Hay momentos en la vida que parece que todo se derrumba, y por más que luchamos, nada pasa. Las situaciones cotidianas nos absorben, nos sentimos desanimados, cansados de trabajar tanto y sin conseguir el éxito que buscamos; todas las puertas parecen cerradas, que por más que las empujamos, ninguna se abre, y si eso fuera poco, no vemos un camino claro hacia donde seguir.
Los problemas nos invaden por doquier, nuestra alma se agita queriendo evadir la dura realidad, tratando de volar al horizonte y así encontrar el reposo anhelado, que por más que lo buscamos, parece huir despavorido de nosotros.
La economía se escapa de los bolcillos, la exigencia familiar cada vez es mayor, los ingresos no alcanzan, y corremos día tras día en la misma rutina; frustrados del presente, lamentándose del pasado, sin saber lo que nos espera en el futuro.
Esos momentos que parece que nos quedamos sin fuerzas para seguir adelante, donde la crítica se dispara como un cañón de guerra, explotando con enfermedades, problemas de toda índole, el rechazo, la ansiedad, la escasez, la traición y la falta de amor…, drenando lo mejor de cada ser humano, plantando el inmenso vacío del fracaso y ansiedades, cosechando tan solo lamentados y frustraciones, viviendo dentro de las tinieblas del sistema doloroso cotidiano.
Las circunstancias ahogan nuestro entendimiento y nos sentimos sin aíre y sin luz. El ser humano se cansa, pierde sus fuerzas, y es cuando se puede flaquear; de esta manera, se olvida de la fuente inagotable de energía que proviene del cielo y nos conduce a esperar en Dios a pesar de cada situación, sabiendo que hay un plan perfecto diseñado para cada mortal de buen corazón que reciba y acepte dicha guía, que, aunque no vea nada claro en el presente, se sigue moviendo por fe cada día, como un valiente guerrero.
La vida drena nuestras fuerzas. Prueba de esto es que el diario vivir nos cansa tanto, así que necesitamos parar de nuestras labores, dormir y recargar nuestras energías. Pero, aun así, conociendo que necesitamos el descanso; las presiones de la vida, nuestros errores, los asuntos personales con los cuales lidiamos, nuestras debilidades y nuestras ambiciones, todo esto nos impide descansar, incluso se nos puede quitar hasta el dormir.
Pero, obviamente no estoy hablando simplemente del dormir, ni tal vez tan directamente del descanso. Me refiero a esa fuerza interior que te impulsa y te motiva, esa fortaleza espiritual que solo viene del cielo, sin importar la edad y la etapa de vida que te encuentres.
Y es que realmente el esfuerzo viene cuando se acaban las fuerzas; esforzarse es continuar, seguir avanzando aunque el camino este lleno de piedras y espinos, aunque sangren los pies, aunque tropecemos y caigamos, hay que seguir adelante. Son esos momentos, después de agotarse todas las energías que nos quedan, donde se produce un resultado matemático de multiplicación en las fuerzas de cada uno que confía y espera en el Eterno.
Sigue haciendo buenas obras, que los comentarios negativos no cambien tu esencia, sigue ayudando a los demás, sigue usando bien tus fuerzas, sigue guardo la semilla de amor sembrada en tu corazón, continúa manteniendo la fe y la esperanza, que muy pronto, se abrirán mejores puertas, mucho más de las que esperabas o imaginabas; tan solo acepta cada situación en la vida que te hacen crecer y madurar.
La fuerza humana y la capacidad de superación y de supervivencia que tenemos, son algo increíble. Estamos preparados para soportar más dolor del que creemos, y para seguir encontrando motivos, aun cuando nuestras fuerzas flaquean y todo se vuelve oscuro para seguir caminando. A veces, sin saber cómo ni cuándo, nos encontramos construyendo nuestro camino a pesar del profundo dolor que sentimos por dentro.
Nunca te rindas y sigue luchando. Sigue encontrando un porqué a todas tus preguntas, y si no lo consigues, busca mejor un para qué. Porque esto es la vida, levantarse y continuar, no dejar de esforzarse y aprender de cada error que cometemos, escuchando y sintiendo esa voz interior de nuestra alma, conectada con nuestro espíritu, y guiada por el Eterno.
Puede que hoy no encuentres motivos, pero mañana será un nuevo día, donde el sol otra vez volverá a brillar para ti. Cada día es una nueva historia, y aunque a veces no puedas decidir cómo finalizarla, sí puedes determinar cómo enfocar su comienzo.
Ahora bien, no olvides permitirte esos días para encontrarte con tu soledad y dar un espacio a tus tristezas y miedos, también son necesarios para luego levantarte y darte cuenta de todo tu potencial.
Recuerda que no existe un final sin un comienzo, la luz sin la oscuridad, un ponerse en pie si antes no se ha caído, ni la fuerza si no se busca, y ni siquiera las ganas si no hacemos por encontrarlas dentro de nosotros. Los contrastes nos hacer crecer si entendemos el punto medio que los equilibra.
¡Adelante! Lucha y esfuérzate, levántate, sacúdete el polvo y sigue caminando porque vale la pena hacerlo. No olvides que la vida continúa, el tiempo pasa y tú serás quien cuente tu historia. ¡No te rindas, aunque hoy sientas pocas fuerzas!