La organización CodeandoMéxico, el propio Inai y las mediciones internacionales de datos abiertos en las que seguimos cayendo. La opacidad ha sido el sello de la administración. Después de revisar más de 12 mil 500 bases de datos de la plataforma datos.gob.mx, 71% de las mismas han desaparecido o tienen cuando menos dos años de no haber sido actualizadas. O sea, siete de cada 10 bases de datos públicas que antes teníamos los ciudadanos, los investigadores y los periodistas están simplemente abandonadas. De éstas, 16% está solamente listado, pero cuando uno quiere abrir el archivo es imposible hacerlo o simplemente está vacío.
De 2015 a 2018, los y las mexicanas presentaron en promedio 228 mil solicitudes al año a las diferentes dependencias gubernamentales. De 2019 a 2022, el promedio aumentó a 269 mil solicitudes. Un aumento de 18 por ciento. La cifra ha aumentado porque cuando vamos a datos.gob.mx o revisamos las páginas de transparencia de las dependencias o consultamos la Plataforma Nacional de Transparencia, no encontramos los datos que buscamos y tenemos que solicitarla.
¿Pero, qué ocurre? Que cada vez son más las negativas a otorgarnos la información directamente y entonces tenemos que ir al Inai a interponer recursos de revisión. La opacidad del gobierno es tal que mientras entre 2015 y 2018 el promedio de recursos de revisión por año fue de 9 mil 785, para el periodo de 2019 a 2022 la cifra incrementó en 100%, para llegar a un promedio de 19 mil 482 recursos.
Cada vez es mayor la demanda de los ciudadanos por tener información y cada vez es menor la oferta que nos hace el gobierno.
Los efectos de la desconfianza en la política llevan a la suspicacia y al escepticismo. Llevan también a la inacción, a la apatía. Si no confío en los candidatos y en los partidos, para qué ir a votar. Si no confío en la justicia, para qué denuncio.
Las encuestas de percepción señalan que el mexicano(a) confía solamente en su entorno más próximo. Su familia. Si acaso sus vecinos.
Cada vez es mayor nuestro sentimiento de inseguridad frente al de junto. No confiamos en la honestidad del otro y tendemos a sentir que nos engañan, que hay dobleces y que, por nuestro bien, debemos ser reservados.
Según López Obrador, México ocupa uno de los primeros lugares en el mundo en politización y “prácticamente no existe el analfabetismo político”. El Presidente siempre tiene otros datos. No hay encuesta nacional o internacional que sustente su dicho. Los mexicanos no confiamos demasiado en la democracia, a la mitad le interesa poco o nada la política y tenemos gran desconfianza en los políticos y en los partidos.
Muchos factores explican la desconfianza. Entre ellos que hemos tenido en lo que va del siglo gobiernos priistas, panistas y morenistas y la gente sigue igual. Peor ahora con un gobierno autodenominado de izquierda, pero que a pesar de sus intenciones no pudo disminuir la pobreza extrema ni las carencias sociales en alimentación, educación y salud, aunque redujo la pobreza moderada. Un gobierno que, además, ha perpetrado un embate grosero contra la democracia.
Peor todavía, la desconfianza priva al interior de los partidos. Entre supuestos compañeros.
El proceso interno que vive la coalición Juntos Hacemos Historia (Morena-PVEM-PT) reproducen, expresan y refuerzan la desconfianza de los ciudadanos.
Estamos presenciando un teatro que no sólo violenta las leyes electorales, sino además las propias reglas que ellos se dieron para elegir a su candidato(a): no mentir, no robar y no traicionar al pueblo, campañas informativas y austeras, no hacer propuestas, no utilizar recursos públicos, no descalificar al resto de los contendientes, no debatir.
Ebrard tiene razón en la denuncia pública (que no legal) hecha el pasado 16 de agosto en contra de su partido por el acarreo monumental en favor de Claudia Sheinbaum, por el uso de recursos públicos provenientes de la Secretaría de Bienestar y favoritismo por “la estrategia de las encuestas cuchareadas (falseadas) o anímicas, que se publican por la paga y sólo sirven para levantar el ánimo de la que las paga, o de los que las pagan”.