Antes de llegar a México, Biden ya había sacado mucho provecho a la visita, escribe Raymundo Rivapalacio, en su columna de Estrictamente Personal: “López Obrador, hace días pidió públicamente al presidente Joe Biden que aterrizara en el Aeropuerto Felipe Ángeles, haciendo a un lado la logística de seguridad porque se trataba de un posicionamiento político. Estados Unidos le comunicó que aterrizaría en el Aeropuerto Benito Juárez, con lo que no lo apoyaría en denostar a quienes lo critican por lo que hoy es un elefante blanco. Pero un día después de la captura de Guzmán López, la Casa Blanca devolvió un guiño en reconocimiento: Biden sí aterrizaría donde quería López Obrador”.
El gobierno de Estados Unidos se mostró muy contento y satisfecho por lo que hizo México la semana pasada. Las dos peticiones a López Obrador fueron cumplidas. Pero no todo está dicho. El núcleo duro en torno a López Obrador, una vez que perdió la batalla para impedir la detención, ganó con su propuesta de no extraditarlo de manera rápida, para que Washington no pensara que todo le había resultado fácil. Eso fue lo que sucedió, como dijeron el Presidente y el canciller, y no se irá pronto a Estados Unidos.
En materia migratoria, Biden llega a México para participar en una cumbre trinacional, pero sus objetivos principales son de índole bilateral: migración con México, que ya habría aceptado, según diversas versiones periodísticas no desmentidas oficialmente, convertirse en receptor mensual de 30 mil personas de Haití, Venezuela, Cuba y Nicaragua que fuesen deportadas de Estados Unidos.
Respecto al diferendo agrícola, el desenlace de dos disputas en el marco del T-MEC, México contra el maíz transgénico y Estados Unidos contra la política energética mexicana. Parece que el round en los paneles del T-MEC sobre las reglas de origen en la industria automotriz ha salido favorable hacia México y Canadá; esperamos que concluya en ese sentido. Éstos serán temas formales o informales esta misma semana.
Sobre el tema del maíz transgénico y otros productos agropecuarios biotecnológicos, un documento del secretario de Agricultura de Estados Unidos, Tom Vilsack, estima que el valor del comercio bilateral es superior a los 63 mil millones de dólares en 2021 y se calcula que para el cierre de 2022 y los años siguientes el valor será mucho mayor.
El gobierno de México propuso que el decreto presidencial para prohibir gradualmente la importación de maíz amarillo entre en vigor hasta enero de 2025.
Sin embargo, ni Buenrostro, ni el secretario de Agricultura, Víctor Villalobos, han presentado un esquema para sustituir la importación de maíz transgénico por la de maíz blanco de producción nacional.
Los expertos opinan que cualquier acuerdo con los inversionistas ya establecidos es por definición anticompetitivo, porque cierra la puerta a nuevos jugadores y los socios comerciales no lo van a aceptar porque es violatorio del T-MEC.
Además no se han hecho inversiones en generación de energía eléctrica y la demanda sigue creciendo, producto de nuevos polos de desarrollo, lo que se antoja como el inicio de una crisis energética.
Y por si fuera poco, el T-MEC tiene una Cláusula de Extinción que establece que en 2025 el tratado debe ratificarse, justo cuando López Obrador se esté retirando a su rancho y técnicamente sea el final del gobierno de Biden.
En ese contexto está arrancando la cumbre trilateral, que incluye obviamente al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, país con el que también la 4T tiene diferencias que afectan su industria energética y minera. Y de eso ni siquiera hablamos ya.
Los temas energéticos y económicos, en general, son de interés tripartita y serán abordados en conjunto con el primer ministro de Canadá, quien ha hecho declaraciones en el sentido de que México debe asumir las obligaciones que le corresponden al haber firmado el acuerdo norteamericano de libre comercio. Habrá de verse hasta dónde se avanza en el insistente proyecto que busca establecer fórmulas de norteña asociación subcontinental al estilo de la Unión Europea, con obligada cesión de soberanía en la realidad, aunque en el discurso se diga otra cosa.