El acto de decidir de forma colectiva quiénes van a ser los líderes del país en unas elecciones debería ser algo ilusionante. Las democracias, al fin y al cabo, son un sistema político único, que permite que la gente común tenga voz y voto en cómo nos gobiernan.
Si miramos la política americana estos días, sentiremos más tristeza que ilusión. Tenemos, por un lado, un partido republicano que ha decidido presentar como candidato a la presidencia a alguien que es contrario a la misma idea de democracia. Donald Trump no solo se resistió a abandonar el poder tras perder las elecciones, sino que conspiró para invalidar los resultados, y terminó enviando una masa enfurecida al Congreso para intentar linchar a su vicepresidente.
Por si fuera poco, la agenda política del partido es cada vez más extremista: Trump apoya bajar los impuestos a los ricos y subir los impuestos a las familias trabajadoras con sus aranceles, habla abiertamente de suspender la Constitución y deportar millones de inmigrantes (tanto legales como ilegales), y no solo prohibir el aborto, sino incluso limitar el uso de anticonceptivos. Dado su intento de golpe de estado hace tres años, sabemos que cuando habla de recortar nuestras libertades, no está bromeando.
El programa político republicano debería ser, sin duda, motivo de alarma. Los demócratas, por desgracia, suelen ser más de decepción.
Vaya por delante: los demócratas sí creen en el respeto a los resultados electorales y la Constitución, algo que, en solitario, ya les pone por encima de Trump. También tienen un programa político mucho más sensato. Kamala Harris quiere subir impuestos a los ricos y recortar impuestos a las familias trabajadoras. Está a favor de un control estricto de la inmigración ilegal y de controlar la frontera, ofreciendo un sistema de inmigración legal racional, ordenado y que permita obtener la ciudadanía. Quiere combatir los abusos de los bancos y las grandes empresas y construir millones de viviendas asequibles.
Todas estas son muy buenas medidas, sin duda, pero los demócratas, especialmente en lugares como Connecticut, donde gozan de amplias mayorías, suelen quedarse a medias entre lo que prometen y lo que nuestra comunidad necesita.
Por ejemplo, hablemos sobre vivienda. Hablan mucho de precios, pero nunca acaban por tomar la decisión correcta, que es construir más casas. En protecciones laborales, se conforman con dejar que las empresas impongan horarios abusivos o permiten salarios mínimos reducidos en restaurantes en vez de ayudar a los empleados. En educación, hablan sobre guarderías, pero conseguir una plaza asequible sigue siendo casi imposible. En sanidad, hablan sobre seguros, pero hacen poco para reducir los precios abusivos de las farmacéuticas y aseguradoras, que nadan en beneficios.
Por fortuna, en Connecticut tenemos una forma de utilizar nuestro voto para rechazar enfáticamente las veleidades golpistas del trumpismo y a la vez exigir a los demócratas que sean más ambiciosos. Nuestro estado tiene un sistema llamado “voto fusión” que permite que un candidato aparezca en la papeleta bajo más de un partido. En estas elecciones, candidatos como el senador Chris Murphy o la congresista Jahana Hayes, además de docenas de legisladores estatales, están en la papeleta como candidatos demócratas y, simultáneamente, candidatos del Working Families Party, el partido de las familias trabajadoras, en la línea C.
Los votos en la línea C se suman al total del candidato, así que no estás reduciendo sus posibilidades de victoria. Lo que dejas claro con ese voto, sin embargo, es que quieres que hagan más que dar un pasito para arreglar los problemas, sino que quieres soluciones reales: un plan de vivienda para nuestros barrios; mejores condiciones laborales; guarderías para todos; un seguro público asequible. Medidas concretas, reales y efectivas que realmente ayuden a las familias trabajadoras, no parches para salir del paso.
Este noviembre tenemos la oportunidad de acudir a las urnas y votar por una alternativa mejor. Podemos rechazar el autoritarismo plutocrático republicano y, a la vez, pedir alto y claro que queremos una política mejor, que ponga a las familias trabajadoras como principal prioridad. Podemos votar al Working Families Party, línea C, y enviar a los candidatos un mensaje claro: queremos más. Y lo queremos ahora.