Desde que me mudé a Connecticut en 2004, English Station siempre ha estado ahí. Esta central eléctrica, imponente y abandonada, fue construida en New Haven en los años veinte. United Illuminating la clausuró en 1991, y desde entonces ha permanecido inactiva: una reliquia Art Deco, tóxica y contaminada.
English Station está en el puerto, junto a dos barrios densamente poblados de New Haven. Uno pensaría que, en los más de treinta años desde su cierre, alguien habría decidido hacer algo útil con esas ruinas y reemplazarla por algo más útil que un cascarón derruido. Pero a lo largo de tres décadas, innumerables políticos, abogados y ejecutivos han conspirado perezosamente para no hacer nada.
Menciono English Station porque es un ejemplo claro y visible de cómo la política en Connecticut tiene esta arraigada tendencia a dejar que los problemas persistan. A pesar de ser un estado progresista con y un gobernador y legislatura estatal demócratas, nuestros líderes suelen confundir moderación con inacción, dejando problemas importantes sin resolver año tras año.
Tomen, por ejemplo, las bajas de enfermedad remuneradas. Connecticut fue el primer estado en la nación en aprobar una ley sobre ello, allá el 2011. Ser los primeros significó que la legislación era bastante limitada, cubriendo a menos del 15% de los trabajadores. Todo el mundo sabía que la ley tendría un impacto positivo inmediato, y que también debería revisarse para cubrir a todos los trabajadores.
En años sucesivos, sin embargo, eso no sucedió. Los legisladores centristas en el legislativo estatal trabajaron incansablemente para bloquear cualquier cambio. No hacer nada para apoyar a las familias con niños se convirtió en la posición “moderada”, como si ayudar a las familias trabajadoras fuera algo que solo debiéramos hacer ocasionalmente y con gran cautela. Bloquear una reforma con amplio apoyo social y claros beneficios económicos se convirtió en un símbolo de valentía que ciertos legisladores mostraban con orgullo, recibiendo elogios de comentaristas y analistas por su adusto bipartidismo. Las bajas por enfermedad se convirtieron en otra prioridad legislativa abandonada una y otra vez.
El año pasado, tras años de presión de activistas, defensores y del Partido de las Familias Trabajadoras, la Asamblea General finalmente amplió la ley de días de enfermedad remunerados hasta cubrir, a partir de 2027, a todos los trabajadores.
Los votantes tomaron nota. Uno de los oponentes más estridentes de la ley terminó perdiendo la elección por menos de 100 votos. Ningún legislador que apoyó la ley perdió. No es tampoco una coincidencia que varios candidatos progresistas ganaran en distritos hasta entonces controlados por los republicanos con un mensaje profamilias trabajadoras.
Cuando el periodo de sesiones empiece en enero, estoy seguro de que muchos legisladores centristas y comentaristas moderados volverán a pedir sensatez y pausa. Señalarán la probable avalancha de políticas horribles provenientes de la segunda administración de Trump para abogar por la cautela, el bipartidismo y pequeños ajustes. Y, de forma invariable, cuando se les presente cualquier plan para resolver problemas reales y urgentes de las familias trabajadoras en nuestro estado pedirán demorarlo o bloquearlo por “prudencia”.
No debemos hacerles caso. La mejor manera de luchar contra Trump es apostar por las familias trabajadoras de nuestro estado. Si Connecticut se ha vuelto cada vez más inasequible, es momento de construir los vecindarios y comunidades seguras y acogedoras que necesitamos en todo el estado. Si las familias no pueden permitirse una guardería, construyamos un sistema de guarderías para ellos. Si el seguro médico es cada vez más caro, debemos crear un seguro público como alternativa para pequeñas empresas y familias. Si las tarifas eléctricas suben sin cesar, es hora de plantar cara a las empresas privadas y sus accionistas y apostar por alternativas, como la energía eólica marina. Y en lugar de escondernos detrás de reglas presupuestarias arcanas como excusa para no actuar, es hora de hacer las inversiones a largo plazo en educación, salud y desarrollo económico que necesitamos.
Obviamente, estos no son problemas simples de resolver, y buscar un amplio consenso es buena idea. Sin embargo, los legisladores no deberían usar la búsqueda de grandes acuerdos o coaliciones bipartidistas como excusa para no actuar. Su prioridad no debería ser complacer a quienes creen que encontrar acuerdos es más importante que encontrar soluciones, sino construir un Connecticut más fuerte para las familias trabajadoras.