El síndrome de Burnout fue declarado en el año 2000 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un factor de riesgo laboral por su capacidad para afectar la calidad de vida, salud mental e incluso hasta poner en riesgo la vida; ha cobrado relevancia no sólo por su impacto en la salud, sino también por sus efectos económicos. Este agotamiento físico, emocional y mental afecta la productividad laboral, incrementa los días de ausencia y eleva los costos asociados a la atención médica y a la rotación de personal. En un entorno empresarial cada vez más competitivo, el burnout representa una amenaza latente para la eficiencia y sostenibilidad de las organizaciones a escala global.
Comprender la “economía del síndrome de burnout” (terminología de reciente acuñación) es clave tanto para el sector privado como público, ya que permite dimensionar sus costos directos e indirectos y plantea la necesidad de implementar estrategias preventivas que mejoren el bienestar laboral y reduzcan su impacto económico. En el presente nos ocupamos del mismo; proporcionando algunos alcances generales sobre este conocido síndrome en el mundo laboral, sus causas, el impacto en materia económica, y finalmente se proponen algunos lineamientos a modo de sugerencia que contribuyan a mitigar el desencadenamiento del síndrome.
Burnout es conocido también como el síndrome de desgaste profesional, de sobrecarga emocional, del quemado, de fatiga en el trabajo. Sus tres componentes identificados son: cansancio o agotamiento emocional (pérdida progresiva de energía, desgaste, fatiga); despersonalización (construcción por parte del sujeto, de una defensa para protegerse de los sentimientos de impotencia, indefinición y frustración); y abandono de la realización personal (el trabajo pierde el valor que tenía para el sujeto).
Clínicamente se esquematiza en cuatro niveles: Leve (quejas vagas, cansancio, dificultad para levantarse a la mañana); moderado (cinismo, aislamiento, suspicacia, negativismo), grave (enlentecimiento, automedicación con psicofármacos, ausentismo, aversión, cambio en los hábitos de higiene y arreglo personal, abuso de alcohol o drogas); y extremo (aislamiento muy marcado, colapso, pérdida o ganancia de peso exagerada, cuadros psiquiátricos, suicidios).
El síndrome en mención, se manifiesta cuando el empleado se siente completamente agotado. Quien sea víctima de este síndrome; muy posiblemente da un servicio deficiente, es inoperante en sus funciones que le corresponde en su puesto de trabajo, se incrementará el promedio de ausentismo a su centro de labores; exponiendo a la organización e institución a pérdidas económicas, retrasos y fallos en la consecución de las metas propuestas.
Entre algunas de las causas que la ocasionan, tenemos: la frustración que les genera, cuando nos son abordados algunos aspectos que descubren los empleados que deben mejorarse y no se hace, como procedimientos ineficientes o carencia de recursos y a medida que avanzan en el tiempo se convierten en mayores inconformidades; afectando su moral y productividad. La decepción que se instala en el empleado cuando siente que sus esfuerzos no son valorados y que las condiciones del trabajo no mejoran; lo que empieza a limitar su esfuerzo al mínimo indispensable, perdiendo el interés y la motivación. Una vez llegados acá se sienten sofocados por el estrés y la falta de apoyo, de manera que empiezan a buscar activamente otras oportunidades laborales. La insatisfacción los lleva al punto de querer abandonar el barco.
Burnout no sólo afecta a los individuos, sino que afecta de manera significativa a las empresas y la economía en general. Según la Harvard Business Review, cada año se pierden 550 millones de días laborales debido al estrés; además, estima que el costo del estrés laboral en la economía asciende a $500 mil millones de dólares anuales, que los empleados que experimentan burnout tienen 2,6 veces más probabilidades de buscar activamente otro trabajo y que un 63% más probabilidades de tomar un día de enfermedad. Las empresas con altos niveles de burnout enfrentan una mayor rotación de personal, menor productividad y mayores costos de atención médica. De acuerdo a un informe de La American Institute of Stress, el estrés laboral le cuesta a las empresas a nivel global más de $300 mil millones de dólares en productividad perdida anualmente.
Entre algunas sugerencias que pueden ayudar a hacer frente a este síndrome en el aspecto laboral, tenemos: el reconocimiento temprano y frecuente al personal; implementar un sistema de retroalimentación para aumentar la productividad de los empleados; comunicación abierta y acción proactiva; mostrar a sus empleados que sus preocupaciones son válidas y están siendo atendidas; y crear oportunidades de desarrollo profesional y recompensar el esfuerzo extra, ayudará a revitalizar la motivación y el compromiso del personal.