Todo el mundo necesita días de baja por enfermedad pagados. Si hay algo que todos tenemos en común, es que tarde o temprano vamos a caer enfermos. Será una gripe, un mal resfriado, indigestión, COVID, una migraña, o algo más serio, pero tarde o temprano nos levantaremos una mañana encontrándonos mal y sin poder ir a trabajar. Si no somos nosotros, será uno de nuestros hijos; como todo padre sabe, los chavales tienen la mala costumbre de enfermar en el momento más incómodo posible.
Para aquellos que tenemos un trabajo con días de baja por enfermedad pagados, una gripe o un catarro es un incordio o como mucho una molestia, pero no un problema grave. Nos quedamos uno o dos días en casa, tomamos sopitas o cuidando de la niña (y después cazamos esa misma gripe que ella tenía, ya se sabe), y de vuelta al trabajo cuando estamos recuperados. Nos cuidamos, no contagiamos a nadie en la oficina, y todo va bien.
Por desgracia, mucha gente no tiene esta suerte. Sólo un 12% de empleados en Connecticut tienen derecho a días de baja por enfermedad por ley. Aunque muchas empresas ofrecen días pagados igualmente, sobre un 40% de los trabajadores en el estado no tienen esta protección. Eso significa que, si se ponen enfermos, tienen que escoger entre tener ingresos cobrando su sueldo, o poder cuidar su salud o la salud de un familiar.
Para algunos, perder dos o tres días de sueldo quizás no sea un problema insalvable. Todos los estudios señalan, no obstante, que los trabajadores con menos ingresos suelen ser los que menos acceso tienen a días de baja por enfermedad pagados. Si cobras poco y llegas justito a fin de mes, una gripe a destiempo puede convertirse en un recibo de la luz sin pagar, un alquiler que llega tarde, o tener que pagar extra porque el retraso del pago de una letra del coche. Esa elección entre salud o sueldo, si ganas poco, es mucho más real y peligrosa.
Estos problemas son más pronunciados aún para muchos miembros de nuestra comunidad. Los trabajadores hispanos y afroamericanos suelen trabajar en la clase de lugares que no ofrecen días de baja pagados: empresas pequeñas, con empleos a tiempo parcial y sueldos bajos. Un 64% de empleados blancos en Estados Unidos tienen días de baja pagados por enfermedad; el porcentaje cae a un 59% para afroamericanos, y apenar un 45% para hispanos.
Así que volvemos a eso que decíamos al principio: todos nos ponemos enfermos tarde o temprano, seamos blancos, hispanos o negros. Lo lógico y necesario, entonces, es que todo el mundo pueda tener acceso a días de baja por enfermedad, sin que importe dónde trabajan.
Los legisladores estatales en Connecticut están debatiendo estos días una ley que amplie la cobertura de nuestra ley de bajas por enfermedad más allá de ese 12% actual. No tendría demasiado sentido aprobar una normativa que excluya de nuevo a los trabajadores que más lo necesitan – esto es, empleados en empresas pequeñas con sueldos bajos, a menudo a tiempo parcial, la mayoría mujeres, latinos, y negros. Esto es, gente que vive día a día, y no pueden permitirse en absoluto quedarse en casa por un mal resfriado.
Sabemos que esta clase de leyes son buenas no sólo para los trabajadores, sino para la economía. En los estados con leyes que cubren a todos los trabajadores, las empresas se benefician de empleados más productivos, leales, y sanos. Los empleados gozan de mejor salud, van al médico cuando lo necesitan, y si pillan la gripe, no la contagian a sus compañeros o clientes. Algunas empresas se quejarán de que esta clase de leyes les “costarán dinero”. Lo que no se dan cuenta, y lo que hemos visto en otros estados, es que una vez se aprueban los beneficios son mucho mayores que los costes.
Las leyes de bajas pagadas por enfermedad son buenas para la economía, ayudan a los trabajadores, y si son universales, reducen considerablemente las desigualdades en el mercado de trabajo. Todos nos ponemos enfermos. Es hora de aprobar una ley en Connecticut que cubra a todos, sin excepciones.