El dramático anuncio de Leslie Torres-Rodríguez la superintendente de escuelas de Hartford alertándonos de un déficit en el sistema de más de 24 millones de dólares o quizás 27, ha provocado un renovado interés por parte de la ciudadanía que ha visto el asunto en las primera páginas y las noticias descrito como un escándalo. Pero este es un tema difícil de comprender con una jaula de palabras tales como elección de escuelas (School Choice), escuelas magnetos, academias o semi magnetos, CREC, y la compleja diversificación de los fondos de las escuelas públicas de Hartford.
Lo que está claro es que el presupuesto de la ciudad capital de Connecticut donde el sistema escolar acusa tener 17,054 estudiantes distribuidos en 39 escuelas constituye al menos una información importante.
Los sistemas escolares no generan ganancias para la ciudad ni tampoco los servicios que proveen los departamentos de Bomberos y de la Policía. Ahora en 2023, lo educacional recibe $417 millones de las arcas públicas, pero lo que se gasta se eleva a $441 millones, es decir, hay un déficit y estamos en rojo. La tendencia es que este déficit después de la catástrofe de la Pandemia y por la complejidad del sistema irá ascendiendo cada vez más y no es una buena idea comenzar a apuntar con el dedo índice a los posibles culpables. No es un problema fácil en Hartford.
Por ahora se debe entender que hay una relación difícil de explicar entre los fondos del sistema escolar de la capital del estado y las escuelas magneto.
La idea del magneto es atraer a otros cuerpos y cuando el exsuperintendente Tony Amato trajo a la ciudad el concepto de crear un tipo de establecimientos educacionales altamente especializado en ramas del conocimiento que fuesen capaces de atraer estudiantes de los suburbios cuyos sistemas pagaran a Hartford por los servicios educacionales era un objetivo original y fue aceptado con complacencia.
Era y es el concepto de super escuelas con especialidades tales como estudios clásicos, ingeniería, ciencias económicas, lo aéreo espacial, estudios ambientales, bellas artes avanzadas, deportes, artes de actuación baile y música, y magnetos preuniversitarias que preparen a sus estudiantes para ir a colegios universitarios.
Ahora bien, la idea original era también lidiar con la endémica segregación racial de las escuelas de la ciudad atrayendo estudiantes de la raza blanca a estos centros del saber y de conocimientos más avanzados que los de las escuelas tradicionales. De hecho, en los inicios y con la llegada de niños y jóvenes de los suburbios, el sueño de Martin Luther King se hizo realidad porque los estudiantes de la raza blanca y latina iban a sus salones o cafetería tomados de la mano.
Lo interesante de este concepto fue que para que estudiantes que incluso vivieran frente a estos nuevos establecimientos de educación magnetos, debían postular en una rifa compitiendo con niños y jóvenes de ciudades tales como Winchester, Manchester, Torrington, por nombrar algunas. Los que vivían en los vecindarios de estas escuelas se comenzaron a sentir doblemente segregados.
Es importante recordar que todavía en 2023, los estudiantes típicos de nuestra ciudad, un 62.8 % (más de la mitad) sobreviven en altos niveles de pobreza y de los cuales un 64 por cientos son de origen puertorriqueño (la mayoría), un 30% de ancestro afroamericano y un ultra mínimo de un 3% provenientes de la raza blanca.
Este cuadro estadístico continúa siendo una situación crucial para la desventaja académica de niños y jóvenes que también están afectados en un significativo porcentaje y como bien lo menciona la superintendenta Torres-Rodríguez quienes en un elevado porcentaje ven su avance académico y social afectado por incapacidades físicas, educacionales, mentales y sociales que requieren más y más servicios, pero con nos recursos.
Ella tiene razón. Esos servicios son muchos y Hartford no los logra proveer.
Con los años la tendencia que fue dada a conocer por la superintendente es que la cantidad de estudiantes que no viven en Hartford y asisten a las escuelas magnetos, sino que, en suburbios, ha disminuido, bajando así los posibles ingresos extras para nuestro sistema educacional.
Pero el sistema escolar de nuestra ciudad capital se ensombrece frente a un verdadero imperio educativo llamado Capitol Region Educational Council que tiene 150,000 estudiantes distribuidos en 36 pueblos y que compite con Hartford con sus descritos como exquisitos y únicos programas educacionales.
Este imperio tiene sus cuarteles generales en el 113 de la avenida Chárter Oak en nuestra ciudad y lo dirige Tim Sullivan que en el pasado postuló para ser superintendente de escuelas de Hartford, pero que finalmente es ahora el super superintendente de CREC.
Lo importante de destacar es que Hartford le debe pagar a CREC por los estudios, alimentación y transportación de niños y jóvenes de este sistema paralelo a los que muchos ya denominan el tiburón blanco.
La superintendente tiene toda razón explicando el déficit, al destacar que Hartford debe gastar mucho dinero en los servicios para niños con necesidades especiales que no son con los que lidia el gigante CREC que se nutre de los mejores maestros y administradores en un ambiente escolar que en su fastuosa propaganda en Internet se describe como apacible, único y virtuoso.
¿Y qué tal las academias de Hartford? Este tipo de escuelas que muchos denominan las magnetos chicas, fueron inventadas al menos por el nombre para atraer estudiantes a temas tales como “Estudios Latinos,” o “Estudios Asiáticos.”
En una de estas magnetos chicas la directora fue por un tiempo una persona que no hablaba español y cuya vice principal era de origen chino que tampoco podía decir “buenos días.” Sin embargo, en la magneto chica de estudios asiáticos el director, quien es un eficiente principal puertorriqueño que yo sepa no habla mandarín, uno de los idiomas que se enseñaban además de celebrar el año nuevo chino con procesiones y dragones.
Este tema no es simple y ahora que en nuestro idioma decimos “sacando los trapitos al sol,” lo que gane o no la superintendenta y el personal de la Junta de Educación no tiene mayor relevancia porque el problema no es que esté entrando agua por el sótano del sistema, sino que el drama está en un techo que se cae y hay mucha tela que cortar.
Un necesario proceso de reflexión global está, como en otras cosas que suceden en nuestra ciudad, entorpecido por la mala política, la irrealidad y la negación y no se ve en los planes de candidatos para el puesto de alcalde.
Una lástima.