Por Maricarmen Godoy /DANBURY.-
A manera de preparación hacia la Pascua de este 2025, la Diócesis de Bridgeport organizó un retiro espiritual en español del 11 al 13 de marzo en la parroquia de Saint Peter (San Pedro) dirigida por el padre Agustino Torres, fraile franciscano de la Renovación, quien dentro de sus reflexiones habló de cómo la reparación de la iglesia y el perdón puede ocasionar plenitud y alegría de vivir.
Edward Carrillo, diácono de la Diócesis, que trabaja en la parroquia de San Pedro en Bridgeport, reconoció que este encuentro fue convocado a todos los feligreses de origen hispano con el fin de prepararlos para recibir la Semana Santa que este año inicia el Domingo de Ramos 13 de abril, porque es necesario tener reflexiones sobre la Palabra de Dios que ayuden a mejorar la vida espiritual.
Durante el primer día del cursillo que se desarrolló en la iglesia de Saint Peter, el padre Agustino Torres, nativo de República Dominicana, asentado en la parroquia de New Jersey, planteó el tema: “Repara y perdona”. En base a estas dos palabras contó cómo San Francisco de Asís en sus primeros años de conversión escuchó la voz de Dios que le dijo que por amor a Dios se acerque a un leproso.
“Cómo Francisco era bien extravagante?, al inicio, quiso acercarse en forma directa, pero al oler de lejos su olor tardó un poco y a la hora que se le acercó lo que realmente hizo fue que le dio un abrazo y un beso y ese olor nauseabundo se convirtió en olor a rosas”, dijo el sacerdote, quien repuso que ese fue el instante de la conversión de San Francisco de Asís, para en pronto, escuchar que debía reparar la iglesia y empezó a reconstruir la iglesia de San Damián aunque el pedido era reparar el templo pero del ser humano con alegría.
Y al fundar la orden de frailes (hermanos menores), optó porque el hábito de sus hermanos sea la vestimenta del leproso con capucha incluida para mostrar la humildad.
Así como narró el encuentro de San Francisco y el leproso, el sacerdote también relató que, en su afán de seguir las huellas del Seráfico San Francisco, en un viaje que hizo a Santo Domingo, en la República Dominicana, vio hacia el fondo de la iglesia a un hombre desamparado y a una mujer dominicana que estaba sentada, pero que, al ver acercarse el hombre hacia la señora, ella, inmediatamente, haciendo gestos de repulsión se retiró.
“¡Yo dije!: Acabas de entrar en esta parroquia, ¡Señor!”, y al momento de estirarle la mano para darle la paz, el hombre me dio una moneda. ¡Entonces!, digo yo: ¿Quién, realmente, necesita de Dios?, ¿Quién, realmente, es el leproso?”, contó el sacerdote.
Otra de las reflexiones dictadas por el Padre Agustino, se centró en el significado de la alegría y de cómo -a veces- en medio del dolor y la angustia, una palabra de aliento, una palmada puede producir una sonrisa o un momento de alivio. Y cómo cuando alguien enseña y ayuda a cargar correctamente la cruz, ésta se vuelve más liviana y enseguida nombró una carta de Pablo escrita a los Corintios (Cap.2 ver 1-11), en dónde él tenía la alegría de escribirles a pesar de su dolor.
Y, enseguida, habló de que uno de los impedimentos para que no haya alegría era por la falta del perdón, porque es como construir un muro que no permite que la paz ni el amor crezca y narró como una vez en California en una misión escuchó cómo un grupo de personas le gritaban por su vestimenta de franciscano y él pensaba cómo puede inspirar tanto enojo en las personas por su vestido.
Sin embargo, al escuchar el testimonio de una madre que, gracias a una de sus reflexiones en las redes sociales, su hijo se pudo salvar de una fuerte depresión, sintió alivio y se dio cuenta que su viaje de misionero valió la pena y le regresó la alegría cuando fue a la casa de su hermana y comió una deliciosa comida porque ella cocina tal cual lo hacía su madre.
Y, enseguida, dio la fórmula para intentar perdonar de corazón a alguien.
Primero: Visualice a la persona que debe perdonar. Luego, empiece rezando un Padre Nuestro, luego un Ave María y un Gloria… Y diga: Yo soy (colocar el nombre completo), perdono a (colocar el nombre de la persona que hay que perdonar), luego, la razón por la que lo perdona (lo perdono porque me hizo…).
Y contó este ejemplo: “Yo, padre Agustino Miguel Torres, perdono a mi papá Juan Torres, por caer en las drogas cuando era un niño. Yo perdono a Juan Torres, por ser demasiado rudo con un niño. Y perdono a mi mamá que no supo defenderme. En el nombre de Cristo yo les perdono. Y el hecho de perdonar a las personas bien cercanas se rompen las cadenas generacionales y el corazón se abre al amor de Dios y a la alegría del Señor”.
A más de perdonar a las personas cercanas de su círculo, el sacerdote pidió que también sean perdonados los gobernantes de América Latina y al presidente Trump, puesto que con tanta corrupción de sus gobiernos han logrado que la migración se convierta en un problema regional y que hoy en Estados Unidos se viva una intolerancia hacia los inmigrantes y en nuestros países una xenofobia impresionante.