“O tomar con serenidad y firmeza nuestro destino, o someternos, como retrasados mentales, a una lenta agonía, prolongada por paliativos y aparatos ortopédicos, hasta llegar al límite de la miseria física y la postración moral, hasta la total y completa transformación del pueblo isleño en peonaje de parias, en hato de coolies. Entonces solo se salvarán los muertos”.
Tomas Blanco
“Nos casaron con la mentira y nos obligaron a vivir con ella, por eso nos parece que se cae el mundo cuando oímos la verdad, como si no valiera la pena que se cayera el mundo antes que vivir con la mentira”.
Fidel Castro
Lamentablemente el tema de la crisis puertorriqueña no cesa, sino que se deteriora a pasos agigantados. Nuestra nación está en las manos caprichosas del gobierno más corrupto y más anti puertorriqueño que la historia de Puerto Rico haya tenido. La masa del pueblo, en un tiempo creyentes de la desacreditada institución gubernamental, están hartos ya de este sistema inservible, pero siguen ciegos, sordos y mudos ante el abuso, la mentira y la burla a mi pueblo. La historia de Puerto Rico es un retrato exacto de lo que es una colonia desde tiempos inmemorables.
Los puertorriqueños hemos tenido una enorme capacidad para ajustarnos a la barbarie en la lucha del hombre contra el hombre. Por siglos hemos tropezado con la misma piedra cientos de veces. No hemos aprendido que el liberarnos del estercolero colonial nos daría la oportunidad de ser hombres libres. Nos hemos negado el derecho de ser libres y la oportunidad de tener una vida mejor, donde podamos desarrollar nuestro potencial como seres humanos. El imperio español desgastado por su propia ineptitud nos entregó a los Estados Unidos como si fuéramos un deshecho humano. Aquel carimbo inicial, aunque desapareció físicamente lo llevamos tan arraigado en lo más profundo de nuestro ser que nos confunde como si fuéramos una mutación genética que nos impide levantar nuestra flácida espina dorsal.
Los Estados Unidos de América, el segundo imperio que nos invade, nos ha colonizado con mucha sutileza, creando una imagen distorsionada y falsa de sus verdaderas intenciones. Acentuándose progresivamente la falta a la verdad y la descarada y continua falta de respeto de esta nación hacia la nuestra.
Los puertorriqueños seguimos sujetos a la misma arrogancia extranjera, al continuo limosneo y a los absurdos caprichos e intereses estadounidenses. Yo quisiera creer que esa masa del pueblo puertorriqueño ha creado conciencia de su penosa situación, pero no lo parece.
No se trata solamente de la crisis económica existente, no son el crimen ni la droga que han invadido nuestra sociedad ni de los abusos de los poderosos inversionistas destrozando nuestro medio ambiente lo que ocupa mi atención. Ya no importa que nos hayan hecho poseedores de un pasaporte estadounidense que nos impusiera un servicio militar obligatorio y que todavía hay miles de compatriotas que creen que ese documento nos ha legado prosperidad, una mejor educación, mejores programas de salud, vivienda decente y una vida colectiva mejor.
¡Miren alrededor y contemplen a nuestros ancianos con la angustia en sus rostros ante la tragedia que les depara el destino! ¡Fíjense cuidadosamente el legado de nuestras relaciones coloniales y piensen si es eso lo que nosotros queremos para nuestros hijos, para nuestros nietos!!Pregúntense el por qué cientos de miles de nosotros hemos tenido que emigrar!
¡Cuestionen si el precio que hemos pagado por esa ciudadanía amerita seguir rindiendo genuflexiones a esa abusiva relación!
La verdad histórica no puede ser refutada por nadie. Los que viven de la colonia tienen el cinismo de negar como los movimientos independentistas han sido perseguidos y miles han sido encarcelados y asesinados en nombre de una inexistente democracia.
Hay que reflexionar sobre los efectos cuando nos impusieron su idioma en nuestro sistema educativo por cuarenta y ocho (48) años tratando de cambiar los patrones culturales y religiosos de un pueblo diferente y con más historia. No han tenido ni una pizca de pudor tratando de hacernos creer a los puertorriqueños y al mundo entero que nos daban cierto grado de soberanía con un gobernador puertorriqueño y con una constitución amañada y aprobada por los estadounidenses. El desenmascaramiento de esto queda crudamente demostrado recientemente ante las propias decisiones de los tribunales, de la legislatura y del ejecutivo estadounidense donde admiten descaradamente que han engañado al mundo y a los puertorriqueños sobre las verdaderas relaciones políticas con Puerto Rico.
La verdad es que hemos sido una colonia sujeta a las crasas violaciones de los más elementales conceptos de justicia, de humanismo y de civismo. El espacio no existe para detallar las insolencias que el pueblo de Puerto Rico ha tolerado, no son pocos los puertorriqueños que se les haya hecho creer que la relación colonial con Estados Unidos ha sido beneficiosa para nuestro pueblo.
La irracionabilidad se ha apoderado de mi nación. Los políticos en negación de los problemas reales poco le importan que la mayoría exija un cambio. Los nuevos dirigentes siguiendo directrices de sus amos extranjeros se ensañan con esa mayoría humilde y sin recursos exigiéndoles que aporten cada día más. Por el otro lado, los invasores de hace 123 años continúan el hostigamiento y la falta de respeto a los boricuas y mantienen sus garras clavadas en la economía puertorriqueña, estrangulando hasta el último suspiro de los puertorriqueños. El agotamiento físico y anímico en mi pueblo es notable y desesperante.
Pero la esperanza sigue a la vuelta de la esquina esperando que rompamos el silencio que nos han impuesto y gritarle al imperio: ¡Basta Ya!
Hoy cuando se nos acerque uno de esos charlatanes, cómplice de la presente crisis podremos educarlos sobre la verdadera historia de nuestra nación.
El que intente romper nuestro espíritu y dignidad que sepa que Puerto Rico pertenece y siempre pertenecerá a los puertorriqueños, aunque intenten robarnos el alma.