Queremos que Connecticut sea un lugar donde todo el mundo tenga la oportunidad de prosperar, sin importar quién sea o dónde haya nacido. Queremos un estado con una economía fuerte, buenos colegios, donde todos gocemos de buena salud; vibrante, agradable, con ciudades y barrios seguros y tranquilos.
Lo habitual, en una columna como esta, es que en el segundo párrafo me dedique a explicar cómo Connecticut fracasa de un modo u otro al intentar alcanzar esos objetivos. Hablaría sobre alguna medida o decisión absurda, me quejaría amargamente y pediría grandes reformas. Hoy, sin embargo, quiero hacer lo contrario, porque es algo que se suele olvidar. A pesar de nuestras pifias y errores, Connecticut y el resto de los estados con mayorías demócratas del país suelen estar mucho más cerca de alcanzar esos ideales y objetivos, especialmente si los comparamos con aquellos lugares donde gobiernan los conservadores.
Empecemos con algo muy sencillo: la renta per cápita. Los estados demócratas, de media, tienen un PIB per cápita un 30% mayor que los estados republicanos. La diferencia ha aumentado en estos últimos años. Resulta que lugares como California, Minnesota, Connecticut o Nueva York son mucho mejores generando empresas innovadoras y creando riqueza que sus homólogos sureños.
El PIB per cápita, por supuesto, puede ser un indicador engañoso, y más si toda esa riqueza creada acaba en manos de unos pocos. No ha sido el caso. A pesar de las desigualdades, los estados demócratas han sido capaces de tener mejores indicadores sociales en prácticamente todas las categorías.
Si hablamos de salud, por ejemplo, los diez estados del país con una mayor esperanza de vida al nacer en 2019 (el año más reciente con datos sin una pandemia de por medio) estaban gobernados por demócratas. De los diez con menor esperanza de vida, nueve eran republicanos, con Nuevo México como única excepción. Un californiano o neoyorquino vive, de media, siete años más que un nativo de Mississippi o Luisiana.
Hay más diferencias. Los estados gobernados por republicanos tuvieron una tasa media de homicidios un 33% mayor que los demócratas en los dos últimos años. Los tres más violentos fueron Mississippi, Luisiana y Alabama. Ocho de los diez estados con mejores resultados educativos son demócratas (Utah y Virginia son las únicas excepciones), siete de los diez peores son republicanos. Nueve de los diez estados con mayor tasa de pobreza infantil están controlados por los conservadores; siete de los diez con tasas menores son demócratas.
Podría seguir durante varias páginas, siempre, siempre, siempre repitiendo la misma historia: los estados demócratas tienen condiciones sociales y económicas consistentemente mejores que los republicanos. Connecticut, casi invariablemente, está entre o cerca de los diez primeros.
Hay una explicación muy sencilla para esta divergencia: políticas públicas. Cuando llegan al poder, los demócratas adoptan medidas dirigidas a ayudar a los trabajadores, a los más vulnerables y a ofrecer servicios públicos de calidad, desde mejores escuelas hasta más policía (y mejor preparada) en las calles. Aprueban leyes como subidas del salario mínimo, días de baja por enfermedad o maternidad y horarios predecibles, y favorecen que los trabajadores formen sindicatos. Amplían la cobertura de Medicaid, abren guarderías públicas y suben impuestos a los ricos para pagar por todo ello.
Y resulta que todo esto funciona. Ayuda a las familias, a los trabajadores e incluso a las empresas. Los estados demócratas son más ricos, saludables, tienen mayor movilidad social, mejores empleos, aire más limpio y salarios más altos. Cuando los progresistas llegan al poder y llevan a cabo su agenda, los estados mejoran.
Esto no quiere decir, por supuesto, que Connecticut y el resto de los estados demócratas sean perfectos. La mayoría de ellos han sido completamente incapaces de controlar el precio de la vivienda (fruto de la intensa demanda, porque la gente quiere mudarse a ellos), y las desigualdades aún son enormes. Algunas de nuestras ciudades están pésimamente gobernadas y no hay manera de arreglar el transporte público. Hay mucho trabajo por hacer.
¿Mirando todo en conjunto, sin embargo? Connecticut es un sitio fantástico donde vivir. El modelo progresista funciona, da buenos resultados y crea prosperidad para todos. Hay cosas que arreglar, sin duda, pero sabemos cómo hacerlo. Más vale que recordemos esto en noviembre.