Era el 22 de noviembre de 1963 y yo tenía 15 años cuando repentinamente mi madre vino llorando a mi cuarto y temí alguna muerte en la familia. Serían aproximadamente las tres de la tarde en un día que en mi país sudamericano es primaveral, cuando las radioemisoras transmitían la noticia que llegaba a todo el mundo a través de los teletipos, importantes herramientas de información antes de la llegada de las computadoras.
“Dallas, Texas, el presidente de los Estados Unidos John Kennedy está herido por una bala y su condición es grave,” decían los locutores en las llamadas noticias “flash.”
El mensaje se repetiría con más detalles en lo que restaba del día hasta que se anunció su muerte que conmovió a nuestro país. Había acontecido un magnicidio, es decir la muerte violenta de una persona en el poder y para los estadounidenses sería una novedad.
Sin embargo, en las clases de historia se recordaba el asesinato el 14 de abril de 1865 de un balazo por la espalda del presidente Abraham Lincoln en el Teatro Ford perpetrado por un fanático racista llamado John Wilkes Booth. Más tarde sería apresado con sus cómplices quienes resentían la derrota de los estados del sur de los Estados Unidos vencidos en la guerra civil donde parcialmente se obedecía la orden de emancipación de los esclavos en el país.
Sin embargo, no sería el único magnicidio porque el 2 de julio de 1881 muere asesinado el presidente James A. Garfield por parte de un aspirante a político llamado Charles Guiteau.
El siglo veinte se inauguró con otro magnicidio cuando el 6 de septiembre de 1901 es asesinado Willliam McKinley por el anarquista León Czolgoiz durante una exposición en Búfalo en el Templo de la Música Pan-América.
El asesinato del demócrata John F. Kennedy, el presidente número 35 de USA que había iniciado su mandato en 1961 después de derrotar en las elecciones al republicano Richard Nixon, inaugura fatídicamente una era de magnicidios que impactan la década de los sesenta, momentos en que el país se agitaba por las protestas en contra de la guerra de Vietnam.
En 1965 es asesinado Malcom X, Martin Luther King es asesinado el 4 de abril de 1968 y en junio de 1968 el candidato a la presidencia de Estados Unidos y hermano del fenecido John Kennedy, muere asesinado de un tiro Robert Kennedy.
Ya en 1979 investigaciones oficiales determinaron que el asesinato del presidente John F. Kennedy fue el resultado de una conspiración y que además del supuesto culpable Lee Harvey Oswald quien le habría disparado un tiro desde la altura del edificio de la Texas School Book Depository Building y acusado del crimen, habría otros cómplices.
Lo siniestro de esta conspiración se reveló para el mundo que observó en vivo y directo una escena a través de la televisión en blanco y negro. Oswald rodeado de detectives sería sorpresivamente asesinado de un tiro en el pecho 48 horas después del asesinato del presidente Kennedy cuando era trasladado a una prisión. El asesino un mafioso llamado Jack Ruby surgió sorpresivamente de entre una multitud de observadores y entonces la posibilidad de una conspiración se reveló con mayor intensidad.
Todas estas circunstancias y el hecho de que tanto John Kennedy como su hermano Robert, Malcom X y Martin Luther King se oponían a la guerra en Vietnam y Robert había iniciado una investigación para descubrir los secretos de la poderosa mafia y reabrir la investigación acerca de la muerte de su hermano John, habrían hecho surgir a muchos de sus enemigos.
Hasta ahora se han escrito 40,000 libros en los Estados Unidos y en mundo relacionados con el magnicidio del presidente John Kennedy.
Un autor chileno de nombre Robinson Rojas culpó de la muerte del presidente Kennedy a solo meses del asesinato en su libro “Quienes mataron a Kennedy” a las grandes compañías de acero y a los fabricantes de armas que se enriquecían a costa de la guerra de Estados Unidos en contra de Vietnam del Norte y el Sur, Cambodia y Laos. Esta impopular guerra se extendió entre 1955 y 1975, costando la vida a 282,000 soldados estadounidenses muchos de ellos obligados a combatir debido a la conscripción obligatoria.
Entre muchas de las teorías acerca de la conspiración en contra del presidente Kennedy está la versión de una contradicción entre el informe del Hospital de Dallas donde fue llevado el presidente que informó que el proyectil que causó un daño en el cerebro del presidente habría “entrado” por su cuello, mientras que los patólogos de la autopsia en otro centro médico afirmaron que era una bala que “salió” por el cuello. De allí surge la teoría del llamado “milagro de la bala que salió y volvió” y que abrió otras sospechas. El asesino Lee Harvey Oswald no habría sido el único que le disparó por la espalda y el presidente Kennedy habría recibido otros tiros por el frente.
En un vuelo que hizo escala en Dallas tuve la oportunidad de observar el edificio desde donde dispararía Oswald muy cercano a la calle por donde paso el carro convertible Continental descapotado que llevaba al presidente, su esposa y el gobernador demócrata de John Connally. El automóvil iba en ese entonces custodiado por miembros del servicio secreto que estaban bajo las órdenes del controversial Edgard Hoover. A la muerte de John F. Kennedy asumió la presidencia Lyndon Johnson y la guerra de Vietnam se extendió por otros doce años aumentando las ganancias de los fabricantes de armamento de guerra.
En Dallas vimos una placa conmemorativa y anualmente estudiosos y escritores de la confabulación se reúnen en esta misma fecha para intercambiar opiniones y recordar el suceso. Por donde pasó el automóvil que conducía al presidente Kennedy, es hoy día una concurrida avenida que se asemeja a una mini carretera.
Hoy, 22 de noviembre, la ex primera dama Hilary Clinton y lideres demócratas están advirtiendo el renacimiento de una atmósfera de posibles magnicidios debido a la retórica violentista de Donald John Trump y sus partidarios de MAGA.
El expresidente que dirigió su autogolpe el 6 de enero de 2021 ha propagado por los medios de comunicación y las redes sociales crecientes amenazas de muerte en contra de sus adversarios políticos. El ataque a martillazos de un sujeto que invadió la residencia de Nancy Pelosi, la líder de la Cámara de Representantes y al no encontrarla agredió a su esposo; reiteran un creciente clima de odios al que se agregan los rumores de una posible guerra civil.
Trump mismo, un peligroso narcisista con problema mentales, ha dicho que de ser elegido “se vengará de sus enemigos políticos,” amenaza a jueces y promete que aplacará intentos de protestas públicas en su contra en el caso de que sea elegido, usando a los militares del ejército. Recientemente se reunió en forma casis secreta con otros potencial conspirador, Mr. Johnson, el presidente de la Cámara de Representantes. Sesenta años después del asesinato del presidente Kennedy, hay sujetos que se mueven en las sombras entre ellos los terroristas neonazis cuyo líder es Stephen Bannon, los Oath Keeper, los Proud Boys, grupos activos del KKK y cientos de agrupaciones que proclaman el odio racial y quienes han sido activados en el país por los MEGA republicanos y el candidato Donald Trump.