Una de las características más distintivas de los Estados Unidos de América, como país, es que es una nación construida alrededor de una idea, no de un idioma, etnia, religión o cultura. Los documentos fundacionales de América hablan sobre principios y valores universales, no historias nacionales. Hablan sobre ideales de democracia, libertad y buen gobierno; sobre derechos individuales, no privilegios ancestrales. Los cimientos de nuestro patriotismo no son la tribu o la cultura, sino leyes, principios e ideas.
Este punto de partida hace que la misma idea del patriotismo americano sea bastante distinta al de otras naciones. El amor a la patria, en la mayoría de países, está vinculado a una cultura o grupo. Aquí, sin embargo, significa un profundo aprecio por los ideales de la democracia americana: vida, libertad, igualdad, autodeterminación y estado de derecho.
Como alguien que es americano por elección (soy español y venezolano de nacimiento), este siempre ha sido un aspecto muy atractivo del experimento americano. En Estados Unidos, ser patriota no exige renunciar a mi cultura o mi idioma, sino que significa entender y apreciar unos ideales.
Que la nación sea definida por sus ideas, no obstante, también quiere decir que haya más de una forma de interpretarlas. Así que hay dos patriotismos americanos, derivados de nuestra concepción de esos valores.
La primera interpretación se deriva del mismo preámbulo de la Constitución, cuando habla de formar “a more perfect union.” Bajo esta concepción, América es un proyecto en marcha; un esfuerzo continuo, siempre avanzando para construir un país mejor. La Declaración de Independencia estableció nuestros objetivos; la Constitución creó las herramientas para lograrlos. Nuestro deber, como patriotas, es trabajar para crear un país donde todos seamos realmente creados iguales, donde la voz del pueblo gobierne, y donde todos podamos buscar la felicidad, libremente y sin temor.
Bajo esta visión del patriotismo, América no es un país perfecto, pero es uno que trabaja sin descanso para cumplir sus ideales. La historia americana es una de liberación, de abrir nuevos caminos.
La segunda corriente del patriotismo sostiene que los ideales encontrados en la Declaración de Independencia y la Constitución son el núcleo esencial del proyecto americano. Nuestra tarea debe ser honrar y respetar los principios contenidos en esos documentos y profundizar nuestro compromiso con ellos. Estos son los ideales y valores que han construido nuestra nación; lo que debemos hacer es defenderlos, no buscar nuevas definiciones sobre su significado.
Estas dos visiones no están completamente ligadas a la política o la ideología; hay una larga tradición de conservadores que han hablado de América como la “ciudad resplandeciente en una colina” que avanza en defensa de la libertad. Algunos progresistas hablan sobre un compromiso más fuerte con los derechos y principios de nuestra Constitución.
Es innegable, sin embargo, que la versión inquieta y progresista del patriotismo, “una unión más perfecta,” es la que ha impulsado a América a lo largo de su historia. Este es el patriotismo de los hombres y mujeres que abogaron, lucharon y murieron para abolir la esclavitud. Es el patriotismo de aquellos que defendieron los derechos de los trabajadores, los pobres y los desamparados para impulsar el New Deal. Es el patriotismo de quienes protestaron y conquistaron nuevos derechos civiles. Es también la clase de patriotismo que hace que, desde la izquierda, luchemos por la atención médica para todos, viviendas asequibles, buenas escuelas y empleos, y respeto para los inmigrantes. Y lo es porque creemos que la libertad requiere no tener miedo a enfermar, que todos tengamos las mismas oportunidades para prosperar, y poder vivir dignamente con un buen empleo.
Los progresistas, entonces, no deben rehuir del patriotismo. Debemos defenderlo como propio. Los ideales del proyecto americano, libertad, justicia, igualdad, son los mismos que defendemos y abogamos nuestros valores, nuestras ideas, Nuestros objetivos, nuestra meta, es un país en el que todos seamos libres y la felicidad esté al alcance de todos. Y lo hacemos porque eso es lo que nos exige la Constitución desde su mismo preámbulo.
América, este país que amamos y en el que creemos, es un país inacabado. Nuestro trabajo, nuestra lucha, es uno de libertad y justicia. Y es profundamente patriótico.
Feliz cumpleaños, América.