En el artículo anterior hice mención del poder de las fuerzas naturales, pero hoy las conocemos mejor. Sabemos que ocurrirán. Desconocemos su intensidad, el sitio o momento preciso en que estas afectaran a la humanidad, pero el hombre insiste con su torpe actitud de retar o ignorar a la naturaleza. Hacemos caso omiso a las advertencias de estudios científicos de las posibles consecuencias de estúpidas decisiones, que descaradamente son justificadas cuando se depositan ricos dividendos en bancos del mundo que solo benefician a los mismos canallas de siempre.
En enero del 2020 comienzan a surgir en China casos de otra catástrofe que subsiguientemente se convertiría en un problema mundial. Las terribles noticias se amontonaban en los medios de comunicación internacionales de una forma no imaginable y la propagación de un indetectable virus a nivel global se convirtieron de repente en una pandemia en el planeta que residimos.
¿Qué es una pandemia? En forma sencilla se define como una enfermedad que se extiende a muchos países y/o que puede contagiar a la mayoría de la población mundial, convirtiéndose en una emergencia de salud pública.
En Puerto Rico se comenzaron a ver casos sospechosos de este virus en febrero del 2020, pero gracias a la visión miope y la ausencia de escrúpulos del entonces Secretario de Salud Pública de Puerto Rico y su equipo de trabajo, aun advertidos de la eminente propagación de este virus, él lo despachó con el comentario de que no había de que preocuparse pues no existían viajes directos desde China.
Las pandemias también tienen orígenes naturales. Puerto Rico ha sido y seguirá siendo impactado por estos fenómenos al igual que otras regiones del mundo.
Anualmente nuestra isla está expuesta a huracanes. No todos nos afectan como en el 2019 que se desarrollaron 18 huracanes o tormentas en la región y ninguna impactó a Puerto Rico. Los movimientos telúricos contrario a los huracanes no tienen temporada y son más frecuentes que los primeros, pero la mayoría son de baja intensidad y apenas se perciben.
Puerto Rico ha sufrido embates de huracanes, siendo el ultimo María en el 2017 dejando enormes destrozos en la isla y más de 3,000 muertos. A fines del 2019 y principios del 2020 el suroeste de la isla fue severamente afectada por una serie de terremotos causando graves daños a edificaciones en la región.
A principios del 2020 se riega mundialmente la pandemia del Covid-19, teniendo los puertorriqueños que atender urgentemente este nuevo reto a la estabilidad emocional, salubrista, económica y psicológica de la nación.
La pandemia del cólera morbo en el 1856 fue una de las primeras registradas en Puerto Rico dejando un saldo de 25, 820 muertos o el 5.2% de la población total. En el 1918-19 la isla fue impactada por la pandemia de la influenza donde murieron 10, 888 o el 8.6% de la población total.
Ese mismo año (1918), casualmente, tuvimos un tsunami (terremoto), que afecto mayormente a la región oeste (Mayagüez) de Puerto Rico. Ninguno de estos se puede comparar con los efectos que tuvo el terremoto de nuestra vecina isla de Haití cuando en el 2010 fue afectada por un terremoto que les costó la vida a 316,000 habitantes en nuestra hermana nación.
Es cierto que los huracanes, los terremotos y las pandemias son casi inevitables. Repito CASI, porque el hombre que ha logrado avances increíbles en todos los aspectos de la vida continúa siendo el peor enemigo de todo lo que lo rodea inclusive de sí mismo. No hay que ser un genio para entender el fracaso del hombre ante los retos que se enfrenta. Es fácil de entender la enorme cantidad de muertes en el terremoto en Haití si entendiéramos la pobreza ya existente antes del evento telúrico. Entenderíamos el desastre en Haití si entendemos las deficiencias en toda la infraestructura de esa nación, donde los esfuerzos de un grupo que dirige a ese pueblo son hacia la infame tarea del robo y el lucro. Esa nación todavía no ha logrado sacar a los ladrones de su templo.
Es curioso señalar como la pandemia ocurrida en Puerto Rico en el 1856 más del 21% de las víctimas eran esclavos y hoy (2020) en la ciudad de Nueva York con la actual pandemia, alrededor del 40% de las víctimas son hispanos y negros. Ciento sesenta y cuatro años han transcurrido entre uno y otro evento. Podemos deducir que poco ha cambiado para los pobres del mundo.
Los efectos y consecuencias de estos desastres son evitables. Pero hay que tomar medidas para impedir el continuo deterioro al que el hombre nos lleva. La salud de los seres humanos no es negociable. Tampoco lo es la educación. No le pertenecen a nadie, nos pertenecen a todos. La humanidad tiene derecho a ambas, no es el privilegio de nadie.
El medio ambiente no es para el disfrute de unos privilegiados, es de todos y tenemos que protegerlo con el mismo celo que le tenemos a la vida.
Todos tenemos el mismo derecho a que se nos haga justicia. Tenemos que ser claros y firmes. No creo que es el fin del mundo, pero me avergüenza como estos charlatanes, mentirosos e impostores le quieren robar el último suspiro a la humanidad. No se puede tolerar que este grupo de psicópatas quieran destruir la tranquilidad emocional, llevar al desespero a billones de seres humanos. Tenemos la imperante necesidad de sacudirnos de ese degradante e impuesto carimbo que no nos permite salir de la obscuridad de las cavernas en que vivimos.
“Haz como el toro acorralado: ¡muge!
O como el toro que no muge: ¡embiste!”.
José de Diego