Este lunes, el Senado estatal de Connecticut aprobó la ley de bajas pagadas por enfermedad. Gracias a ello, ningún trabajador tendrá que elegir entre cuidar su salud o la de un ser querido y quedarse sin sueldo. Aunque estimar el número exacto de empleados que se beneficiarán de este cambio es complicado, en 2027, cuando la norma cubra a todas las empresas, cientos de miles de trabajadores vivirán con la tranquilidad de saber que un catarro o una gripe no les impedirán pagar el alquiler.
Durante las últimas semanas, he escrito varios artículos explicando los beneficios de esta ley. Hoy, me gustaría centrarme en el proceso que llevó a su aprobación y en por qué, a pesar de esta victoria, aún necesitamos cambios significativos en la política estatal si realmente queremos ayudar a nuestra comunidad.
Sacar adelante la ley de bajas pagadas por enfermedad ha requerido el esfuerzo de cientos de activistas, voluntarios y líderes en nuestra comunidad, quienes trabajaron durante más de cuatro años para convencer a nuestros legisladores de que sacaran adelante esta ley. Esto es relativamente habitual al hablar de legislación en el Capitolio, un lugar donde las cosas se mueven despacio y en el que convencer a los que mandan de que pongan algo en la agenda es a menudo un ejercicio de paciencia. Ha sido necesario hablar con decenas de legisladores directamente, tanto en Hartford como en su distrito, movilizar activistas para que llamen a sus representantes y senadores, hacer campañas de información por todo el estado y trabajar para movilizar a líderes locales para que apoyaran la ley.
Ha sido un buen resultado sin duda, y el resultado final realmente mejorará la vida de muchas personas en el estado. Tras todo este trabajo, sin embargo, no se me escapa un detalle importante que no podemos olvidar: no debería haber sido tan difícil, especialmente en una ley donde todos los sondeos indican que tiene un apoyo abrumador en el electorado.
La realidad es que, durante los últimos años, Connecticut ha legislado relativamente poco y relativamente mal en avanzar los derechos de los trabajadores. La ley de bajas pagadas por enfermedad ha sido, de hecho, más una excepción que la regla en la producción legislativa de la Asamblea General. Sencillamente, no se han aprobado demasiadas leyes de importancia durante este periodo de sesiones, un patrón que lleva repitiéndose demasiado tiempo en nuestro estado.
Esto no debería ser así. Connecticut es un estado profundamente azul, donde el Partido Demócrata goza de abrumadoras mayorías en ambas cámaras, además de la oficina del gobernador. Este es un lugar, al menos sobre el papel, lleno de votantes progresistas, y lo lógico y esperable sería ver al partido, que tiene control unificado de todas las instituciones de gobierno, actuar de forma decidida para aprobar leyes que solucionen los problemas del estado. Lo que acaba sucediendo, no obstante, es un ejercicio de poder que, de tan cauteloso, casi se le podría calificar de cobarde. Los demócratas ceden constantemente el control de la agenda a la minoría republicana y se declaran a menudo incapaces de sacar adelante leyes que dicen defender, alegando toda clase de obstáculos y normas procedimentales en el proceso.
No será por falta de problemas urgentes. Este periodo de sesiones, por ejemplo, ha habido consenso entre todos los observadores de que el precio de la vivienda en nuestro estado está ahogando tanto a las familias como a las empresas que quieren establecerse aquí. Tras mucho ruido y muchos debates, no se ha aprobado ley alguna. Los legisladores tampoco han hecho gran cosa para mejorar el acceso a seguros médicos (es más, han recortado algunas prestaciones), ni para dar más recursos a nuestras escuelas, mejorar el transporte público o financiar servicios esenciales. Múltiples leyes han quedado bloqueadas por falta de tiempo o voluntad política, y otras se han quedado sin dinero debido a oscuras normas de austeridad contable.
Podemos hacer más. Tenemos que hacer más, porque ninguno de estos problemas va a desaparecer por sí solo. Pero para ello, necesitamos legisladores que vivan menos asustados de su propia sombra y tengan más ganas de buscar y encontrar soluciones.