Cuando hay un incendio, lo último que uno quiere es que alguien se preocupe por cambiar bombillas. Estamos en una emergencia, hay fuego. Por mucho que esa lámpara necesite una bombilla LED, todo está ardiendo, y tal vez deberíamos preocuparnos primero por eso como nuestra prioridad más absoluta.
La administración de Musk (o de Trump; difícil decirlo) ha llegado a Washington con un lanzallamas. No solo están satisfechos con reducir a cenizas el estado de derecho y medio gobierno, sino que están obcecados con arrasar con decenas de programas federales. Están incluso ignorando abiertamente resoluciones judiciales paralizar recortes.
Ahora mismo, hay programas de Head Start quedándose sin dinero, dejando a miles de niños y familias al borde de perder el acceso al cuidado infantil. Muchas clínicas de salud que atienden a nuestra comunidad siguen sin recibir fondos. Hay recortes draconianos en educación, infraestructura y otros programas vitales a la vuelta de la esquina. Eso significa que Connecticut y su presupuesto estatal están a punto de enfrentarse una tormenta sin precedentes, así que deberíamos prepararnos para responder, y rápido, antes de que alguien se queme.
El gobernador Lamont, sin embargo, parece estar más preocupado por cambiar bombillas.
Los presupuestos del gobernador tienen, sin duda, buenas ideas. Poner un tope a los precios de los medicamentos o desayunos escolares gratuitos son propuestas valiosas que ayudarán a muchas familias trabajadoras. Pero la administración de Musk/Trump tiene la intención clara y explícita de destruir todo los programas de salud que puedan — sea HUSKY, Medicaid, Medicare u Obamacare —y usar ese dinero para bajarse los impuestos a sí mismos y a sus amigotes multimillonarios. Bajar el precio de los medicamentos justo cuando el gobierno federal va camino de volar por los aires el seguro médico de la mitad del estado no es ni de lejos suficiente para enfrentar la crisis que se avecina.
El mismo patrón se repite una y otra vez en el resto del presupuesto. Aumentar la inversión en las escuelas, universidades y community colleges de Connecticut servirá de poco si la Casa Blanca decide eliminar el Departamento de Educación. Docenas de proyectos de infraestructura en el estado con financiamiento federal podrían quedarse sin recursos. Programas como asistencia para calefacción, cupones de alimentos, becas y transporte están en riesgo, y un Congreso liderado por los republicanos sin duda usará cualquier “ahorro” para llenar los bolsillos de sus los ricos de siempre con más bajadas de impuestos.
Debemos estar preparados para responder a estos recortes. El gobernador Lamont ha hablado, alto y claro, sobre los valores de Connecticut — solidaridad, trabajar juntos, cuidar de nuestros vecinos. Ha hablado de un estado en que todos podemos prosperar si trabajamos duro, el mejor lugar del país para formar una familia. El gobernador, sin duda, ha defendido esos principios con firmeza. Pero si queremos estar a la altura de esos valores y hacer realidad esa visión de Connecticut, necesitamos algo mucho más ambicioso que pequeños ajustes. Necesitamos cambios reales.
Para empezar, vamos a necesitar más dinero. Connecticut quizás no pueda cubrir todos los recortes federales, pero debemos proteger a los nuestros. Por cada dólar que el Congreso regale en recortes fiscales a los ricos en nuestro estado, deberíamos estar listos y dispuestos a recaudar ese dinero de vuelta. Teniendo en cuenta que Connecticut paga mucho más al gobierno federal de lo que recibe a cambio (los estados demócratas como el nuestro subvencionan a los estados republicanos), podríamos incluso salir ganando.
En segundo lugar, y con la misma urgencia, debemos revisar nuestras reglas fiscales. Ahora mismo, una serie de restricciones autoimpuestas impiden que nuestro estado recaude los fondos necesarios para responder a esta crisis. Ser responsable fiscalmente consiste también en defender nuestros valores. Necesitamos un presupuesto sostenible, equilibrado y que haga todo lo posible para asegurar que todos en Connecticut puedan prosperar y salir adelante.
Sé perfectamente que pocas cosas asustan más a los políticos que las palabras “audaz” o “ambicioso. Nuestros legisladores son cautos por naturaleza. Las palabras “an orderly and decent goverment” (de las Fundamental Orders de 1639, nuestra primera constitución) están grabadas en oro en el Capitolio por un buen motivo — este es un gobierno orgullosamente aburrido, y nuestra prosperidad es el resultado de esa cautela. Hoy, sin embargo, nos enfrentamos una crisis sin precedentes, y nuestra vieja hoja de ruta ya no sirve.
No es hora de medias tintas. Hay un incendio. Actuemos en consecuencia.