“La belleza es poder, y una sonrisa es su espada”
La felicidad es una emoción que se produce en la persona que es consciente de haber alcanzado un nivel de bienestar deseado y satisfactorio, o ha conseguido ciertos objetivos que le realizan como individuo. Aunque no todo el mundo comparte esa visión, pues cada persona puede tener su propio significado sobre el concepto de felicidad.
Alcanzar la plena felicidad, no es nada fácil, y depende de muchos aspectos, incluyendo el tipo de cerebro. No obstante, si quieres estar más cerca de lograrla, los expertos coinciden en algo: “La felicidad absoluta y constante es una meta imposible”.
La vida, en esencia, tiene altibajos. Así, negarte la felicidad porque las cosas no suceden como deseas sería como negar tu propia existencia como ser humano. Esta es la vida que nos ha tocado. No hay más. Lamentarse porque las cosas no son como deseamos, no arregla nada.
La felicidad no es pretender que todo suceda de modo que estés bien, sino que es llegar a estar bien independientemente de lo que suceda. Del mismo modo, tal vez no puedas decidir sobre todo lo que tienes que hacer en cada instante, pero sí que puedes decidir hacer todo lo que haces estando bien.
La idea de la felicidad relacionada con la salud no es nueva, y en los últimos años se ha popularizado más. Desde los tiempos de Aristóteles, médicos, y en general, el sentido común ha llevado a pensar que la risa y el buen humor están asociados con la salud: circulación, digestión, calidad de sueño.
En los últimos años se ha demostrado que la felicidad no solo se asocia con estos aspectos sino con aspectos psicológicos de la salud: aumento de endorfinas (aquellas hormonas que producen felicidad), y disminución del cortisol (aquellas que producen estrés); también se relaciona con tener un buen estado de ánimo y que esto nos proteja de las enfermedades, o de estar tristes y estar más propensos a sufrir de enfermedades porque las defensas se bajan.
Estamos acostumbrados a “perseguir” la felicidad; nos hemos creído que existen recetas mágicas del tipo “consigue un buen empleo y bien pagado, cómprate una casa grande y un automóvil del año, busca una pareja para toda la vida…” y entonces, serás feliz. ¿Te suena?
Sin embargo, la felicidad no es algo que se consiga, la felicidad es algo que ya tienes.Es decir, no tienes que hacer nada para conseguirla, no tienes que perseguirla; en lugar de eso, búscala en tu interior, háblale a tu alma con amor, abrázate a ti mismo y disfruta sintiendo tu ser.
La felicidad significa que sigues tu intuición y a cada instante haces lo que sientes que es más sensato; también está relacionada con todo lo que haces en la vida, y cómo todo eso que haces contribuye a satisfacer tus valores más profundos y esenciales.
Muchos creen que la felicidad es algo utópico, un imposible, ya que creen que solo serán felices cuando entren en una burbuja temporal y no les pase nada “malo” ni a sí mismos ni a sus allegados; ya sean enfermedades, dificultades económicas, etc. Es como si experimentar sentimientos de pérdida o tristeza fuesen “malos” y provocasen nuestra infelicidad.
Esos sentimientos son los que justamente nos diferencia de otras especies; toda emoción tiene un sentido. Así, un sentimiento de profunda tristeza nos hace vivir ese momento acorde a lo que está pasando y a comprender que eso que está sucediendo nos importa de verdad.
La felicidad muchas veces podría asemejarse al agua, es decir, pasa por tener la habilidad de adaptarte y fluir.
Se dice que la palmera sobrevive al vendaval debido a su capacidad para doblarse y adaptarse a las condiciones externas. Como en todo en la vida, hay que buscar el equilibrio entre las convicciones y la flexibilidad. La flexibilidad excesiva nos empuja a la indeterminación y a la irrealidad; la perfección y convicción extrema nos hace débiles y víctimas de los fracasos. Encuentra tu punto intermedio.
Tú tienes que andar el camino y llegar a tus propias conclusiones. No existen verdades absolutas. Nadie tiene la verdad absoluta que encaja perfectamente contigo. Yo tampoco. Eso sí: tú tienes tu propia verdad. Permítete descubrirla y vívela plenamente.
La ambición y aspiraciones personales concretas son maravillosas; así, saber exactamente qué es lo que quieres y para qué lo quieres es una manera genial de adquirir los compromisos necesarios para pasar a la acción y caminar hacia tus anhelos como ser humano.
Ahora bien, apegarse a metas extremadamente concretas y perfeccionistas pueden ser peligrosas, sobre todo si has asociado tu felicidad a la consecución de dichas metas.
Claro que es necesario tener expectativas en la vida; pero procura siempre disfrutar del camino sin apegarte demasiado al resultado de tus acciones y decisiones. Recuerda que eres un ser humano.
¿Sabías que, en comparación con personas menos agradecidas, las que son capaces de agradecer más tienen mayores niveles de satisfacción con la vida? Asimismo, se ha encontrado que las personas que son más agradecidas tienen mayores niveles de optimismo y vitalidad, así como menores probabilidades de padecer depresión y experimentar envidia.
Un estudio de la Universidad de Harvard de más de 70 años de duración y donde hizo el seguimiento a decenas de personas a lo largo de su vida, concluyó lo siguiente: “El pilar básico en el que se asienta los sentimientos de felicidad está en la calidad (no cantidad) de las relaciones personales que mantenemos a lo largo de nuestra vida”.
Ser feliz no significa que todo sea perfecto. Significa que has decidido ver más allá de las imperfecciones. Confía en Dios, disfruta de lo que ahora tienes y de las personas que siempre están a tu lado. La felicidad, al igual que muchas otras emociones, es contagiosa. ¿Qué estado de ánimo quieres tener a tu alrededor?