Connecticut debe tener unos presupuestos fiscalmente sólidos, responsables y sostenibles. Esto debería ser un principio básico de cualquier político en nuestro estado, sin que importe el partido. La única manera de que el gobierno estatal y local puedan hacer su trabajo hoy y mañana es manteniendo sus cuentas en orden. De lo contrario, no podrán ejercer sus funciones a medio o largo plazo.
Como progresistas, la responsabilidad fiscal es aún más importante. Si crees que el gobierno puede y debe tener un papel activo en nuestra economía, ayudar a los más necesitados, ofrecer servicios de calidad, educación de primera, construir y mantener infraestructuras, combatir el crimen y realizar todas esas actividades que el mercado ni quiere y ni puede proporcionar, debemos asegurarnos de que el gobierno pueda pagar sus facturas a tiempo.
La responsabilidad fiscal, sin embargo, no es solo una cuestión de no gastar más de lo que se tiene. También significa entender que es necesario establecer prioridades y gastar lo que haga falta para que abordar estos problemas.
Y en este momento, corremos el riesgo de ser realmente financieramente irresponsables.
A pesar de la recuperación económica tras de la pandemia, Connecticut se enfrenta a múltiples desafíos. Nuestra economía lleva más de una década creciendo por debajo de la media nacional. La desigualdad ha aumentado y la segregación racial y económica ha empeorado. Nuestra brecha educativa sigue siendo una de las más amplias del país. Nuestro mercado laboral apenas ha recuperado los niveles de empleo anteriores a COVID. El precio de la vivienda ha subido exponencialmente y nuestras infraestructuras se caen a pedazos.
Sería de esperar que nuestros legisladores, viendo estos problemas, redactaran un presupuesto este periodo de sesiones para abordar los problemas del estado. Desafortunadamente, una regla fiscal llamada el techo de gasto se interpone en nuestro camino. El techo de gasto impone un límite en la tasa de crecimiento del presupuesto estatal. La cifra específica se basa en el crecimiento promedio de la renta estatal en los últimos cinco años o el índice de precios al consumo en el último año, lo que sea mayor.
El problema es que el techo de gasto, como se define ahora, es demasiado restrictivo y está impidiendo que nuestro estado haga las inversiones necesarias para impulsar el crecimiento económico, crear oportunidades y apoyar a las familias trabajadoras.
Connecticut tiene un enorme superávit presupuestario. Años de prudencia fiscal, complicadas reformas de pensiones y subidas (necesarias) de impuestos finalmente han revertido el daño causado por años de presupuestos irresponsables bajo los gobernadores Rowland y Rell. Nuestras cuentas están finalmente en orden y nuestro fondo de reserva está lleno, y estamos pagando nuestras deudas a largo plazo. Tenemos dinero para invertir en nuestras comunidades – y tras una pandemia y años de crisis fiscal, es hora de afrontar la desigualdad de ingresos, acelerar el crecimiento económico, crear oportunidades y controlar el coste de la vivienda.
Los legisladores, sin embargo, están indecisos. A pesar de la necesidad urgente de resolver los problemas que enfrentan las familias trabajadoras en nuestro estado, están optando por dejarlos tal como están, utilizando el techo de gasto como excusa.
Básicamente, el gobernador Lamont y la legislatura están manejando un automóvil con la luz de “problemas en el motor” encendida en el panel. Saben que hay muchas cosas bajo el capó que no funcionan y están a punto de estropearse, pero se niegan a llevar el carro al taller para ahorrar dinero. En algún momento, todos esos arreglos que dejamos para luego acabarán por dejarnos en la cuneta. Cuanto más tiempo pasen sin arreglarse, más caro será ese arreglo.
Afortunadamente, hay dos formas de evitar el techo de gasto. El gobernador Lamont puede pedir levantarlo, algo que requiere un voto de tres quintas partes en ambas cámaras legislativas. Si lo prefieren, los legisladores pueden establecer fondos presupuestarios separados fuera del techo de gasto con fuentes de ingresos dedicada, y usar ese dinero para promover la equidad racial, económica y de género. Lo único que les impide tomar medidas es la falta de voluntad política.
Es hora de que los legisladores hagan lo correcto y responsable, solucionando los problemas de nuestra comunidad. Es hora de levantar el techo de gasto.