“El que desconoce la verdad es un ignorante; pero el que conoce y la desmiente es un criminal”
-Bertolt Brench
La frase “Deja Vu”, de origen francés, está definida como la sensación de haber vivido en el pasado un evento que aparentemente ocurre por primera vez. Estas repeticiones no son producto de alucinaciones o demencia, estando comprobado por eventos históricos documentados que la historia se repite, demasiado de veces, para el agravio y perjuicio de nuestra propia existencia.
Escribir ajustándose a la verdad es complicado porque depende de la credibilidad del que la reclame y siempre estará sujeta a la opinión de otras personas. Una opinión es una idea, juicio o concepto que se tiene sobre alguien o algo. Pero la verdad no puede ser refutada cuando la evidencia es real y concreta.
Hoy vivimos momentos angustiosos, experiencias terribles, un envilecimiento de ese mundo inmediato que nos circunda. Tenemos de frente retos que parecen insalvables y que un gran número de inescrupulosos se han apoderado de ese momento para satisfacer sus perversas ambiciones.
Entonces una vez más, tenemos a los que presumen ser serios integrantes de la alta academia y analistas políticos en los medios noticiosos con vasta experiencia en la judicatura, en la política y el gobierno. Pero este tipo de sujeto “ecuánime”, vomita con sutilezas, su amargura, su ignorancia o la perversidad de un ser colonizado que no acepta su condición.
Carlos Diaz Olivo un conocido columnista, de un reconocido periódico de San Juan, admitiendo que hay muchos otros que tienen las mismas “cualificaciones”. Tergiversa la verdad, glorifica la mentira, exalta el engaño o peor aún enmudece ante el dolor que nos abate diariamente.
Comenzare señalándole a este profesor universitario que América sigue teniendo el mismo tamaño (más o menos) que ha tenido en los pasados siglos. Espero que este analista culpe a un desliz en las teclas que lo llevo a sustituir América por los Estados Unidos de América (EUA). Ese título lo reprodujo Trump y lo convirtió en su grito de guerra. Espero que el columnista no quiera recapturar la desacreditada arenga y convertirla en la suya.
El otro comentario que tengo que hacer, como para cubrir todos los ángulos, por si el analista se refiere a la grandeza que su presidente Trump hace alusion, no existe y nunca ha existido, pues esa reputación creada por los medios informativos y enseñada en las escuelas del país son las semillas que han sido sembradas por cientos de años y hoy ese producto fue recientemente recogido en los pasillos del congreso estadounidense. Ese germen que ha enardecido al pueblo estadounidense y que ha victimizado a la otra América con sus sangrientas invasiones, robo de patrimonios nacionales, respaldo a repulsivos dictadores, asesinatos, bloqueos y desapariciones a defensores de una verdadera justicia. Cosechan lo que han sembrado.
Esa enardecida cultura estadounidense, llena de racismo, prejuicios y aspiraciones de ser los dueños del mundo ha estado siempre latente, convergiendo recientemente con Donald Trump, pero recordando que lo preceden 44 otros presidentes, que unos más y otros menos han llevado la misma política desde los inicios de la nación. Incluyendo a Barack Obama, el primer presidente negro en la historia estadounidense y el que más emigrantes deportó de los EUA. Los puertorriqueños tenemos que recordar la infame actitud ante el caso de Oscar López Rivera y la arrogancia y desprecio a los pedidos del pueblo puertorriqueño.
Trump, por su parte obtuvo, más de setenta millones de votos en estas pasadas elecciones y el que crea que esa crápula humana no sabe lo que hace lean lo que le contesto al ultraconservador comentarista de televisión Bill O” Reilly en una entrevista en el 2017.
Ante una pregunta de O’Reilly, Trump le responde: “Hay muchos asesinos, nosotros tenemos muchos asesinos” “¿Cree usted que nuestro país es tan inocente?”
Los EUA no son tan inocentes. Han vendido bien su imagen o peor la han impuesto.
Pero el articulista menciona “la fuerte división ideológica que existe en la nación y el lenguaje inflamatorio” que usa Trump para incitar a sus seguidores. Ese lenguaje siempre existió señor profesor, no solo en la boca de los altos personajes del gobierno, pero si en la boca de los que dirigían las tropas al invadir las naciones que no le pertenecían, mientras en la nación estadounidense le daban loas a los esfuerzos invasores que despiadadamente arremetían contra democracias establecidas o gobiernos que no eran de su agrado. Posiblemente porque un “poder divino” los autorizaba a todo tipo de desmanes, todo para establecer “su estilo de democracia”.
Finalmente, el columnista en su arenga solemne y afrancesada menciona “casualmente” los actos violentos perpetuados por nacionalistas puertorriqueños en el congreso estadounidense en el 1954. Lo que sucede es que existe una diferencia histórica abismal entre lo uno y lo otro. El primero defiende el derecho inalienable de una nación de ser libre, el ultimo es un intento fascista de mantenerse en el poder político. Más adelante menciona momentos vividos en el Capitolio de Puerto Rico “cuando otros grupos también entendiéndose poseedores de la verdad y sintiéndose igualmente oprimidos, han irrumpido en el Capitolio, destruyendo y hasta orinando lo que a su paso encontraron”.
Comparar los hechos en el capitolio estadounidense a lo de las protestas puertorriqueñas es una vez más, tergiversar la historia a su conveniencia política.
Hoy no se necesitan “analistas” que utilicen arengas estilo Trump, Bolsonaro o Goebbels. Usted fácilmente cualificaría para unirse al equipo de Ted Cruz, Wanda Vázquez, Jennifer González y otros más.
Esos no fungen como periodistas, pero son excelentes quintacolumnistas.