Al hablar de política siempre he sido de la opinión que vale la pena fijarse en lo que funciona. La política no es solo cosa de eslóganes y palabras, es algo que necesita objetivos claros y escoger los instrumentos y herramientas necesarias para conseguirlos.
Este año, cuando miramos los candidatos para gobernador, lo de mirar qué funciona y que no parece especialmente relevante. Eso se debe aquí tenemos un candidato, por un lado, que ha conseguido unos resultados notables durante sus cuatro años de mandato, y a otro que habla mucho pero que todo lo que promete se basa en ideas que han fracasado en otros lugares.
Durante sus cuatro años de mandato, el gobernador Lamont ha tenido éxitos notables. Basta mirar las cosas con un poco de perspectiva: si antes de que empezara su mandato alguien nos hubiera dicho que Connecticut iba a tener las mejores cifras de creación de empleo en más de 30 años, le hubiéramos sacado a patadas de la habitación. Sí además nos hubieran dicho que las cuentas estatales tendrían superávits nunca vistos, que estaríamos dedicando miles de millones de dólares cada año para pagar deudas atrasadas, y que además eso hubiera sucedido mientras el estado ofrecía un crédito especial para familias con hijos y una de las rebajas de impuestos más grandes de la historia para clases medias, pensaríamos que todo esto es una broma pesada.
Pero resulta que esto es precisamente lo que ha hecho Lamont, y es probable que sean algunos de sus logros menos importantes.Porque Connecticut, durante estos últimos cuatro años, aprobado una de las leyes más generosas de bajas por enfermedad y necesidades familiares de todo el país, aumentado el salario mínimo a 15 dólares la hora, expandido la cobertura de salud para miles de inmigrantes, e impulsado programas que permiten ir a community college sin tener que endeudarse.
Estos logros, además, no son independientes del buen funcionamiento de la economía o de los presupuestos del Estado. Es más, son el motivo de que las cosas vayan bien. Connecticut ha invertido en su gente, en las familias trabajadoras. El resultado es una economía que crece con fuerza y lo hace para todos, no solo para los ricos.
El oponente de Lamont, Bob Stefanowski, es alguien que lleva años pidiendo recortar gasto público y reducir servicios. Esta es la aproximación tradicional del Partido Republicano al gobernar, y algo que llevan a la práctica en muchos estados. Si miramos los resultados de esta estrategia, es fácil ver que simplemente no funciona. Las cifras son claras: Los estados con gasto de educación más elevado, mayores protecciones laborales, mejor cobertura de sanidad, y que más invierten en sus trabajadores, tienen mayores niveles de renta, mejores resultados educativos, salarios más altos, e incluso una mayor esperanza de vida. Por mucho que Stefanowski y sus aliados conservadores intenten camuflar su agenda política en agravios culturales, falsas polémicas identitarias, y racismo más o menos bien camuflado, lo cierto es que su programa de gobierno se ha llevado a la práctica en muchos sitios, y los resultados son uniformemente espantosos.
Estas elecciones entonces no son solo sobre ideas o sobre valores o sobre objetivos. Son una elección, un contraste, entre un programa político que sabemos que funciona, porque ha dado resultados aquí y en el resto del país, y una serie de ideas caducas y reaccionarias que lo único que han conseguido es aumentar los niveles de pobreza y cerrar la oportunidad de prosperar a millones de personas. Creo que la decisión es bastante clara.
Por supuesto, queda mucho por hacer. Connecticut necesita nuevas medidas de política económica para hacer que sus trabajadores sean tratados con respeto, por ejemplo. Necesitamos mejorar la cobertura de salud de modo que cubra todos los inmigrantes, no solo unos cuántos. Recibir cuidados de salud en este estado sigue siendo demasiado caro, y debemos hacer un esfuerzo para controlar los desbocados precios de la vivienda. Debemos también trabajar para reducir las enormes desigualdades sociales y raciales que tenemos en el estado, incluyendo la tremenda segregación entre municipios ricos y pobres.
Durante los últimos cuatro años, hemos visto que Lamont tiene toda la intención de seguir trabajando para arreglar estos problemas. Su oponente republicano, no parece ni querer intentarlo.