
Pero en un movimiento inadvertido tropezó con un pedazo de madera que sacó del bote para hacer la fogata y un pequeño tanque de gasolina le cogió fuego extendiéndose al bote y todo se incendió. Un poco perplejo se quedó mirando como su pequeño bote se iba quemando poco a poco hasta quedar hecho cenizas. Aunque el lector no lo crea, este joven seguía pensando positivo esperando aprender algo de esta experiencia. En sus pensamientos estaba el poder regresar sano y salvo y demostrarle a los negativitas e incrédulos que aun en medio de las crisis siempre hay esperanza.
Mientras pensaba el en esto, se percató de que una gran embarcación se acercaba. Le tiraron un salvavidas y lo trajeron a bordo. Luego de comer y descansar un poco descubrió que estaba a más de 30 millas del lugar de donde había partido. Y les preguntó a los miembros de la tripulación como lo pudieron ubicar. Ellos le dijeron que nunca nadie se acerca a esos arrecifes por lo peligrosos que son. Pero ellos vieron un humo negro que provenía del “cayo” y la curiosidad los llevó a acercarse y por eso fue que lo descubrieron. Entonces, él sonriendo dijo para sí; “Yo sabia que para algo importante Dios había permitido que se me quemara el barquito”. La Biblia dice: “Por que a los que aman a Dios todas las cosas (aun las crisis y las calamidades) le ayudan para bien”.
Las opiniones vertidas por Waldemar Gracia no reflejan la posición de la Voz Hispana. Nombres, lugares y circunstancias han sido alterados para proteger la identidad de los personajes citados en la historia.
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