Pregunta
Tía Julia:
Soy un muchacho de un pueblo cercano a Waterbury y me enteré por un amigo que a usted le gusta buscarles la vuelta a los problemas de las gentes y goza con eso. Aunque ya estoy a punto de tomar una decisión, su opinión me interesa mucho demasiado.
Conocí a una jevita en Meriden en un club llamado “Seis se van, doce entran y a otro lo sacan en camilla.” Yo ese día andaba medio metido en palos y fui allí con un amigo un jueves por la noche en que había un tipo cantando en mexicano. Como era jueves social estaba todo más barato y seguimos fiestando. ¡Híjole!
Sentados en la barra me llenó de inmediato el ojo una nena de una edad difícil de precisar ya que lucía como de 20, pero podría tener 30. Recuerde y como a usted quizás le conste, esos lugares están medio oscuros y a veces a uno le venden gatas por liebres y no se ve a la gente con dientes mellados u ojos de vidrio.
Cuando pusieron un reguetón llamado “Así, así mami, suavecito” de estos muchachos boricuas populares en la radio Vivaracha, me dieron ganas de bailar y sin pensarlo dos veces me fui adonde estaba la mami y la invité a un bailongo.
La cuestión es que terminamos amigos y me dio el número de su teléfono celular X-547 Apple. Al día siguiente, aunque amanecí con el cerebro que me chirriaba, la llamé después de comerme una sopa de mondongo en el Criollísimo que me recuperó con creces. La escuché muy amable y quedamos de vernos esa tarde en un sitio en el Green.
Para hacer el cuento corto ya que me estoy cansando, le diré que han pasado los meses, con la jeva nos comunicamos bien, tenemos gustos similares y como somos jóvenes -eso creía yo- llegó la noche de la verdad, y es allí Tía donde comienza el problema.
Al momento en que ella se convirtió en Eva y yo en su Adán noté que la nena tenía mas cicatrices en el cuerpo que la hermana de Frankestein. No voy a negar que aun así me impresionó la armonía de sus formas semejantes a la diosa Afrodita, pero me trabajó en el cerebro eso de los tajos.
Yo dejé de llamarla por un par de días ya que estaba confundido, hasta que ella me llamó y conversamos. Le pregunté por las causas de las heridas en el cuerpo. Ella no lo tomó personal, sino que con calma y dulzura intensa me dijo que una cicatriz era de un operación de emergencia de la apéndice que le hicieron en Santo Domingo y donde el cirujano parece que se la coció con fibras de soga de cabro ya que le afeó la ingle.
Con respecto a la cicatriz en el vientre me confesó que era de una cesárea que le hicieron en Puerto Rico, pero que perdió el nene y del padre nunca más se supo. La otra que tiene a la altura de la cintura, pero por detrás, fue una operación al riñón.
Yo he hablado con mis cuates y algunos me dicen que la deje ya que mujeres con tantas cicatrices acarrean mala suerte y no puede usar tanga para lucirse en las tristes playas de New Haven. Otros me recomiendan que, si la quiero y nos llevamos bien “en lo otro,” que me olvide de esos detalles.
Le agradeceré su opinión y le envío mis respetuosos saludos.
Giorgio Matamala
Respuesta
Jorgito:
Primeramente, Giorgio Matamala no es que a mí “me guste” entrometerme en los líos de las gentes porque ofrezco mis servicios pro-bono como terapista de gente como tu “mata mala.” En otras palabras. no envío facturas, así es que tranquilo, mata mala. Tampoco frecuento lugares como el que describes porque el alcohol embrutece.
Realmente al leer tu carta se me vienen a la mente las distintas situaciones que pueden afectar a una persona, y como algunos seres humanos no se han sacado los números premiados.
Personalmente tengo también una cicatriz en la ingle, hay una prima en mi familia que sufre de asma crónica, y una de mis amigas sufre de un estrabismo severo que no se corrigió cuando niña y ahora debe usar gafas para disimularlo.
¿Estos desafortunados detalles hacen a una mujer menos deseables a la mirada de los jevos?
Creo que si, especialmente en esta sociedad donde la apariencia exterior ha pasado a ser algo tan importante y los títeres del Green sueñan con tener como novias la JLo.
En este aspecto las mujeres tenemos la tendencia a ser menos fijadas y hay muchas que han soportado por años a esposos que tienen el aliento más desagradable que un condominio al lado de un centro de reciclaje de aguas servidas, u otros que son cabezones, roncan, no se bañan y emiten gases tóxicos. ¿Para qué hablar del barrigón, del narizón y del calvo?
Anyway. Me dejas entrever en tu carta que en la intimidad del matre lo pasan muy bien con la “jevita” y te sientes orgulloso de ella cuando van a bailar a los clubes o a comerse un bacalaito. También agregas que ella entiende tus estados de ánimo y te hace cucas monas cuando llegas alterado porque el jefe blanco en el taller te asignó un cambio de transmisión y no te da banos. Estas cosas son muy importantes para una futura relación más estable.
Sin embargo, lo peor que puede pasar es que te decidas a seguir con ella por pena y con algún sentimiento oculto de repulsión.
Para el cicatrizón de la ingle, hay técnicas de cirugía estética que son milagrosas y así el tajo se le notará mucho menos. Sin embargo, cuidado con los cirujas sin diploma.
Cariños para ti y tu reina que trata de entenderte. ¡Ah! ¡No tomes tanto tequila que el mal aliento molesta más que una cicatriz, ¡Híjole!
La Tía