Diciembre ha llegado, las tiendas están llenas, los adornos y las luces de colores adornan los hogares, las plazas y las calles, mientras en el incienso despide un aroma a pino y flores silvestres, entre cantos y sonrisas, nos anuncian que una de las épocas más hermosas del año ha llegado. ¡La dulce Navidad! Como dice un villancico.
En mi artículo del año pasado, titulado, “La Navidad que yo quiero”, escribí: “Estamos por terminar el año, llegando a una de las estaciones más hermosas pero nostálgicas a la vez, y es que cuando se acerca la Navidad, vienen a nuestra mente las metas que logramos durante el año y aquellas que por más que lo intentamos, no se lograron. Algunos se sienten satisfechos y felices, mientras que otros, se sienten frustrados, quejándose que siempre es lo mismo, y tristes de no haber podido realizar sus metas, o quizás fue un año de pérdidas”.
Luego continué en el siguiente párrafo: “Pero, independientemente como haya sido tu año, aún en los momentos más difíciles, siempre hay un aprendizaje. Y los éxitos que cosechaste, irán creciendo conforme pase el tiempo. Creo que nacimos para ser victoriosos, levantarnos cada mañana, sonreír y brillar como la luz del sol del medio día. No nacimos para ser fracasados, nacimos con un propósito grande que va mucho más allá de todo lo físico y material que podemos ver o palpar”.
Por qué vuelvo a citar estos párrafos, porque sigo coincidiendo en lo mismo. Que los momentos difíciles de este año no nos quiten el brillo, al final, “La vida es una montaña rusa” como dice el refrán, a veces estamos arriba y otras abajo. Pero independientemente de la situación, desde el momento en que llegamos a este mundo, nacimos como conquistadores. Así que no es momento para estar frustrados, sino con un corazón agradecido, por el regalo maravilloso de la vida en todas sus facetas.
Es momento de celebrar la Navidad y unirnos al coro de millos, de sentir esta época como única en cada momento. Sin importar la cultura, el idioma, el color o la nación, unirnos como hermanos y recordar el verdadero significado de la Navidad.
Millones de personas celebramos la Navidad de diversas formas. Debido a una infinidad de causas por las cuales vamos distinguiéndonos en seres individuales, diferentes el uno al otro, contamos con esa grandiosa capacidad humana de vivir diferente de acuerdo con nuestra esencia única de ser y estar, al existir ese respeto de las diferencias nos podemos ostentar con un amplio criterio y considerar que el mismo derecho que tengo yo de pensar diferente lo tiene el otro. Bajo esa circunstancia se tiñe de color armonía y paz, así la noche se convierte en fiesta para todos.
Hasta en los hogares más sencillos y carentes de casi todo, digo casi porque contienen lo más importante, la vida, la fuerza y la valentía para seguirla desafiando, abren sus corazones y su creatividad danza al son de la música interna que hace brillar su navidad. Este pensamiento cobra mayor significado cuando encontramos diferencias en los ámbitos en que estamos formulados cada uno.
Al transcurrir la vida y caminar con ella de la mano, lo que nos hace afortunados para poder brindar estas letras emanadas del amor. Contemplamos que los escenarios navideños también se van haciendo translúcidos conforme el tic tac inexorable va dejando la estela a su paso.
Aquellas Navidades en la primera etapa de vida infantil, el sentido era otro, la fantasía era magnánima y poderosa provocando un fuerte latir de los corazones, otros eran los colores, otra la vivacidad, recordar aquel momento en el calor de amor en nuestros hogares era el ingrediente bellísimo y único, y por qué no continuar con esa tradición con nuestros hijos, que se olviden de la tecnología, el PlayStation, esos teléfonos por un momento; que toda la familia apague sus celulares y se unan a una verdadera celebración, que nos envolvamos en esos colores tan vibrantes y vívidos, celebrando una verdadera y hermosa Navidad.
Y como siempre, cada año escribo que la Navidad es la época perfecta para recordar al Salvador del mundo. De esta manera, en esta Navidad llenémonos de “amor”, de la manera en que Dios nos ama, así también nosotros tenemos que amarnos. Dios el Padre envió a su único Hijo a rescatarnos, darnos libertad, alumbrarnos con su luz admirable y llenarnos de amor y paz.
La Navidad se trata de que Dios se vuelva humano para cambiar el curso de la historia humana. Por lo tanto, el corazón de Navidad es el corazón de ese bebé nacido en un establo allá en Belén, que al crecer con su amor inundó al mundo, quien dio su vida para que pudiéramos tener el don de la vida eterna. ¡Eso sí que es un regalo! Y es un regalo para todo el que quiera recibirlo.
Él es el Admirable y consejero, El Dios Fuerte y Padre Eterno, nuestro Príncipe de Paz, tal como lo describe el profeta Isaías (9:6). De esta manera, hay que tener presente, que el significado de la Navidad no son los regalos y las fiestas, sino el verdadero regalo que todo el mundo debe de recibir es a Jesús en su corazón, y así celebrar una dulce Navidad, llena de amor, salud y paz, y sobre todo, con la esperanza de un mejor mañana. ¡Feliz Navidad mi querido lector!