Hay un chiste (malo) que repito un poco demasiado a menudo diciendo que trabajar en política quiere decir que siempre estoy listo para que alguien me decepcione. Si vamos a hablar sobre decepciones, sin embargo, el período de sesiones que se cerró el miércoles en Hartford ha sido incluso peor de lo esperado. Y si tenemos en cuenta el contexto político y las necesidades de nuestra comunidad, la decepción es aún mayor.
Empecemos por el escenario político. Los demócratas consiguieron una gran victoria electoral el año pasado, incluso ampliando las amplísimas mayorías que habían obtenido el 2020. El partido tiene dos tercios de los escaños en ambas cámaras legislativas. El gobernador Lamont fue reelegido con el mayor margen de victoria en unas elecciones al cargo desde el año 2006. Uno se espera que, con mayorías tan amplias, los líderes del partido van a invertir todo este capital político para adoptar una agenda ambiciosa. Por desgracia lo que han hecho es dejar que la facción más conservadora, pro-empresa, anti-trabajadores del partido tome el control de la agenda.
Esto es especialmente visible en el presupuesto estatal. A pesar de que los demócratas tienen mayorías abrumadoras, los líderes del partido han hecho todo lo posible para atraer votos de la minoría republicana. Esto se ha traducido en que, a pesar de tener un superávit histórico en las cuentas públicas, han aprobado un programa de gasto lleno de recortes, programas a medio financiar y ahorros imposibles Que quedan muy, muy, lejos de responder a las necesidades de las familias trabajadoras del estado. En vez de hacer las inversiones en universidades, vivienda, sanidad, transporte público, educación o políticas de empleo que nuestra comunidad necesita para prosperar, tenemos otra vez programas sin dinero suficiente para hacer su trabajo.
Esta total falta de interés para apoyar a las familias trabajadoras no se limita a los presupuestos, sino que también se extiende a la legislación. A pesar de que el gobernador, a principios de año, declaró que las bajas pagadas por enfermedad era una de sus prioridades legislativas y que llegó a un acuerdo con el Senado para aprobar esta reforma, un grupito de legisladores en la cámara baja se opuso con tal vehemencia como para forzar su retirada. Los líderes de la Cámara de Representantes también se rindieron a estos “moderados” en leyes sobre vivienda, horarios predecibles, salario mínimo, salud, y básicamente cualquier tema donde encontraron oposición.
El mensaje de este periodo de sesiones ha sido el de un Partido Demócrata, especialmente en la Cámara de Representantes, que no solo se conforma con ceder ante la presión de un pequeño grupo de centristas atados a la patronal, sino que les da poder y les deja controlar la agenda del partido.
A pesar de las amplísimas, históricas, mayorías demócratas en ambas cámaras, los líderes del partido, especialmente el gobernador y el líder de la Cámara de Representantes, han decidido no hacer casi nada para apoyar a las familias trabajadoras. Han preferido escuchar a la minoría republicana y a un puñado de moderados vendidos a la industria, no a las necesidades de nuestra comunidad.
Lo que hace de este periodo de sesiones especialmente irritante es cuando lo comparas con lo que hemos visto en otros estados. En lugares como Minnesota o Michigan, en teoría mucho más conservadores que Connecticut, los demócratas, tras ganar las elecciones con mayorías exiguas, han decidido utilizar el poder político que le han dado sus votantes. Lo han hecho aprobando ambiciosas agendas legislativas para reducir el precio de la vivienda y reforzar los derechos de los trabajadores. Connecticut tenía este año la oportunidad de aprobar reformas similares, abriendo caminos hacia la prosperidad para todos, reduciendo desigualdades, reduciendo el coste de la vida y creando las bases para un crecimiento económico que beneficie a todos. Nuestros líderes, no obstante, han decidido moverse en la dirección opuesta, la del inmovilismo y la vuelta a la austeridad.
Connecticut y sus trabajadores se merecen algo más que una bajadita de impuestos, palmada en la espalda y un presupuesto patéticamente insuficiente. Si queremos que nuestro estado sea un lugar de oportunidad, donde el crecimiento económico beneficia a todos, que protege nuestros derechos, necesitamos líderes que escuchan a los trabajadores, no a las grandes empresas, sus lobistas, y los legisladores que las protegen.