Siento un rechazo, total, frontal, visceral, molecular, instintivo e incontrolable contra todos los autoproclamados moralistas, honestos y transparentes. No es nada personal, es el fruto de historias conocidas, quienes se promueven como moralistas, honestos y transparentes, terminan mal, sobran ejemplos.
Muchos curas y pastores, autoridades morales del cristianismo, terminaron en pedofilia, explotaban sexualmente sus púlpitos; los políticos “honestos, moralistas y transparentes” colapsaron en corruptelas vergonzosas. Los curas estaban arriba, debajo estaban obispos y cardenales encubriendo sus pecados.
Nadie asocia a los políticos con honestidad, quienes usan dinero público, promoviendo su “honestidad”, son peores. Esa es una clara señal de su intención engañosa.
Después de los hippies, las drogas, el amor libre y la revolución sexual, Richard Nixon y su vicepresidente Spiro Agnew ganaron las elecciones prometiendo la “renovación moral” estadounidense. Asesorados por su “guía espiritual”, el evangelista Billy Graham, Nixon y Agnew iniciaron una cruzada moralizante, contra la pornografía y la corrupción.
Después de su reelección, en 1973, Agnew renunció en múltiples escándalos de soborno y corrupción. En 1974, Nixon renunció en el escándalo de Watergate. Después, supimos que Graham ponía dos prostitutas a practicar sexo lésbico, mientras él observaba la “intensidad de sus pecados” para luego hacer un trío, antes de predicarles.
Salvador Jorge Blanco ganó “con manos limpias” en 1982, humilló judicialmente a los “corruptos” del gobierno anterior, terminó como nuestro único presidente condenado, y encarcelado por corrupción. El “asesor” del presidente Luis Abinader, Ruddy Giulliani, exalcalde neoyorquino, acabó con pornografía y delincuencia; hoy colapsa acusado de múltiples fechorías. Tras su reelección, como Nixon, Abinader, “honesto y transparente” enfrenta múltiples escándalos, hasta protege la identidad de delincuentes. No revela quienes roban armas y municiones de nuestras Fuerzas Armadas, ni quien trajo aquel inmenso cargamento de cocaína. ¿Eso es transparencia? Abinader, ¿terminará como Nixon, como Jorge Blanco, o recuperará su reputación?
Por eso, y por mucho más, rechazo a los autoproclamados “honestos y transparentes”. Como diría Isabel Pantoja, “hoy que me sobra tiempo, para que sepan todos, cómo soy, hoy quiero confesar”