Todos queremos un empleo que nos proporcione estabilidad. No es suelo cuestión de un buen sueldo, por mucho que sea el dinero lo que nos permite salir adelante. Nuestro trabajo también debería brindarnos tranquilidad; un sueldo predecible, recompensando nuestro trabajo y esfuerzo.
Tras la pandemia, hemos visto una rápida recuperación económica. El desempleo lleva más de un año por debajo del 4%; la inflación, tras un breve repunte, ha vuelto a frenarse. Los salarios están subiendo más rápido que los precios.
A pesar de las impresionantes cifras del PIB y empleo, muchos votantes siguen preocupados por la economía. Aunque los sueldos rápidamente para los trabajadores que menos ganan, el coste de la vivienda ha dejado a muchos luchando para llegar a fin de mes. Persiste un pesimismo arraigado, la sensación de malestar. A pesar de las grandes cifras, esta actitud negativa hacia la economía no es del todo injustificada.
En el mercado laboral, los legisladores tienen básicamente dos opciones para ayudar a los trabajadores. Por un lado, tenemos transferencias directas, que actúan como un seguro cuando alguien atraviesa tiempos difíciles. El ejemplo clásico es el subsidio por desempleo. Suelen ser programas temporales con sólo para rentas bajas, diseñados para evitar dificultades inmediatas tras perder un trabajo. Incluyen desde el seguro de salud hasta cupones de alimentos o guarderías, y su cobertura a menudo se extiende a muchos trabajadores de bajos ingresos.
Por otro lado, tenemos políticas que buscan moldear el mercado de trabajo mediante regulación. El salario mínimo es el ejemplo más conocido; una ley que establece un suelo salarial los trabajadores. Estas leyes cubren a todo el mundo, y tienen como objetivo garantizar que todos los trabajadores sean tratados de manera justa en su lugar de trabajo. Hablamos de políticas como la semana laboral de 40 horas, el pago de horas extras, la negociación colectiva o la inspección laboral. En otros países, cubren cosas como indemnización por despido, horarios de trabajo, vacaciones, o bajas por maternidad.
Los demócratas, tras el New Deal, apostaban por una mezcla de ambas opciones; ayudas bien diseñadas combinadas con regulación. Sin embargo, este enfoque cambió durante los noventa. Los neoliberales insistían que las regulaciones eran ineficientes; así que sólo se ofrecerían ayudas directas a los más necesitados.
Los trabajadores, sin embargo, realmente valoran estas protecciones. Quien más apoyan la regulación son aquellos que tienen menos ingresos, especialmente aquellos sin título universitario: saben que entran en el mercado laboral ya en desventaja. En un artículo reciente, Ilyana Kuziemko, Nicolas Longuet Marx y Suresh Naidu (Princeton y Columbia, señalan que una parte significativa de la pérdida de apoyo de los demócratas de los votantes de clase trabajadora sigue de cerca su creciente renuencia a apoyar este tipo de regulaciones. A medida que el partido abandonó su compromiso de domesticar el mercado, los trabajadores más expuestos al riesgo los abandonaron desilusionados. Mientras tanto, los trabajadores con educación universitaria prefieren las transferencias de efectivo sólo para aquellos que las necesiten, lo que explica en parte su creciente apoyo al partido.
Los trabajadores sin educación universitaria valoran mucho la seguridad laboral. Aunque su trabajo puede estar bien ahora y la economía funciona, no siempre tienen acceso a un buen seguro de salud, bajas por enfermedad o vacaciones pagadas. No tienen la estabilidad de sus compañeros en puestos mejor pagados. Sin regulación, no sienten seguros porque no hay leyes que los protejan.
Una agenda a favor de los trabajadores debe incluir entonces ambas cosas: programas que ayuden a quienes lo necesitan y regulaciones que creen buenos empleos. Es decir, medidas como bajas por enfermedad, para que nadie tenga que ir al trabajo enfermo. También leyes de horarios predecibles, para que los trabajadores sepan algo tan básico como cuándo y cuánto ganarán esa semana. Significa un salario mínimo único para todos los trabajadores, para que aquellos que dependen de propinas tengan ingresos estables.
Connecticut necesita leyes que hagan que las familias trabajadoras se sientan seguras en su empleo. Y los días de enfermedad pagados, horarios predecibles y mejores salarios mínimos no solo son buenos para los trabajadores; también son medidas increíblemente populares, con amplio apoyo electoral. Necesitamos un mercado laboral que proporcione buenos empleos para todos – y haríamos bien de legislar en esta dirección.