Mi sentido común, mi experiencia educativa y mis 43 años laborando (educando, escribiendo, facilitando) a todas las edades y géneros, en cuatro naciones y sistemas educativos diferentes, me hace pensar que puedo opinar, aunque sea prudentemente, señalando que el sistema educativo en Puerto Rico está de mal en peor. No es que esté mejor en otras partes, que lo está; es que está peor que en otras partes y punto. Quede claro que no es mi intención ofender o rebajar a nadie, pero guardar silencio me haría cómplice de la corrupción, la inmoralidad o la incompetencia que nos rodea.
Un poco de historia
La educación ha estado en manos de individuos, grupos o instituciones que de una manera u otra se han responsabilizado de esta loable tarea. Desde tiempos remotos se transmitían los conocimientos de manera verbal/oral. Los pueblos a través de esta dinámica sencilla se educaban rudimentariamente. La palabra fue el instrumento básico que forjó nuevas naciones, legando los conocimientos adquiridos a futuras generaciones. El conocimiento, desde sus principios, les otorgó poder a los más educados. A la vez que la ausencia de ese saber le restó un grado de justicia a los desinformados. Los religiosos, los filósofos, los sabios en las sociedades de antaño eran los más solicitados y escuchados, aun por los guerreros y los gobernantes de la época. Los sabios educaban a sus discípulos para que estos a la vez continuarán con la encomiable labor de la educación. La respetada institución de la enseñanza inspiraba en la mayoría el puro deseo de aprender. Algunos de estos sabios lograron tener facultades extraordinarias ya que podían influenciar a los que ejercían el poder.
El tiempo pasó y la humanidad se multiplicó. Los sabios y filósofos, en fin, a los más instruidos se les otorgaron títulos y posiciones de prestigio. Pero para muchos el prestigio no bastaba, reconociendo que el poseer esos conocimientos les brindaba ganancias y privilegios.
Estos favorecidos por el poder reconocieron la importancia de mantener a sus súbditos en completa ignorancia, observando lo peligroso que era que, los que analizaban y evaluaban el universo que los rodeaba, cuestionaran el porqué de las inquietudes y desigualdades que comenzaron a surgir. La enseñanza, en algunos lugares más lentamente que otros, se propagó por todos lados, pero también surgieron muchas interrogantes, creando grandes preocupaciones a los gobernantes de la época.
El avance tecnológico y el perfeccionamiento de métodos sutiles para educar ha conducido a ejercer los mismos controles del pasado.
Los gobiernos adoctrinan a sus pueblos de las bondades de los sistemas que ellos postulan, glorificando mitos y sistemas, más para controlar que para educar y crear una conciencia que estimule el pensamiento crítico.
Creo firmemente en la educación de los pueblos, pero tenemos que crear oportunidades reales, hacer justicia fortaleciendo nuestro entorno y liberarnos de ese miedo que nos impide pensar, que no escudriña o cuestiona lo que se enseña y que produce unos babiecas intelectuales o unos zánganos serviles.
En tiempos recientes se puede notar un abundante intento de inversionistas en la educación pública, depredadores de oficio, que su único fin es el lucro personal. Se les ve en la creación de instituciones universitarias que más bien parecen fábricas de productos al por mayor que de instituciones íntegras, serias y legítimas. Hoy se ve un continuo asalto a todos los niveles en los sistemas escolares, creando caos y desasosiego entre las verdaderas víctimas de la educación: los estudiantes, los educadores y los padres. Por desgracia esta es una sociedad donde los oportunistas (educadores) tienen como cómplice a los poderosos medios de comunicación y los gobiernos en el poder. El problema de una inequidad educativa acentúa las diferencias económicas y sociales, lanzándonos vertiginosamente al abismo donde no se podrá reclamar justicia o democracia alguna.
No podemos seguir escuchando políticos alelados, administradores pusilánimes, todos sobornados por empresarios educativos que sólo tienen como objetivo convertir en ganancia económica la mediocridad que ellos mismos promueven. Son los jóvenes de esta sociedad a los que hay que proteger y darles excelencia y las prioridades que se merecen. La solución no son los gastos en costosos programas que no resuelven nada, pero tampoco las imágenes o mitos que venden los mercaderes.
Colonia
España en sus 405 años de coloniaje en Puerto Rico nunca levantó una institución educativa y mucho menos un sistema de educación. Un pueblo ignorante es fácil de manejar. Los estadounidenses, contrario a los primeros, establecieron inmediatamente su sistema escolar no con el propósito de darnos una educación amplia, sino para adoctrinarlos y convertirnos en clones a la imagen y semejanza de ellos. Los invasores, impusieron un idioma y cultura, ajena a la nuestra, comenzando el proceso de domesticarnos inmediatamente.
En Puerto Rico las repercusiones de esta situación han resultado en una total incompetencia de los administradores (políticos). La falta de visión y la corrupción rampante señalan algunas de las profundas raíces de los problemas que achacan a esta empresa educativa.
En Puerto Rico, haciendo alarde de nuestra obediencia colonial y “heredando las bondades estadounidenses” de la incompetencia, la falta de visión y la corrupción nos regimos por programas educativos impuestos, que en la mayoría de las ocasiones son absurdos diseños para una población diferente a los modelos estadounidenses.
Me hago eco de las palabras de la Dra. Negrón Vda. de Montilla donde nos dijo lo siguiente: “Descubrir el acondicionamiento que ha sido objeto el ente puertorriqueño resulta fundamental para entender de toda una conducta que nos sirve de lastre en nuestra evolución como pueblo. Ese afán de menospreciar lo nuestro y sobreestimar lo ajeno, ese afán de ejercer la “noluntad” y no la voluntad, esa subestimación personal y colectiva no tiene base genética alguna: por el contrario, son manifestaciones de conducta aprendida”.
Nos explica también la Dra. Negrón Vda. de Montilla en el prólogo de su libro “La americanización en Puerto Rico y el sistema de instrucción pública 1900-1930” que: “la transculturación, como fenómeno sociológico tiene que ser analizado cuidadosamente y en el caso específico de la educación había muchas preguntas sin contestar…
¿Se usó más de una estrategia – acción coercitiva o acción persuasiva – en el intento de disolver lo que llama el sociólogo, el “ethos” puertorriqueño?”
Los dejo con estas interrogantes.