Partimos de una pregunta provocativa, si aceptamos la premisa aunque sea como hipótesis de si la raíz de los problemas sociales, estuvieran más en el corazón humano, que en las estructuras externas.
¿Qué implicaciones tendría esto? ¿cómo deberíamos enfocar los desafíos sociales hoy en día?, más allá si estamos de acuerdo o no, ¿con el Marco cristiano o con el Marco Marxista específico?
Es una buena pregunta, que da que pensar acerca de cómo actuamos en la sociedad.
Nuestro análisis parte de la gran contraposición que vemos está en dos puntos clave: primero, como se entiende la naturaleza humana.
¿qué somos en el fondo? y segundo ¿dónde reside la fuente última de la justicia?
¿Está en lo material, en el sistema, en las estructuras? o si por el contrario como argumenta este texto ¿la raíz está en algo más profundo, en lo espiritual, en el corazón de cada individuo?
Este planteamiento pone cara a cara, dos maneras muy distintas de entender la justicia social. Esta es la dicotomía central que presenta nuestra reflexión. Para entender la justicia social, nuestra idea, es identificar los argumentos claves para entender la diferencia entre ambas, partimos de la pregunta, que es el eje de la reflexión: ¿Cómo ve el cristiano una persona pobre de un marxista?
El marxista, mira hacia afuera, hacia el sistema; señala las estructuras. Mientras para el cristiano, se mira, asimismo, a su propio corazón y asume su responsabilidad.
Esta inversión de la mirada es fundamental, es una contraposición. En una comparativa más visual, ponemos por un lado a Carlos Marx, escribiendo en su biblioteca, teorizando y a Cristo que no sólo hablo de justicia; sino que la vivió, la encarnó.
El Marxismo engaña al hacer creer que la idea de compasión, de justicia social, nació en 1848 con Marx. Totalmente falso, ni remotamente, ni mucho menos. Tiene raíces mucho más antiguas.
Y aquí está la ironía y la contradicción Marxista, respecto a la visión que tienen de la dignidad humana, pero a la vez niegan que exista un alma o una dimensión espiritual; lo cual para el cristianismo explica nuestra contradicción interna y aquí conecta con un punto que es crucial en la cual la verdadera justicia social necesita un anclaje algo absoluto, una medida divina.
¿y por qué es necesario esa medida? porque sin ella los conceptos de justo e injusto se vuelven totalmente relativos de meras opiniones que cambian con el tiempo, según quien mande.
Por eso, el enfoque cristiano al buscar cambiar el corazón de las personas, ha tenido un impacto más duradero que los manifiestos políticos, que sólo miran las estructuras y aquí es donde la crítica del texto al marxismo se vuelve más directa.
Esa idea de qué el ser humano es fundamentalmente un producto de sus circunstancias económicas, el materialismo Marxista se equivoca, en el diagnóstico, confunde el síntoma qué es el conflicto económico, con lo que es la causa de fondo que es la condición humana, del corazón caído con su tendencia al egoísmo, a la codicia es decir que cambiar las estructuras sin cambiar a las personas, no sirve de mucho simplemente reorganiza la codicia la mueve de sitio pero no la elimina.
La historia es una evidencia empírica, como las sociedades que intentaron aplicar el comunismo al final crearon nuevas clases dominantes, nuevas élites, lo cual contradice la teoría original.
Y esa frase marxista tan conocida de que la religión es el opio de la sociedad, en realidad es lo opuesta. La religión auténtica no es un escape, no adormece, sino todo lo contrario y es una confrontación con la realidad última, lo que motiva actuar contra la injusticia que desde su fe, fueron auténticos revolucionarios, generaron verdaderos cambios sociales y no de manera violenta como lo propone el marxismo, que busca cambiar el sistema por la fuerza. En tanto, la propuesta cristiana se basa en la conversión individual en un cambio más personal y gradual.
El marxismo trata igual a trabajadores que se esfuerzan, que a personas perezosas. Tratarlos igual sería injusto. Por el contrario, la justicia cristiana parte de dar a cada quien según sus méritos, no tanto en una igualdad paritaria sino dar a cada uno lo que necesita.
En conclusión. El materialismo dialéctico no es una ciencia sino una fe secular, una fe sin Dios, además dogmática que se basa en una supuesta inevitabilidad histórica que se considera más como una profecía que como un análisis real.