“Alinear los derechos tecnológicos con los derechos humanos y con la dignidad, es fundamental. De ahí, la necesidad de un compromiso colectivo y solidario, que ponga en el centro la decencia y la docencia como acuerdo en favor de sus moradores y del bien de la casa común”.
Juntos tenemos que comprometernos más y mejor, superando los egoísmos y enmendando actitudes. No debemos pretender sustituir el cielo azul o el aire limpio, por otra atmósfera creada por nosotros. Hay que bajar del pedestal, despojarse de mundo, volver a recrearnos entre nosotros y con aquello que nos rodea. En la mansa recreación está el nuevo despertar, lo que nos demanda el ejercicio del sano propósito por lo armónico, con la súplica de favorecer el cuidado y la protección del hábitat, sin obviar que todo nos vincula, comenzando por nuestra propia respiración y finalizando por alimentar la confianza, para ganar seguridad entre todos. Lo importante es no privar a nadie de valores fundamentales para su vida, como la evidencia, la equidad, el respeto de los derechos humanos, el sentimiento de solidaridad entre sí. Únicamente si los gobiernos están dispuestos a abrirse a un espíritu cooperante, podrán derrumbarse los intereses mezquinos, que es lo que verdaderamente nos contamina y corrompe. Exigir justicia y acabar con la desigualdad, ha de ser el primer deber ciudadano.
Indudablemente, uno de los grandes desafíos del momento actual es el cambio climático, con una escala sin precedentes y de alcance mundial, lo que nos exige robustecer las coaliciones para poner otras prácticas que reduzcan el impacto de la contaminación, con sus corrientes diversas en nuestra salud. Urge, por consiguiente, destronar del planeta esas semillas de conflicto que todo lo envenenan de desesperación, haciendo valer la comunión de latidos, que es lo que en realidad llevará a recomponer la rotura de esa alianza entre el ser humano y el medio ambiente. Por cierto, este renuevo, lleva implícito la consideración del respeto hacia todo; y, así, es como podremos entrar en diálogo, rompiendo las paredes del yo y superando las barreras del egocentrismo. Reconocer que el mundo está interconectado significa no sólo comprender las causas de la globalización, sino también individualizar comportamientos y soluciones con una mirada abierta a la cultura del abrazo sincero y al compartir. Un corazón requiere al menos de un segundo corazón que le acompañe, tengámoslo en cuenta siempre.
En cualquier caso, todos vivimos en un presente, llamado a entendernos; y que, además, nos solemos mover mal encaminados en todos los indicadores. Precisamente, la unión entre las generaciones es lo que nos abre hacia el futuro. Lo hermoso del árbol viviente radica en el que las ramas de más edad se conjugan con las más jóvenes, dando una imagen armónica que florece y da sus frutos. Por ello, vigorizar las mancomunidades entre espacios diversos: continentes, naciones y pueblos; aprovechando realmente el potencial de la Inteligencia Artificial, accesible a todos y aprovechada de forma responsable, contribuirá sin duda a reducir la brecha, sentando las bases de una gobernanza inclusiva, en beneficio de toda la humanidad. Desde luego, la mejor producción de savia germina de la prevención de conflictos, con la mano extendida en cualquier tiempo y lugar, que es como se rompen los ciclos de violencia, la inhumanidad y el salvajismo, sentando las bases del espíritu conciliador para que pensemos en soluciones colectivas, bajo la perspectiva de sumar fuerzas.
Hoy más que nunca, necesitamos avivar relaciones, para retomar las sorpresivas alas de saber que existo. A una inteligencia artificial sin base moral alguna si hay que tenerle pavor. Alinear los derechos tecnológicos con los derechos humanos y con la dignidad, es fundamental. De ahí, la necesidad de un compromiso colectivo y solidario, que ponga en el centro la decencia y la docencia como acuerdo en favor de sus moradores y del bien de la casa común. Las medidas políticas y técnicas deben universalizarse, mediante un proceso educativo que favorezca un modelo cultural de avance y evolución, centrado en el espíritu fraterno y en la conexión permanente entre el ser humano y lo que le circunda, máxime en un momento hacia un futuro digital abierto, libre y seguro, que nos lleve a testimoniar con valentía, tanto el vivo reino existencial como el asistencial entre análogos. Por desgracia, estamos viviendo en un planeta que prioriza el dinero por encima de la supervivencia y la vivencia es nefasta. Otro mundo debe ser posible, pues. ¡Hagámoslo! Nos toca sostenerlo y sustentarlo.