En su primera semana trabajando en una clínica de Filadelfia que ofrecía abortos, Amanda Kifferley aprendió a buscar bombas. Un año después, manifestantes bloquearon las entradas y salidas de The Women’s Clinic y en determinado momento la rodearon y la empujaron de un lado para el otro.
El último día en que la Corte Suprema analizó un caso que podría poner fin al derecho al aborto, la gente se congregó frente a una clínica de Nueva Jersey, con reclinadoras, una hielera y una antorcha encendida, una escena que recordó a muchos los linchamientos y otros horrores asociados con al racismo del pasado, según Kifferly, quien hoy es vicepresidenta de The Women’s Clinic, a cargo de la unidad que vela por el acceso al aborto.
Estos episodios son comunes en los centros de salud que ofrecen abortos desde que la Corte Suprema legalizó el aborto en el caso Roe v. Wade.
Hubo episodios de violencia graves, incluidos atentados con bombas, incendios y asesinatos, como la muerte del doctor David Gunn frente a una clínica que ofrecía abortos en la Florida en 1993 y una balacera en la que fallecieron tres personas en una clínica de Planned Parenthood de Colorado en el 2015.